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viernes, abril 10, 2009

"Primer plano”, a segundo plano


Toda la llamada barra de opinión del Canal Once pasó de las 22 a las 23 horas desde el pasado lunes 30 de marzo. Así, para sorpresa de muchos televidentes, Primer plano se transmitió luego de la nueva serie sobre narcotraficantes Los vigilantes, producida por HBO.Ocurrió igual con otros programas de la barra como Espiral, conducido por Ricardo Raphael, y Dinero y poder, por Ezra Shabot, a los cuales anteceden ahora series (Los vigilantes, La calle, Matrioshki y Los años de tu vida), como las ofrecidas por los consorcios Televisa y TV Azteca. Se inaugurarán además nuevos programas de opinión como México diferente, Agenda a fondo, Observatorio internacional, Ciudad de todos, y uno a cargo de Adriana Pérez Cañedo.Mientras Sergio Aguayo se resiste a dar al desplazamiento de Primer plano una lectura política, Lorenzo Meyer dice sin empacho:“Nos mandaron al caramba... o poquito más lejos que el caramba.”Consultados por Proceso, los dos internacionalistas y politólogos, investigadores de El Colegio de México, dan su interpretación de lo ocurrido en Primer plano, programa en el cual participan junto con María Amparo Casar, José Antonio Crespo, Leonardo Curzio y Francisco José Paoli Bolio, cada lunes, ahora cerca de la medianoche.Meyer cuenta que les pidieron su opinión para hacer algunos cambios, entre ellos el de la escenografía, para la cual se compraría un set. Les ofrecieron respetar su vestuario siempre de negro y las tomas prácticamente sólo de los rostros de los participantes, así como el no tener un conductor o moderador. Pero jamás se les consultó del horario, “simplemente nos informaron la semana pasada: Pues fíjense que dentro de 15 días ya van a pasar de 11 a 12”. Y enfatiza:“Nos tomaron por sorpresa y me parece que es una manera de disminuir el público. Porque en un día normal –en lunes–, quien se queda viendo la televisión a las 11, o no tiene qué hacer o realmente está enfermo, porque a esas horas cualquiera que deba trabajar normalmente en esta ciudad o en cualquier parte, ya está durmiendo. Yo no sé nada de televisión, pero supongo que ya disminuye mucho la audiencia. Así que –hablo no nada más por mí, sino por mis colegas– no es algo que nos haya gustado ¡nada!”
–Y el cambio se da justo en este momento, de frente a las elecciones, cuando hacen falta espacios para el debate político.
–Exactamente. Justo en este momento. ¡Y por lo que nos sustituyeron, que es una serie de balazos, no sé, creo que de gangsters!
–Son series como las de Televisa o TV Azteca, ¿no?
–Eso me dijo mi esposa.
–¿Cabe preguntarse si...?
–¿Cuál es el objetivo o cuál es la diferencia? –interrumpe y contesta enseguida él mismo:“Hasta donde tengo entendido, el programa despertaba cierta polémica. No todos están de acuerdo con lo que decimos, pero sí es un programa crítico de la situación política. No todos pensamos igual, algunos somos críticos del régimen, otros sólo de ciertas políticas. Hay toda una gama de actitudes en el grupo, pero diría que prevalece la actitud crítica.“Para eso todos venimos del campo de las ciencias sociales y, en principio, un científico social debe estar inconforme con el statu quo en México o en Suecia, en cualquier lado, porque siempre es posible mejorarlo. No sé hasta qué punto el ser un programa crítico influya en que nos marginen, porque no hay una censura, pero es una manera de irle restando visibilidad.”Recuerda que el programa tiene ya nueve años. Comenzó en octubre de 1999 a iniciativa de Alejandra Lajous, exdirectora del canal, quien “con mucho tino” –dice el historiador– consideró que aunque el Once fuera un canal chico, valía la pena darle presencia política, sobre todo porque venían las elecciones de 2000:“Ahora parece que quieren hacer exactamente lo opuesto: Quitarle presencia política al Canal Once. ¡Justo cuando íbamos a cumplir los 10 años!”Y termina la frase riendo:“Es nuestro regalo de aniversario.”
Divertida

