Las elecciones estatales y federales por celebrase en 2011 y 2012 se realizarán bajo consentimiento del narcotráfico en algunas regiones del país, señalan encuestadoras. Advierten que el fenómeno, que ya se presentó durante 2009 y 2010, se agudizará en éste y el siguiente año. Hombres armados decidirán si se instalan o no casillas electorales y la orientación del voto en diversas zonas del territorio nacional.
En las elecciones de 2011 y 2012, el narcotráfico y el crimen organizado estarán en posibilidades de autorizar o no encuestas en sus territorios sobre la orientación del voto de los ciudadanos, antes, durante y después de los comicios. De ellos dependerá que sea realidad el derecho de los ciudadanos a estar informados y de los medios a informar.
De acuerdo con empresas encuestadoras, eso ya se observó en los comicios de 2010. Los encuestadores tenían que pedir permiso a los delincuentes para hacer su trabajo y éstos aprobar sus preguntas. En varios casos, fueron rechazados.
En el contexto de la elección presidencial de 2012, en la que se prevé una altísima competencia entre los partidos políticos, al Instituto Federal Electoral le preocupa no sólo que permanezca la inseguridad en el país, sino que en algunos estados sea mayor que en 2009. Trabaja en estrategias para contrarrestar los riegos en la jornada electoral.
A los obstáculos tradicionales de los encuestadores (partidos políticos y funcionarios de casilla o gubernamentales), se sumó ahora el del narcotráfico, que ya es considerado por los ciudadanos como un factor de poder en la política.
Además, la falta de confianza ciudadana en las instituciones públicas, como los partidos políticos, el Congreso, el Poder Judicial, organismos electorales o las policías, también afecta a las encuestas, estiman las agencias encuestadoras.
Eso ha dado lugar a que surja un nuevo elector en México: aquel que esconde su preferencia electoral porque va a votar a favor del partido opositor al de un gobierno, lo que ocasionó que las encuestas de salida en 2010 hayan resultado con grandes diferencias entre lo que reportaron y el resultado final, principalmente en Oaxaca, Puebla y Sinaloa, entidades en donde hubo alternancia.
Alejandro Mendoza Blanco, de la agencia Mendoza Blanco y Asociados, refiere que en la Sierra de Chihuahua y en la zona de Santiago Papasquiaro, Durango, tuvieron conflictos para entrar a ciertas localidades a realizar encuestas –como si fueran propiedad de la delincuencia–, por lo que tuvieron que reemplazarlas.
“Nuestros encuestadores y supervisores, que ya tienen mucha experiencia en esto, a veces platican con gente que porta armas de alto poder, para que entiendan que nada más van a hacer una encuesta. Los hombres armados suelen pedir que se las hagan a ellos. En unos casos, sí aceptaron y en otros no”, refiere.
Son regiones, comunidades, con caminos rurales. “En la zona de Santiago Papasquiaro, teníamos una serie de siete secciones que íbamos a cubrir, pero ya no pudimos acceder a esos lugares; igual, en la Sierra de Chihuahua”.
—¿Es territorio del narco?
—No le sabría decir. Desconocemos quién está a cargo de estas patrullas con gente armada. Hasta el día que hacemos la encuesta, nos damos cuenta de estos problemas.
“No nos vamos a poner a discutir con un empistolado sobre si paso o no por una carretera. El mismo Inegi (Instituto Nacional de Estadística y Geografía) reconoció que había ciertas zonas del país donde podrían tener problemas para levantar el censo. No vamos a arriesgar la seguridad de las personas que trabajan para nosotros”, asegura Mendoza Blanco.
Dice que es difícil estimar el riesgo que representa esta situación para las elecciones de 2011 y 2012. “Yo quisiera pensar que no vamos a tener tantas dificultades como en estas elecciones, pero es difícil. Vemos más problemas de este tipo en el Norte y centro del país”.
Por su parte, Federico Berrueto, de Gabinete de Comunicación Estratégica (GCE), asegura que entre un 25 y 30 por ciento de los mexicanos cree que el narcotráfico es el poder fáctico más importante en la política. “Hay casos, como Tamaulipas, Chihuahua y Sinaloa, donde la respuesta es de más del 50 por ciento que considera que el narcotráfico tiene más influencia que los empresarios, la iglesia o la prensa”.
