Rebelión
Si la tragedia, en el sentido clásico, se configura como una situación sin salida donde todos los caminos del conflicto conducen al dolor, ninguno de los pueblos del mundo merece vivir en la tragedia.
Y, desde luego, no Colombia.
Quienes, en defensa de la humanidad, visualizamos un mundo donde la libertad y la felicidad colectiva se asienten sobre la justicia, nos negamos a creer que en Colombia se haya consolidado la tragedia como un destino ineludible.
Por el contrario, estamos convencidos de que en ese entrañable país llegó la hora de cancelar el largo período de violencia estructural, para emprender, de una vez por todas, la ruta de la paz.
Pues, entre otras cosas, Colombia debe acompañar a los pueblos y naciones hermanas en la construcción de la unidad latinoamericana y caribeña, y para eso es prioritario que solucione sus conflictos internos.
Reconocemos que tal vez sea difícil desmontar el universo de intereses creados, de posiciones, razones e, incluso, resentimientos que alimentan la contienda. Que tal vez la construcción de la paz sea de las que hay que hacer paso a paso, gesto tras gesto, acuerdo sobre acuerdo, apoyándose siempre en la buena voluntad, y la persistencia en ella, de las partes en pugna.
Creemos que éste es un buen momento para ello.
La mediación del Presidente Chávez, aceptada tanto por el Gobierno de Colombia como por las FARC, en relación con el intercambio humanitario, ofrece una oportunidad extraordinaria. Pensamos que es muy importante no desperdiciarla.
Llamamos, pues, a todos los involucrados a acompañar en primer lugar el esfuerzo del Presidente de Venezuela, facilitando las cosas para que el intercambio pueda realizarse a corto plazo. Y una vez logrado éste, a consolidar un camino de paz que sea irreversible, con la seguridad de que no sólo las familias y comunidades afectadas, sino el pueblo de Colombia y el mundo entero lo agradecerán.
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