Relata que un primer ejercicio se hizo en 1997, con motivo de unas elecciones en el Distrito Federal. Luego de pensar en formatos, se encontró un programa sueco de mujeres, vestidas de negro, titulado De qué hablan las mujeres cuando no están sus maridos, les gustó y decidieron hacerlo similar, pero con temas políticos. Primero se pensó en hombres: Héctor Aguilar Camín (quien finalmente se fue a otro programa), Federico Reyes Heroles, Carlos Castillo Peraza y el mismo Meyer. En lugar de Aguilar Camín entraron Jesús Silva-Herzog Márquez y Carlos Elizondo Mayer-Serra.Luego de las elecciones de 2000, él sugirió dar fin al programa, pero dice que Lajous consideró que se había abierto una visión de la política y debía mantenerse la discusión. Meyer salió temporalmente porque “los dados estaban un poco cargados”, y “con tendencia hacia la izquierda pues nada más estaba yo, los demás eran de centro-derecha”.Se le pregunta si ya no está esa cargada, pues hay quienes opinan que sólo él y Aguayo tienden hacia la izquierda. Dice entonces que a Curzio y a Crespo los conoció como estudiantes y que con ellos y Aguayo hay una relación “muy de fondo”, cordial, y aunque les ha costado –“al menos a mí me costó”–, hay mucha tolerancia; tratan de no agredirse “sin ser condescendientes”, pues cada uno defiende su punto de vista.“Yo creía que estábamos muy bien, hasta que nos dicen que se va a otra hora. Pero estábamos ya en el límite, las 10 ya es una hora tarde, hubiera sido mejor las nueve... Y no, nadie nos preguntó del cambio de hora, se nos informó, lo cual no sé si debamos agradecer o no.”Los cambios han afectado otros programas, como los de Cristina Pacheco. El director Fernando Sariñana dio razones de rating. Ahora se ven anuncios con lemas como “Canal Once... una tele más atrevida”, “... una tele más plural”, “... una tele más divertida”. Irónico comenta Meyer al respecto:“Ha de ser divertido porque el país no está nada divertido. El país está muy poco divertido, la verdad no sé si quieran contrarrestarlo. Por ahí me decía Virgilio Caballero –a quien vi en un homenaje a Granados Chapa– que la idea era hacerlo un canal del gobierno, yo creo que ya es, ¿no? Porque, ¿a poco el Poli dirige ahí? Que yo sepa, no. Pero cuando les dio la orden Felipe Calderón de hacer del Once un canal nacional, pensé: ‘Qué agradable personaje’. Pero ahora ya me di cuenta por qué lo quieren hacer nacional: Quieren hacerlo nacional y quitarnos.“También a Cristina Pacheco. Después de todo tiene una manera de criticar, de ver a la sociedad mexicana de forma no complaciente, porque Cristina va viendo artesanos, a gente que está no como Slim, sino que se gana la vida de manera exactamente opuesta, con su trabajo en serio.”Ahora, agrega el investigador, hasta ve al anterior director del Once, Sergio Di Bella, como “muy decente”, pues nunca los censuró, aunque sí llegó a preguntar por qué criticaban tanto a Marta Sahagún, esposa de Vicente Fox, “pero no pasó de un comentario, no se metió con la programación... Todo estaba bien... hasta que se puso mal”.
Aguayo dice a su vez que conversó con Sariñana, quien le explicó que se trataba de una reestructuración a fondo y ello incluye poner la barra de opinión a las 11 de la noche.“Hasta ahí puedo decirle. ¿Cómo afectará o cómo es visto por el auditorio?, pues eso ya es una historia muy diferente.”
–¿Cree que les conviene ese horario: lunes a las 11 de la noche, cuando no todo mundo se desvela y vienen elecciones?
–Si de mí dependiera, preferiría seguir a las 10 de la noche, pero no quiero hacer una lectura política del cambio de horario porque forma parte de una reestructuración. No lo siento, mi impresión es que no hay una intencionalidad política.Cuando se le comenta que parte de los cambios obedecen a la idea de incrementar el rating y de ser un canal “más divertido”, ríe de buena gana. Dice que no puede opinar sobre los cambios en general porque en realidad no los ha visto, pero su idea es que el Once debe ser una mezcla entre una televisión que educa y ofrece materiales “que divierten y hacen pensar, con muy pocos comerciales, en fin, una televisión pública”.Destaca, en cambio, que hasta ahora han tenido “absoluta libertad” para abordar los temas:“Es el programa más plural y más libre. No sabe qué agradable es saber que la responsabilidad es de uno, cada quién sabrá cómo usa ese espacio, pero ahí sí se puede tocar al padre Maciel, y los hemos tocado todos esos temas...
Luego nos llegan rebotes de que a fulanito –algún poderoso– no le gustó y se enojó, y en fin, pero sí le aseguro que si algún día quisieran inhibir mi libertad de expresión ni lo permitiría e inmediatamente lo diría.”En la página web del Once se asegura que con la barra de opinión el canal “salda el compromiso de informar a su público y construir opiniones”. l