Éste es el factor por el cual el ciudadano no responde con veracidad sobre su voto. “Si la gente cree que el narcotráfico está tan presente en una entidad, ¿por qué le va a responder a un encuestador cuál es su preferencia electoral? Eso afecta el ambiente de seguridad, de confianza, que se requiere para que la encuesta pueda realizarse en condiciones de normalidad”.
—¿Las de 2011 y 2012 serán las elecciones del miedo?
—Va a haber miedo. El miedo existe. También hay desconfianza. Aquí los encuestadores tenemos que entender que en esas condiciones vamos a tener que trabajar y mejorar nuestros instrumentos para lograr resultados aceptables.
“El mismo encuestador se resiste a ir a las zonas del narcotráfico. Y cuando va, la gente no responde con veracidad. Es un problema real. No lo hacemos público en el momento para no enrarecer la elección. Pero ya después debemos dejar constancia de que los encuestadores también estamos sujetos a esta situación indeseable.”
En un estudio sobre encuestas públicas de 2010, el GCE considera que otros actores afectan el trabajo de los encuestadores electorales.
En las elecciones de 2010 se registraron situaciones ajenas a la normalidad democrática, como la excesiva presencia de la fuerza pública, quizá inevitable por la situación del país, señala.
“Nuestros encuestadores se reportaban de manera constante al centro de operaciones. En Tizimín, Yucatán, por ejemplo, tuvieron que interrumpir el levantamiento en varias casillas por amenazas: reportaron la presencia de grupos de choque, pero también amenazas por parte de los electores.”
Lo mismo ocurrió, continúa, en Zacatecas, Veracruz, Hidalgo y Sinaloa. “La situación de violencia e intimidación a los encuestadores presentes en las casillas es una variable que se debe tomar en cuenta como ‘error de campo’, pero también para promover entre los ciudadanos la utilidad de las encuestas de salida, en especial por la resistencia casi generalizada de los partidos o candidatos no favorecidos de reconocer la derrota, deficiencia que impone una fuerte presión y desgasta a las autoridades electorales”.
El GCE también sostiene que derivado del ambiente de inseguridad, quizás como secuela de las elecciones presidenciales de 2006 y por la polarización política y del debate, existe una pérdida de confianza en las instituciones y en las relaciones entre personas.
“Mientras que la familia, la universidad (la escuela) y la iglesia preservan altos niveles de confianza, la que corresponde a las instituciones públicas ha disminuido. Esta afectación también incluye a las encuestas.”
La agencia ignora si en esto hay un impacto en el descrédito que partidos, gobernantes y candidatos hacen de los estudios de las agencias. En su opinión, “esto se debe, fundamentalmente, a la inseguridad, a una muy frágil cultura de la legalidad y a un sentimiento de crisis y fatalismo social”.
En la medición de géneros de encuesta en la escala de 1 a 4, donde 1 cree poco y 4 cree mucho, el valor que se obtuvo fue de 2.5 para las encuestas de televisión; igual, 2.5 para las encuestas de prensa; 2.3, para las que se generan en internet, y 2.2, para las que difunden los partidos políticos.
Al hacer su estudio sobre el “voto oculto”, y en vista de que los ciudadanos tienden a no revelar sus preferencias electorales, el Gabinete de Comunicación Estratégica optó por hacer la encuesta en términos de si prefieren la continuidad o la alternancia en el gobierno.
Se dio cuenta de que, “en los seis estados donde ganó el partido gobernante, los encuestados sí respondieron, y en los seis estados en los que hubo alternancia, también lo dijeron”.
Es decir, continúa, “un segmento importante de los encuestados en nuestros 12 estudios que estaban dispuestos a expresar su preferencia en términos de alternancia o continuidad, pero no en términos de partido o de candidato”.
Después cruzó este resultado con los que respondieron que no sabían, que anularían su voto o que eludieron contestar. En esta fracción que representaba el 20 por ciento de los encuestados, “la abrumadora mayoría era el elector que deseaba la alternancia en una proporción de cinco a uno”.
