Por Flor Berenguer
Tras la debacle económica de la cual difícilmente se escapa poca gente en México, la preocupación más grande para todos es la seguridad, nota en que siguen reprobados los gobiernos a nivel municipal, estatal y desde luego, nacional.
En un perverso círculo vicioso donde la falta de empleo y oportunidades conjugado a la corrupción endémica que parece no tener cura contagian con su impunidad al país entero, enfrentamos amenazas por todos los frentes: el narco que todo lo compra, comenzando por las autoridades encargadas de custodiarnos, las bandas mejor organizadas que las policías mal pagadas y peor preparadas y los ciudadanos metidos a criminales oportunistas queriendo tener una tajada del pastel, pero no contentos con esto ahora cada vez más recurrentemente vemos adolescentes cometiendo delitos de adultos y saliéndose con la suya por que la ley, acomodaticiamente lo permite.
La adolescencia es un invento del Siglo XX. Antiguamente se pasaba de la infancia al estudio o trabajo adulto, la vida era corta y no había tiempo para esas nimiedades. Si no se apuraba uno a completar el ciclo, las enfermedades, falta de higiéne y mala alimentación te dejaban tendido en el camino.
Actualmente las vacunas, vitaminas, medicinas, sistemas de producción y la reestructuración de la familia han permitido una etapa dorada en que no eres ni chicha ni limonada desde ningún punto de vista, en que todos los bordes y fronteras se tornan difusos, confusos y profusos en eso que hoy denominamos adolescencia, que viene de adolescer, de carecer, de padecer y que sin embargo está, paradójicamente llena de información, matices, sentimientos y pulsiones.
De acuerdo al gran pedagogo suizo Jean Piaget, desde los doce años el niño, que deja de serlo al calor de los cambios hormonales, tiene capacidad plena de raciocinio similar al adulto, de tener pensamientos abstractos, de razonar con logica y actuar en consecuencia. Distingue con perfección no sólo las fronteras de lo bueno y lo malo sino de lo real y lo irreal. Manslow lo ubica como actor de sus necesidades, Bandura como seguidor de los ejemplos sociales, Erikson de la superación de crisis y Freud como dominado por sus impulsos sexuales.
En fin, sin querer apabullar con las teorías sicoanaíticas, hago referencia de lo anterior porque legal y penalmente queremos seguir considerando al adolescente ante el crimen como un niño inimputable cua ndo ya no lo es y hoy pongo en el tapete de la discusión la necesidad de juzgar como adultos los crímenes graves que se cometen por adolescentes cuando hay de ello plena consciencia.
Permítanme que ponga a su consideración dos ejemplos que se dieron en la misma semana y que me han parado los pelos de punta.
Uno ocurrió en Coahuila, específicamente en Ciudad Acuña, que hace frontera con Del Río, Texas. Allí, un pobre emigrante hondureño que deseaba llegar al otro lado, juntaba sus quintos para pagarle al pollero que había de cruzarlo lavando carros en un centro comercial.
Algo no les gustó de él a dos adolescentes locales de 13 y 15 años que no sólo decidieron matarlo sino que lo decapitaron y tiraron a una noria donde fue encontrado 10 días después. Al detenerse a los culpables, con total sangre fría lo único que explicaron es que "el catracho les caía mal" así que decidieron terminar con él.
Vamos al segundo escenario. En Chalo, Estado de México, alguien les comenta falsamente a la banda de secuestradores del "Pony" que una familia se acaba de hacer de mucho dinero. Acto seguido raptan a las tres hijas que acaban torturadas y mutiladas tras un mes de los más grandes horrores que les son inflingidos en forma sistemática por este peculiar grupo del que forma parte una adolescente de 12 años, quien no tuvo prurito en participar en las amputaciones de varios dedos a dos de ellas, que permanecieron colgadas de cadenas y en amenazar con cercenar la mano completa de la tercera.
De acuerdo a la ley, los decapitadores de Ciudad Acuña y la mutiladora de Chalco por su edad estarán sólo unos cuantos años presos, no más de 6, ya que al cumplir 18 tienen que ser liberados y volverán a las calles a matar, mutilar, secuestrar, al amparo de leyes que protegen a los criminales pero no a sus vícitmas.
Les aseguro a ustedes que los jovenzuelos del diablo que mataron arteramente al pobre hondureño, o la chamaquita que ayudo a mutilar física y emocionalmente a las hermanas secuestradas, sabían perfectamente lo que hacían y que no merecen que se les juzgue en forma distinta. Otros países lo hacen por la gravedad del crimen no por la edad. Si delinques como adulto serás castigado como tal.
Este asunto de las leyes que protegen adolescentes criminales es la génesis directa del porque la mayoría de los secuestradores, narcotraficantes y rateros emplean menores como actores principales del delito, porque saben que en caso de ser sorprendidos la ley mirará para otro lado.
Para aquellos defensores de los derechos humanos de los criminales y quienes piensen ante el crimen que la ley los protege, algo así como que las prisiones son centros de rehabilitación social y de allí nadie escapa ni tiene privilegios, les planteamos una alternativa : ¿Que tal que castigamos a sus padres o tutores? Porque alguien tiene la culpa de que un menor de 13 años resuelva sus diferencias personales decapitando a otro ser humano o que una jovencita de 12 años crea correcto mutilar para cobrar un rescate. Lo que no se vale es que la sociedad siga teniendo esta actitud permisiva ante el delito.
Ahora resulta que los culpables de los platos rotos somos los honestos, los que trabajamos, pagamos impuestos, nos esforzamos ante tanto obstáculo que nos pone en gobierno y aún creemos ilusamente en que algún día México será justo y grande para todos, en que tendremos oportunidad de ser felices, de contar con empleo, salud, educación y seguridad. Nosotros que vivimos bajo llave, rejas, protección y que encima tenemos que cuidarnos hasta de mozalbetes narcotraficantes, secuestradores y criminales porque la ley no es justa, no representa lo que nos proteja o asegure.
Por ello, además de reiterar que la pena de muerte es necesaria en México, que necesitamos mano dura ante unas autoridades a las que se les salen como Pedro por su casa los presos de los centros de reclusión, debemos ya juzgar a los adolescentes no por su edad sino por la gravedad del delito.
Amarrar a los perros con longaniza como en la fantástica tierra de Jauja sólo funciona en los cuentos de hadas y lo que vivimos en México es más bien un cuento de horror. Pongámos los pies en la tierra y meditemos en las fantasías sin patas o cabeza que están ofreciendo muchos de los aspirantes a diputados, presidentes municipales o gobernadores y exijamos mucho más, algo que de verdad sirva, que funcione y nos ofrezca garantías de que ahora sí , tanta promesa será realidad, no como aquella de Felipe Calderón que iba a generar empleos para todos, pero para todos sus cuates.
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