sábado, febrero 07, 2009

Fox: de la popularidad a la ignominia

Horizonte político
Fox: de la popularidad a la ignominia

Cuesta trabajo aceptar que en sólo menos de nueve años hayamos pasado (en 2000) de un intenso entusiasmo político a un estado de profundo desánimo, que mina nuestras instituciones y envenena las esperanzas. Más difícil debe ser para Vicente Fox entender cómo es que, en tan poco tiempo, pasó de ser el héroe de la democracia a un personaje vilipendiado y menospreciado por tirios y troyanos. Probablemente no entiende por qué declarar que encargó Los Pinos a alguien durante todo el sexenio provoca esta mezcla de profunda irritación, repulsa general y desdeñosa burla. Y aun si lo entendiera —cosa poco probable— no dejaría de sorprenderle (aunque de comprenderlo, simple y llanamente no lo hubiera declarado). Y que se entere de la indignada reacción pública a su palabrería, y de la mala imagen que ahora se tiene de él, es harto probable, pues aunque no lea la prensa, difícilmente podrá eludir los comentarios y opiniones vertidos en los medios electrónicos de comunicación (con todo e interrupciones para los spots electorales).Parte de la explicación se encuentra en la naturaleza veleidosa de la opinión pública. Cuando Agustín de Iturbide fue coronado emperador, encarnando un genuino entusiasmo nacional, pleno de esperanza y buenos augurios, fue llamado “Padre de la Patria”, “Héroe invictísimo”, “Antorcha luminosa de Anáhuac”, “Ángel tutelar del Imperio” y “Estupor del universo”, entre otras alabanzas. No pasó mucho tiempo antes de que su soberbia provocara su derrocamiento. Entonces se le endilgaron graves oprobios: “Calígula”, “traidor” e incluso “caníbal” (gusto poco probable en el emperador destronado, pese a que nuestros antepasados prehispánicos lo practicaran con singular entusiasmo, a menos que se refiriesen al canibalismo político, en cuyo caso no sería sólo atributo de él, sino de prácticamente toda nuestra clase política de entonces para acá). Ante ese dramático y seguramente desconcertantes cambio de ánimo nacional, y poco antes de morir fusilado, don Agustín expresó su esperanza de que la historia lo tratara de manera más amable: “Los hombres no son justos con los contemporáneos; es preciso apelar al tribunal de la posteridad, porque las pasiones se acaban con el corazón que las abrigó”.Otro tanto ocurrió con don Antonio López de Santa Anna, tantas veces elevado al pedestal del héroe vivo y tantas otras removido de ahí en medio de injurias y maldiciones. A su tornadiza naturaleza política le correspondió la volatilidad de sus conciudadanos con respecto a su persona. Fue reconocido “Héroe de Zempoala”, “Benemérito de la Patria en Grado Heroico”, “Preclaro Caudillo”, entre otras fanfarrias. “A veces héroe, a veces traidor, a veces las dos cosas al mismo tiempo”, escribió Fernando del Paso. Pero lo que Santa Anna no soportaba era la indiferencia