Eso llevó al GCE a considerar la hipótesis de que los partidos están dejando de ser los referentes históricos aglutinadores de preferencias y que, incluso, los candidatos, al menos para las elecciones de 2010 (con la diferencia de Sinaloa), no son el mayor factor para el desenlace de la elección.
“Quizás a lo que nos aproximamos el primer domingo de julio de 2010 es a un modelo mínimo de democracia en la que el ciudadano más que decidir qué partido, proyecto, ideología o candidato debe estar en el poder, decide quién debe dejar de gobernar.”
Le llama la atención que no obstante el escepticismo en las instituciones, las encuestas, los candidatos, los órganos electorales y los partidos, y la creencia de que el narcotráfico ha penetrado a la política, los ciudadanos mostraron una elevada confianza en el voto.
“El valor más elevado fue de 83 por ciento en Quintana Roo y el más bajo, 69 por ciento, en Veracruz, lo que, además, se acompaña de un incremento en la participación electoral.”
Esta percepción se robustece con la evaluación de los gobernadores que hizo la agencia en 2009. Es decir, explica Berrueto, con los mandatarios que obtuvieron bajas calificaciones, el partido gobernante fue derrotado; con los bien calificados, mantuvo el poder.
El GCE sostiene, además, que la convicción sobre la legalidad del proceso electoral es mayor en los estados en los que hubo alternancia que en los de continuidad.
Asimismo, en los estados donde hubo alternancia, existe “una relación virtuosa entre ganador, perdedor y mandatario saliente. En los estados bajo continuidad, la situación es, en alguna medida, contradictoria: positiva en Chihuahua y Tamaulipas, pero no en el resto de los estados en los que ganó el partido gobernante”.
Por su parte, Francisco Abundis, de Parametría, también considera que la inseguridad va a afectar las elecciones de 2011 y 2012, aunque aún no sabe en qué medida. “Seguro que va a afectar en participación, como pasó en Tamaulipas con el asesinato del candidato del PRI (Partido Revolucionario Institucional) al gobierno del estado. La votación a favor del candidato sustituto fue amplia, pero pudo ser mayor. En lugar de tener niveles de participación del 50 por ciento, fueron del 40”.
—¿Y en aquellos lugares donde manda el narco?
—Eso sin duda va a afectar. Lo primero que afecta es la dirección del voto. Pero es difícil saber a quién va a favorecer o perjudicar.
Desde otra perspectiva, Javier Aparicio, investigador del Centro de Investigación y Docencia Económicas, considera que la diferencia considerable entre las encuestas y el resultado final de una elección puede “hablar” de clientelismos.
“Si la encuesta dice una cosa y el resultado electoral dice otra, puede decirse que hubo una manipulación de la preferencia del voto.”
Sin embargo, reconoce que también puede darse el caso de que un ciudadano, por algún miedo o porque se siente presionado, manifieste en la encuesta que va a votar por el PRI, pero, al final, vote en contra.
La televisión y no la violencia, principal obstáculo de la democracia
Más que la violencia, las televisoras son más importantes como impedimento en el desarrollo de la cultura política, sostiene Daniel M Lund, presidente del Consejo de Investigadores de la Opinión Pública (Mund Group), conformado por las empresas Consulta-Mitofsky, Parametría, GEA-ISA, Demotécnica, Pisos-Bimsa, entre otras.
En entrevista, explica que el 80 por ciento de la información de los ciudadanos proviene de la televisión.
“Para tener una visión sana, la gente necesita resistir casi toda la información que tiene. Ésa no es una relación saludable entre los mexicanos y los medios de comunicación. Las televisoras se están dando un balazo en su pie, al no dejar de ser monopolio”.
—¿Eso significa que el gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, que promueve Televisa, será el próximo presidente de México?
—Quién sabe si va a ser, pero aceptarlo como un hecho, no es posible. El que la gente se alimente de la información de la televisora no garantiza la orientación de su voto. Calderón Hinojosa está gastando en publicidad de autoelogio más que cualquier otro presidente en la historia de México, más que su par de Estados Unidos o de Canadá, pero sus niveles de popularidad no son buenos y su partido no está saliendo bien.
