Ricardo Andrade Jardí
“No puedo ser una güera, güera Televisa”, canta Amandititita. Y nos obliga a preguntarnos ¿Y nosotros? ¿Queremos ser una República Televisa? Una república de mentira, impunidad, odio, traición, melodrama, mediocridad, consumo, teletón, telepolíticos, políticos de y para la televisión chatarra, de y para la telebasura. Una república corrupta, prostituida, sin ética, con leyes para muchos, y sin ley para los menos, una república lavandería. Un república FOBAPROA, bananera, carente de educación, de identidad, de dignidad, de verdad.
Tal vez no le falta razón a Amandititita y nuestra salvación está justamente en renunciar lo más pronto posible a los mandatos de ese peligroso poder fáctico que es la telecracia mexicana, la que representa algo así como el camino seguro al infierno de la explotación, la tortura y el hambre. Debemos preguntarnos si realmente queremos pagar el costo social que significa seguir por el rumbo de una “República Televisa”. Donde la educación está en manos de “la maestra” y de Kawachi, donde los jueces dictan sentencias de reclusiones centenarias y los empresarios FOBAPROA son perdonados de todos sus delitos millonarios, que los pobres terminan, como lo dicta la norma de la “República Televisa”, pagando. Donde los impulsores de la República Televisa se reparten la fibra óptica de Luz y Fuerza del Centro (LyFC). Y donde celebran ya sus fiscales triunfos legislativos porque saben que ya tienen mayoría en las cámaras. Donde para nosotros, sin representantes, en un representativo sistema de injusticia social, donde la participación directa, no está contemplada en las agendas legislativas, tan ocupadas en proteger los privilegios de los capitalistas empresarios de la telebasura comercial en México. “La participación no es para las mayorías”, dicen los políticos de la televisión. “Dejen que nosotros les elijamos a sus gobernantes, para que luego salgan el domingo marcado, a creer que ustedes los votaron. “Dejen que nosotros eduquemos a sus hijos y pronto verán mi progreso”. Y al día siguiente desaparecen la enseñanza de la historia en los planes de estudio oficiales. “Compre, compre, compre…”, es la consigna de nuestra nueva “República Televisa”. Compre y no vea, compre y no escuche, compre y no hable, no haga, no sueñe... “Nosotros soñamos por usted”, “nosotros le diremos qué tiene que comer, qué use, qué le gusta y cuánto le gusta. Usted sólo debe ver y creer en lo que nosotros le decimos y su vida será un sueño hecho realidad Televisa”. Pero la realidad no se presenta nunca en forma de ese sueño prometido sino como una pesadilla que parece inevitable, incluso porque nos han dicho que es inevitable... Pero ni toda esa mentira telecrática podrá sostenerse ante el choque de las múltiples posibilidades…
“No puedo ser una güera, güera Televisa”, canta Amandititita. Y nos obliga a preguntarnos ¿Y nosotros? ¿Queremos ser una República Televisa? Una república de mentira, impunidad, odio, traición, melodrama, mediocridad, consumo, teletón, telepolíticos, políticos de y para la televisión chatarra, de y para la telebasura. Una república corrupta, prostituida, sin ética, con leyes para muchos, y sin ley para los menos, una república lavandería. Un república FOBAPROA, bananera, carente de educación, de identidad, de dignidad, de verdad.
Tal vez no le falta razón a Amandititita y nuestra salvación está justamente en renunciar lo más pronto posible a los mandatos de ese peligroso poder fáctico que es la telecracia mexicana, la que representa algo así como el camino seguro al infierno de la explotación, la tortura y el hambre. Debemos preguntarnos si realmente queremos pagar el costo social que significa seguir por el rumbo de una “República Televisa”. Donde la educación está en manos de “la maestra” y de Kawachi, donde los jueces dictan sentencias de reclusiones centenarias y los empresarios FOBAPROA son perdonados de todos sus delitos millonarios, que los pobres terminan, como lo dicta la norma de la “República Televisa”, pagando. Donde los impulsores de la República Televisa se reparten la fibra óptica de Luz y Fuerza del Centro (LyFC). Y donde celebran ya sus fiscales triunfos legislativos porque saben que ya tienen mayoría en las cámaras. Donde para nosotros, sin representantes, en un representativo sistema de injusticia social, donde la participación directa, no está contemplada en las agendas legislativas, tan ocupadas en proteger los privilegios de los capitalistas empresarios de la telebasura comercial en México. “La participación no es para las mayorías”, dicen los políticos de la televisión. “Dejen que nosotros les elijamos a sus gobernantes, para que luego salgan el domingo marcado, a creer que ustedes los votaron. “Dejen que nosotros eduquemos a sus hijos y pronto verán mi progreso”. Y al día siguiente desaparecen la enseñanza de la historia en los planes de estudio oficiales. “Compre, compre, compre…”, es la consigna de nuestra nueva “República Televisa”. Compre y no vea, compre y no escuche, compre y no hable, no haga, no sueñe... “Nosotros soñamos por usted”, “nosotros le diremos qué tiene que comer, qué use, qué le gusta y cuánto le gusta. Usted sólo debe ver y creer en lo que nosotros le decimos y su vida será un sueño hecho realidad Televisa”. Pero la realidad no se presenta nunca en forma de ese sueño prometido sino como una pesadilla que parece inevitable, incluso porque nos han dicho que es inevitable... Pero ni toda esa mentira telecrática podrá sostenerse ante el choque de las múltiples posibilidades…
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