que tuvo que sufrir en sus últimos años (pues murió de viejo y en su cama). Y no podía explicar tal desventura sino por lo malagradecido de sus compatriotas, que ya no reconocían su evidente heroicidad. Padeciendo de una nube en su ojo, y ante el ofrecimiento del médico de removerla, le respondió el jalapeño: “No, doctor, déjeme usted ciego, que no quiero ver más a los ingratos”.La mutabilidad de la gente la notó también un coronel francés —apellidado Blanchot— durante el Segundo Imperio. En una corrida de toros notó que cuando el bovino ponía en aprietos al toreador, el público gritaba ¡Viva el toro!, más cuando estaba a punto de ser sacrificado el animal, entonces venía el clamor de ¡Maten al toro”! Al llegar Maximiliano a la plaza, la gente exclamó de inmediato ¡Viva el emperador! Lo que llevó al oficial galo ahí presente a preguntarse cuánto tiempo pasaría antes de que esas mismas voces soltaran un ¡Maten al emperador! El propio Benito Juárez había detectado esos vaivenes políticos de sus conciudadanos y reflexionó a propósito del entusiasmo que despertó el príncipe de Habsburgo: “El mundo mexicano es capaz de atarantar al mismo Luis Napoleón (Bonaparte), si viniera a vivir unos días a México. Es singular esta gente nuestra. Al que no la conoce y es fatuo, sus ovaciones y adulaciones lo embargan, lo tiran y lo pierden; y si es débil, sus injurias y maldiciones lo desalientan, lo tiran y también lo pierden”. Probablemente así somos a falta de instituciones eficaces para llamar a cuentas políticas o legales a nuestros gobernantes, sea por sus traiciones, abusos, corrupción, ineptitud o estupidez.De conocer todo esto Fox, quizá pudiera consolarse un poco y atribuir su cambio de situación a la veleidad de los mexicanos, esperanzado en que la posteridad le devuelva su rango de adalid de la democracia mexicana. Pero por mucho tiempo el rudimentario ranchero tendrá que seguir recibiendo desprecios, burlas y escarnios. A menos que no salga del Centro Fox ni prenda radio o televisión o lo haga si acaso sólo para ver programas extranjeros o reality shows, en donde seguramente podría sentirse en armonía con el medio ambiente ahí prefabricado.Muestrario. En mi anterior colaboración hablé sobre la falta de agilidad del IFE al no haber avisado a los medios desde el sábado mismo que lo dicho por TV Azteca el día anterior —en el sentido de que el IFE ordenaba interrumpir la transmisión de eventos para la emisión de spots— no era correcto. El IFE me aclara que sí lo hizo (y que su personal sí laboró el fin de semana). Por lo cual, en justicia, retiro las críticas vertidas a propósito de esa imprecisión. Esto implica que las televisoras sí conocieron la aclaración del IFE antes de hacer las interrupciones referidas y, aún así, procedieron a predisponer a su auditorio contra el instituto, afirmando que los cortes, justo en pleno evento deportivo, habían sido ordenados por aquél.

