martes, septiembre 08, 2009

Que me venda la telebasura…

María Teresa Jardí

Debió pensar el usurpador ante la imposibilidad de legitimarse, que me venda la telebasura, que para eso le ha permitido, la fascista derecha apoderada del poder y del dinero, convertirse en el poder de facto por encima del poder político. La derecha fascista que le ha permitido incluso tener su propia bancada.
Con actores preparados a modo, en la televisión abierta, se vende el que ni siquiera llegó. Fox no fue. Pero en los ratos en que las células cerebrales que le queden le permitan pensar en México, sabiendo que Foxilandia no existe más que en su enferma mente, puede darse el gozoso lujo de pensar que él sí llegó legitimado.
Por poco tiempo, también, es cierto. Rápido nos fuimos enterando los mexicanos de la compra de la Presidencia que le hiciera la Coca-Cola. Compra para lavar esa empresa sus culpas por haberlo corrido de ese negocio. Compra, sin duda, como el pago adelantado por permitirle acabar con cualquier pequeña empresa mexicana. Bastan como ejemplo, en Yucatán, el del agua Cristal y los exterminados soldaditos de chocolate e incluso los disminuidos, al grado de que era ya dificilísimo encontrarlos hace dos años en Mérida, refrescos Pino.
Un amigo me decía que antes se asesinaban más personas. Pero que no se reflejaba el asesinato en la prensa porque se trataba de campesinos o indígenas habitantes en comunidades lejanas. Para nada. En la época, a la que él se refería, yo viajaba a esos lugares apartados del país. Es cierto que aquí la muerte siempre ha tenido permiso y es cierto que de la época de Salinas se acumulan alrededor de 700 asesinatos de militantes del PRD. Existe incluso al respecto un libro que documenta cada caso. Asesinatos que quizá no todos habrán sido crímenes políticos. Pero homicidios que al haber tenido por compañera la impunidad que siempre es responsabilidad de los elegidos para cumplir con el servicio de gobernar, han quedado documentados por el PRD como crímenes políticos.
Pero igual -aunque se sumen a esos casi mil, por redondear la cifra, los otros de los que no se tiene referencia-, no se asesinaba antes cuantitativamente de la manera escandalosa en que se asesina desde que Calderón decidiera fingir un falso combate para poder escudarse entre las chaquetas del Estado Mayor Presidencial. Sabedor de que es un usurpador. Propiciando el desprestigio brutal que a nivel mundial se va dando del Ejército Nacional, con la orden, al único Ejército mexicano legítimo, de participar en ese falso combate. Poniendo, como jefe de las fuerzas armadas, al grueso de los militares en la calle a cumplir funciones policiacas, que no le corresponden ni está preparado para realizar ningún ejército. Y menos aún si no es de manera temporal y con la responsabilidad total entregada incluso porque esa es la única manera de acotar la violación a los derechos humanos. Ejército Nacional convertido en policía de quinta, en un país que transita sin policía, porque los cuerpos policiacos se encuentran en manos de la delincuencia. Sin importarle en lo más mínimo, al que hoy se vende como show televisivo, el riesgo latente que significa para cualquier país el tener dos ejércitos paralelos. Y a sabiendas de que no se iba a combatir el narcotráfico, entre otras minucias, porque los panistas se encuentran aliados al narcotráfico. Baste recordar la apertura para “El Chapo” Guzmán de la Puerta Grande del penal a modo al que fue llevado para propiciar su escape, por decisión de Fox o de Martita o de quien fuera que mandara en Foxilandia, cuando Fox estaba diluido en la nada a su paso —del que México nunca se va a reponer— por el Ejecutivo federal que él dejara usurpado. Pensando, quizá, si es que la mente le da para pensar a ratos, que habiendo sido tan malo, si dejaba a uno aún peor, la comparación de cara a la historia, en tramitos al menos, para él sería un poco menos lamentable. Tan lenta que es la historia para escribirse y tan rápido que se puede documentar la actual mexicana con toda la patética perversión política que exhibe.

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