07 diciembre 2009
Si en algún lugar del país se puede hablar de Estado fallido es en Cancún, el polo turístico erigido hace 40 años que hoy está en manos del narco. Los cárteles se disputan la plaza ante la parálisis de las autoridades y la complicidad pasiva, en algunos casos activa, de empresarios. Cancún anticipó lo que sucedería en muchas ciudades, que hasta hace poco no estaban “contaminadas” por el crimen organizado. Pero en Quintana Roo, a diferencia de otras entidades, el narco no “llegó”, sino fue prohijado conscientemente desde el poder.
Mario Villanueva gobernó el estado de 1993 a 1999. Es el paradigma del gobernador priísta que abrió las puertas a los narcos colombianos y colaboró en la construcción y fortalecimiento de grupos que desangran hoy a México. Desde entonces hablábamos de las pistas donde aterrizaban avionetas con cocaína, de los millones para permitir su libre paso. Directores de medios le temían, censuraban a sus colaboradores y reporteras para evitar la ira de Mario.
Hoteleros mexicanos y españoles le entregaban sumas multimillonarias para recibir su aval en la destrucción del ambiente y se sometían al desprecio de su reconocido talante agrio. Escuchamos historias sobre supuestos asesinatos y vimos cómo hoteleros, políticos y policías tejían redes de complicidad y silencio. Toda persona que revelara la realidad era acallada, amenazada y aislada. Los más ricos y poderosos empresarios de Cancún y Cozumel departían con Villanueva a sabiendas de su narcoalianza.
El 4 de junio de 2008 el ex gobernador fue sentenciado a 36 años y 9 meses de prisión por su complicidad con el trasiego de drogas de Colombia a los EU. El gobierno estadounidense lo considera responsable de abrir las puertas a la globalización del narcotráfico con el Cártel de Juárez cuando Amado Carrillo El señor de los cielos era el jefe criminal en mi ciudad. A pesar de la clara evidencia cientos de personas de todos los estratos sociales le defienden; hoteleros y empresarios, políticos y gente común consideran que “fue un buen gobernador”.
La extradición despierta viejos fantasmas. Aunque Villanueva purgue una pena merecida por gestar el monstruo de la impunidad y el fortalecimiento de los cárteles, quedan cientos de hombres de poder que fueron cómplices silenciosos, que callaron cuando debieron hablar, que festejaron la corrupción, que compraron su entrada con dinero sucio; esos que aún gobiernan Quintana Roo y controlan parte de su economía.
Ahora Los Zetas controlan la cárcel y mantienen enormes galerones con productos piratas en la avenida López Portillo que distribuyen en el sureste. Los Beltrán Leyva pelean el control del tráfico de drogas con El Golfo. Durante 2007 hubo 34 ejecuciones en Cancún y en aras de proteger el turismo el gobierno gasta millones en acallar a la prensa. Mario Villanueva es quien es y su herencia pervive aunque sea extraditado.
Genocidio: recientemente en España hablé sobre la responsabilidad del Estado en los casos de feminicidios (tipo penal aceptado en la Ley federal). Además hablé de la posible limpieza social por 15 mil asesinatos impunes. Alguien en el camino decidió acusarme de hablar de genocidio, haciendo una falsa interpretación de mi análisis sobre la violencia en México.
Mario Villanueva gobernó el estado de 1993 a 1999. Es el paradigma del gobernador priísta que abrió las puertas a los narcos colombianos y colaboró en la construcción y fortalecimiento de grupos que desangran hoy a México. Desde entonces hablábamos de las pistas donde aterrizaban avionetas con cocaína, de los millones para permitir su libre paso. Directores de medios le temían, censuraban a sus colaboradores y reporteras para evitar la ira de Mario.
Hoteleros mexicanos y españoles le entregaban sumas multimillonarias para recibir su aval en la destrucción del ambiente y se sometían al desprecio de su reconocido talante agrio. Escuchamos historias sobre supuestos asesinatos y vimos cómo hoteleros, políticos y policías tejían redes de complicidad y silencio. Toda persona que revelara la realidad era acallada, amenazada y aislada. Los más ricos y poderosos empresarios de Cancún y Cozumel departían con Villanueva a sabiendas de su narcoalianza.
El 4 de junio de 2008 el ex gobernador fue sentenciado a 36 años y 9 meses de prisión por su complicidad con el trasiego de drogas de Colombia a los EU. El gobierno estadounidense lo considera responsable de abrir las puertas a la globalización del narcotráfico con el Cártel de Juárez cuando Amado Carrillo El señor de los cielos era el jefe criminal en mi ciudad. A pesar de la clara evidencia cientos de personas de todos los estratos sociales le defienden; hoteleros y empresarios, políticos y gente común consideran que “fue un buen gobernador”.
La extradición despierta viejos fantasmas. Aunque Villanueva purgue una pena merecida por gestar el monstruo de la impunidad y el fortalecimiento de los cárteles, quedan cientos de hombres de poder que fueron cómplices silenciosos, que callaron cuando debieron hablar, que festejaron la corrupción, que compraron su entrada con dinero sucio; esos que aún gobiernan Quintana Roo y controlan parte de su economía.
Ahora Los Zetas controlan la cárcel y mantienen enormes galerones con productos piratas en la avenida López Portillo que distribuyen en el sureste. Los Beltrán Leyva pelean el control del tráfico de drogas con El Golfo. Durante 2007 hubo 34 ejecuciones en Cancún y en aras de proteger el turismo el gobierno gasta millones en acallar a la prensa. Mario Villanueva es quien es y su herencia pervive aunque sea extraditado.
Genocidio: recientemente en España hablé sobre la responsabilidad del Estado en los casos de feminicidios (tipo penal aceptado en la Ley federal). Además hablé de la posible limpieza social por 15 mil asesinatos impunes. Alguien en el camino decidió acusarme de hablar de genocidio, haciendo una falsa interpretación de mi análisis sobre la violencia en México.
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