lunes, enero 12, 2009

País de acuerdos, comisiones, leyes… y mentiras

País de acuerdos, comisiones, leyes… y mentiras
Horizonte político
José A. Crespo

El acuerdo anunciado la semana pasada por Felipe Calderón, para aminorar los costos de la crisis económica, evoca en cierto grado aquellos en los que los presidentes priistas lograban convocar a los principales actores políticos y económicos para, por ejemplo, aplicar un plan de choque. Presentar un acuerdo amplio en lugar de un programa propiamente gubernamental, parece tener más propósitos mediáticos y políticos que de eficacia económica. Se manda el mensaje de que los 25 puntos presentados por Calderón fueron consensuados por los actores relevantes, muchos de los cuales en la realidad no parecen muy convencidos. Y si tales medidas resultan insuficientes, o de plano fallidas, la responsabilidad será compartida.
En México, una recurrida forma de enfrentar los problemas es con actos solemnes, pomposos, acompañados de discursos grandilocuentes y retórica dorada. Es parte de nuestros usos y costumbres, que trascendieron propiamente la era priista, pues son cuidadosamente preservados también por los gobiernos panistas. Dice al respecto Sara Sefchovich, en su recién publicado libro País de mentiras (Océano, 2008): “En México se supone que basta con que existan leyes, instituciones y convenios para que las cosas se hagan o se resuelvan”. Eso explica, continúa Sefchovich, que: “Una de las cosas que más le gusta a nuestros poderosos es firmar convenios y acuerdos. Les encanta sentarse en largas mesas con manteles de fieltro verde y guapas edecanes vestidas de minifalda paradas detrás, que les entregan las plumas fuente con las que estamparán su rúbrica frente a las cámaras. Por eso, un día sí y otro también los vemos participar en esas ceremonias”. Son una forma de hacer como que se resuelven los problemas. Es parte de la simulación nacional que constituye el andamiaje de la sociedad mexicana desde que existe como tal. Y no se ve que eso vaya a cambiar, pues al parecer no conocemos otra forma de relacionarnos, de organizarnos, de comunicarnos.
Y así como los diferentes acuerdos sustituyen frecuentemente las soluciones reales a los problemas, otro tanto ocurre con las leyes, a las que somos muy proclives también bajo la premisa de que, al promulgarlas, la realidad cambiará en automático: “Existe entre nosotros la convicción, heredada de la era colonial con sus costumbres españolas y de los liberales decimonónicos con sus ideas francesas, de que esa es la manera de hacer que las cosas funcionen”, dice Sefchovich, que ejemplifica con el fraile Diego Durán, quien en el siglo XVI reflexionaba: “¿En qué tierra del mundo hubo tantas ordenanzas de república, ni leyes tan justas ni tan bien ordenadas, como los indios tuvieron en esta tierra?” Probablemente la respuesta correcta es ¡en Nueva España!, por supuesto, pero en ninguno como aquí todo ello sirvió de tan poco, y por ello Alejandro von Humboldt nos catalogó, a fines del Virreinato, como el país de la desigualdad, en un siglo donde la desigualdad aún imperaba en todo el mundo.
“Resulta que hay leyes para todo lo imaginable —continúa Sefchovich—: para garantizar el derecho de los mexicanos a la salud, la educación, la alimentación, el trabajo… (Incluso) Se crea una ley que prohíbe ‘el financiamiento, la planeación y la comisión de actos violentos de grupos extremistas en el territorio’.” Pero el Estado, es evidente, no tiene la capacidad de hacerla cumplir. Promúlguese la ley, mas no se acate, sea por ineficacia, corrupción o conveniencia política. Y eso, cuando los ordenamientos están más o menos bien diseñados, sin fuertes contradicciones, lagunas o excepciones, como suele ocurrir aquí. Pues, aun así, no es usual que la ley se aplique debidamente, al menos no con criterios universales y sistemáticos: se hace según resulte conveniente al poder. La ambigüedad legal fue deliberada durante el régimen del PRI —recuerda Sefchovich—, pues eso daba mayor margen de discrecionalidad en su interpretación y aplicación. Algo que no ha cambiado significativamente durante los gobiernos del PAN. Y hacia el mundo exterior, el engaño también juega su papel. Enrique Krauze hace poco recomendó: “Practicar hacia fuera lo que predicamos adentro” (9/ene/08). Sería mejor que practicáramos adentro lo que predicamos adentro, algo que se percibe lejano.
Embustes y contradicciones afloran diariamente. Por ejemplo, sólo en un país como éste el primer mandatario se entusiasma con la crisis económica mundial, al considerarla un interesante reto a superar. Nada más en México, tras unos comicios como los de 2006 que no lograron siquiera generar consenso electoral, el Presidente en turno declara que, “el mexicano, es el sistema electoral más moderno, mejor estructurado y más eficiente del mundo” (15/ago/06). Sólamente aquí un Partido Verde se pronuncia por la pena de muerte y otro que se presenta como una alternativa a lo que existe, dirime sus procesos internos con actos porriles y una autoridad electoral (el TEDF) convalida el procedimiento. Esas cosas sólo pasan en un país construido sobre mentiras, simulación, ficciones, cinismo y un elevado grado de autoengaño social, inevitable recurso de supervivencia.
Muestrario. Tras casi un año de estar fuera del aire, regresa Carmen Aristegui en un nuevo espacio que a partir de hoy emite MVS, para fortuna de su audiencia y del periodismo crítico, agudo y valiente, como el que hace Carmen. Enhorabuena. Por mi parte, considero un honor incorporarme al programa Encuentros, de Telefórmula, con Miguel Ángel Granados Chapa, Virgilio Caballero y Ricardo Rocha, tres figuras del periodismo por quienes siento un gran respeto profesional y humano.