viernes, junio 12, 2009

Acomedidos

Jorge Lara Rivera

Se puede acusar de muchas cosas al panismo y reprocharle otra tantas y feas a los panistas, pero ciertamente no puede llamárseles acomedidos.
En eso de los excesos van, cómo no, muy delante.
Por ejemplo, hasta antes del foxiato, la avidez insaciable de la clase política no había reparado en la subrogación de guarderías por el IMSS como un verdadero filón de dinero fácil para enriquecerse, cosa que el criterio empresarial de funcionarios públicos aprovecharía con sus atributos gerenciales de lucro a toda costa, competitividad en el tráfico de influencias, calidad total chafa y productividad a cómo sea, incluso el sacrificio... de otros, desde luego. La excesiva confianza suele resultar un espejismo generado por la impunidad.
Tal vez por eso se pasó, en ese lapso de improvisación y simulación escandalosas, de menos de ciento doce mil al doble (223 mil), certificadas sin que se ajustaran a los estándares mínimos exigibles y con las consecuencias funestas que hoy se lamentan.
Pero los excesos están por todas partes, lo mismo en la mitomanía que crea “héroes exprés” de simples accidentes, como “valientes light” cuya integridad es discursiva, únicamente, pues los hechos aún no la confirman.
También excesos de vanidad y egolatría siguen postergando el interés nacional y propician estropicios irreversibles y acaso de consecuencias incalculables.
Acaso haya quien se refocile en la idea de que el EPR ha solicitado reanudar el diálogo con el gobierno, pero nadie debe engañarse: ni la situación económica (menos con las recetas draconianas propuestas por Carstens para poner todo el peso de la carga sobre gente común y hundir a los más vulnerables), ni la parcialidad del régimen en el proceso electoral, ni la dudosa conducta oficial respecto al desvío de recursos (por ¡125 mil millones de pesos!) hacia fideicomisos “privados” que bien parecen seguir la deshonesta conducta del régimen de Fox, para favorecer la campaña y a los candidatos del PAN, contribuyen a aligerar la atmósfera social enrarecida.
Tal vez no esté en los titulares pero, por terquedad del Ejecutivo que le ha entrado alegremente al derramamiento de sangre y los atropellos a la ley es que esta misma semana se ha vivido en medio de aciagas señales para la unidad nacional y la convivencia pacífica: detenciones en Durango, tiroteos de policías contra delincuentes en Guanajuato pase, pero, ¿taxistas contra grúaros en Veracruz y taxistas contra policías en Chalco?
Más grave ha sido por su carga simbólica la protesta de policías de Nuevo León contra la prepotencia de corporaciones federales y sus polémicos operativos (para dar una idea: a estas alturas del abuso, la PGR todavía no sabe de qué acusa a los alcaldes y funcionarios michoacanos arraigados hace dos semanas y es que ahora hasta allá saben que delincuentes aunque “testigos protegidos” y comprados no son confiables).
El enfrentamiento entre agentes estatales y federales –personal armado legítimamente, en ambos casos–, por momentos amenazaba desbordar; un riesgo latente y, sin duda, indicador innegable de otro hartazgo civil, distinto del desencanto ciudadano con la clase política que busca capitalizar el duopolio con la campaña del voto en blanco, más inminente, más explosivo y potencialmente más devastador.
Acaso aquella fuese la señal de un posible enfrentamiento entre mexicanos, resultado de tantos ultrajes por los atropellos y abusos de autoridad federales cometidos con irrespeto a los ciudadanos y a las autoridades locales, con pretexto de sus acciones de combate a la delincuencia organizada.
Si esto se aúna a la supuesta instrucción a los delincuentes, atribuida a “El Chapo”, de ser más duros y violentos contra el personal de nuestras corporaciones armadas, se entenderá mejor el punto.
La situación no debe soslayarse; al contrario, merece consideración con cuidado porque da la medida de la frágil estabilidad social en que la actividad gubernamental se desarrolla, y porque también ofrece signos del clima de crispación que provocan los descuidos y excesos autoritarios. Una escalada de confrontación para satisfacer egos acomplejados no sirve a México.

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