“¿Cómo explicar eso? La gente en general, en unas capas más que otras, tiene su manera de filtrar, resistir e interpretar la realidad”, asegura.
La mayoría de las empresas encuestadoras anticipan un retorno del PRI a Los Pinos, se le dice.
—Eso es falso. Eso no tiene sentido. No puede decirse eso a dos años de que concluya el sexenio. La sociedad mexicana está muy distorsionada, es muy complicada, pero no es una máquina para que se pueda decir que equis persona va a ser presidente del país. Eso no tiene pies ni cabeza, no tiene ciencia; no tiene arte.
—¿Qué le parecen las alianzas entre el Partido Acción Nacional (PAN) y el Partido de la Revolución Democrática (PRD)? Ya dieron resultados en Oaxaca, Puebla y Sinaloa.
—No han dado resultados. El candidato en Oaxaca sin el PAN hubiera ganado. El candidato en Puebla y en Sinaloa sin el PRD hubiera ganado. Las alianzas son para la gente que no le gusta el trabajo duro de educar a la base y movilizar a la masa. Las alianzas son cosas de gente de nicotina y cafeína en el Distrito Federal. No es un avance; no hay evidencia de que funcionó.
Reconoce que Andrés Manuel López Obrador es el candidato de la izquierda mejor posicionado en las encuestas, pero también es el más rechazado por la población, “según algunas encuestas, precisa, pero eso va a cambiar con el tiempo”.
—¿Marcelo Ebrard, el jefe del Gobierno del Distrito Federal, puede dar la sorpresa y ser el candidato de la izquierda?
—No. A nivel nacional, López Obrador está mejor posicionado porque desde 2006 no dejó de hacer campaña. Tiene una base que no es de medios electrónicos y va más allá de ellos. A éstos los tiene en su contra. Es una base que incluso va más allá del PRD, pues una parte de su dirigencia también ha estado en su contra. Si él puede hacer eso, es él quien puede dar sorpresas.
Prevé que “si México empieza a tener una economía como Brasil, la izquierda no tiene posibilidades. Pero si la economía sigue estancada o, peor, y empieza a bajar aun más, la izquierda tiene buenas posibilidades. Ésa es la realidad”.
La búsqueda de Felipe Calderón de su delfín no es un asunto de una sociedad democrática, asegura. “En el PAN hay un grupo gris, pero quién sabe”.
Considera, no obstante, que concentrar la atención en quiénes serán los candidatos a la Presidencia y quién va a ganar “es muy superficial”.
La transición a la democracia depende de las elecciones, cuando esa transformación no existe en los medios, en la economía ni en las instituciones estancadas, puntualiza.
“El aval de si estamos bien o no en la transición parece que es una elección. No se puede llegar a una democracia sólo a través de elecciones, cuyo proceso está sobrerregulado. No estamos generando una cultura política natural.”
Propone dar un paso atrás antes de hablar de candidatos para estudiar la cultura política que existe en México, con sus buenas y malas señales.
“Las nuevas democracias, sean en Brasil, México o Afganistán, dependen no de los procesos electorales, sino del funcionamiento del gobierno, de la economía y de la sociedad. Hay muchas promesas de los políticos de que todo va a salir bien, de que la economía y el nivel de vida van a mejorar, así como la educación de los niños, etcétera, y eso no está pasando”, refiere.
Creer que las elecciones van a resolver estas cosas es tener, en cultura política, una fantasía, señala.
—Con la violencia que existe en México, ¿qué cultura política se puede formar?
—Vamos a ver qué pasa en los estados donde hay más violencia o más presencia del crimen organizado. Pero no hay un movimiento espontáneo para que exista la mano dura, para la derechización de la cultura política en México. Tenemos una sociedad con muchos elementos plurales y es posible un debate a nivel popular muy rico y saludable. No hay una fantasía de que un hombre fuerte puede resolver todos esos problemas. Hasta la fecha, la violencia no ha distorsionado el desarrollo de la cultura política, como lo han hecho las televisoras.
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