Atando cabos
A Carlos Salinas de Gortari le tienen miedo. No hay duda. Sólo así se puede entender que los hijos y “amigos cercanos” del ex presidente Miguel de la Madrid lo hayan orillado a firmar una carta en la que se declara a sí mismo y ante la opinión pública como alguien enfermo e incapaz de procesar adecuadamente diálogos o cuestionamientos. ¡Qué humillante! ¿Por qué dejarlo en una situación tan indigna?
Finalmente lo que dijo De la Madrid sobre los Salinas forma parte del conocimiento común y compartido de la gran mayoría de los mexicanos: que el final del gobierno de Carlos Salinas fue malo, que éste permitió la corrupción de su familia, que sus hermanos obtuvieran contratos de manera indebida con Pemex, que el mismo Carlos posiblemente se robó la mitad de la partida secreta y que Raúl tenía comunicación con los narcotraficantes y que posiblemente el dinero que tenía en Suiza se lo habían dado los narcos (los “posiblemente” están en las respuestas del ex presidente). En concreto, no dijo nada nuevo ni aportó pruebas. Lo explosivo, por supuesto, es que lo diga él, un ex presidente de México. Eso es lo nuevo. Miguel de la Madrid no sintió necesario mantener el mutismo ni la complicidad que caracterizaba a los ex presidentes del sistema político priísta. Para qué, habrá pensado, si ya todos lo saben y lo dicen.
Las respuestas que le dio De la Madrid a Carmen no son ni contradictorias ni fantasiosas; todo lo contrario, son sencillas y están llenas de sentido común. Dice que se equivocó al nombrar a Salinas como sucesor, que no tenía entonces elementos de juicio sobre la moralidad de los Salinas, que los presidentes no siempre son los mejor informados del país, que la justicia estorba a veces para ejercer el poder y que la impunidad es condición necesaria para que la maquinaria siga funcionando en nuestro país. Así de contundente. Pero si todo eso es parte del pasado, ¿por qué obligarlo a desdecirse? La única explicación, sin necesidad de tener información privilegiada ni informantes ocultos, es que Salinas sigue políticamente vivo y le tienen miedo. Dudo mucho que sus más cercanos acepten que se lastime a ese punto la imagen de un hombre por no hacerle daño al PRI en medio de una campaña o para defender al viejo sistema ya totalmente desprestigiado. Detrás de esa decisión sólo puede haber miedo. Y cómo no, si en una semana vimos a Salinas como el gran titiritero en el libro de Ahumada y como una sombra omnipresente en el de Roberto Madrazo. ¡De veras que ni en las telenovelas!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario