Carlos Fernández-Vega
La pobreza y el desempleo, ¿no lo son?
Los lentes oscuros de Felipe Calderón
Sojo, cazador de burbujas inflacionarias
Tendría que definir qué es lo que entiende por crisis, porque, al igual que en el sexenio pasado, el actual inquilino de Los Pinos lleva ya varios discursos al hilo con dicho tema como elemento central y con los mismos lentes oscuros.
Entre la frases utilizadas por Felipe Calderón destacan, con todo y sintaxis oficial, las siguientes: “Que nunca más una crisis económica afecte a los mexicanos… nos costó mucho trabajo, pero trabajamos de manera decidida para no volver nunca más a una crisis económica… trabajamos para que no se repita una crisis económica… estamos trabajando para que nunca más volvamos a tener una crisis económica”, y así por el estilo.
En el sexenio del “cambio”, entre remodelación y ampliación del rancho San Cristóbal, Vicente Fox no perdió oportunidad para presumir que con él en Los Pinos no habría crisis (“signo del pasado”) que terminaría su sexenio sin crisis, que heredaría una nación sin crisis y, en resumidas cuentas, que la crisis le pelaba los dientes.
El michoacano retoma el discurso y el decreto de la “inexistencia de la crisis”, y lo hace con igual falta de visión, insensibilidad o cinismo que sus antecesores en Los Pinos, porque de qué otra manera, que no sea crisis, se puede calificar a un país en el que la mitad de su población sobrevive en la pobreza y la miseria; en el que casi 45 millones de personas no tienen para lo elemental; en el que la economía “crece” a niveles similares o incluso inferiores a los reportados por una nación como Haití; en el que alrededor de 60 por ciento de los ocupados obtienen un ingreso menor a tres salarios mínimos; en el que la mitad de los trabajadores se emplean en el sector informal; en el que millones de personas han emigrado para mejorar su precario nivel de vida; en el que el salario mínimo vigente es totalmente anticonstitucional; en el que la mayoría de empleados no tiene prestaciones de ley... y tantas otras carencias y deficiencias. Si esto no es crisis, entonces qué es.
Todo indica que para el clan que lleva cinco lustros en el poder lo único que debe entenderse por crisis es devaluación, hiperinflación, tasas de interés en las nubes, elevado riesgo-país, reducidas reservas internacionales, déficit y demás síntomas de inestabilidad macroeconómica, pero no pobreza, miseria, desempleo, marginación, migración, salarios de hambre y conexos.
De allí el discurso vacío, repetitivo y temerario de que México está libre de crisis. Dijo ayer el inquilino de Los Pinos: “Hoy nos encontramos en un momento muy diferente de nuestra historia y estamos trabajando de manera decidida para nunca más volver a tener una crisis económica en el país; ese es un compromiso muy claro que tiene este gobierno con todas las mexicanas y con todos los mexicanos, que nunca más una crisis económica afecte el patrimonio nacional… pensar en 25 años atrás es pensar en lo que había en México en aquel entonces y lo recordamos perfectamente. A veces se nos olvida a los mexicanos lo que se ha sufrido y lo que ha pasado el país, y quizá por eso no se aprecia cabalmente el logro que se tiene”.
¿En serio las condiciones de vida, las perspectivas para el grueso de los mexicanos han cambiando en esos 25 años? ¿Realmente, en lo social y económico, México es diferente que hace cinco lustros, como se presume en el discurso oficial? ¿No hay crisis, o no quieren ver la crisis? Cuarenta y cinco millones de personas en pobreza y miseria, ¿no es muestra de crisis social y económica?
Pero más allá de los lentes oscuros que utiliza para no ver la crisis, el inquilino de Los Pinos no desaprovecha foro público para lavarse las manos sobre el impuesto “especial” a las gasolinas que ha desatado la escalada de precios. Ayer insistió: el Congreso fue el agresor, en términos fiscales.
En efecto, el Congreso lo aprobó, pero hay que recordar de dónde salió la propuesta, disfrazada de “reforma fiscal”, enviada a la Cámara de Diputados: “la presente iniciativa contempla la posibilidad de que las entidades federativas graven con impuestos locales únicamente la venta final de gasolina y diesel, así como el consumo final de tabacos labrados y cervezas, habida cuenta de que esos bienes permiten el establecimiento de contribuciones de fácil administración local y que implicarán un alto impacto recaudatorio para las entidades federativas, lo que a su vez redundará en el fortalecimiento de las haciendas públicas locales y se traducirá en obras de infraestructura y programas de desarrollo social tendientes a disminuir la pobreza y mejorar el nivel de vida de sus habitantes” (firma Felipe Calderón).
Y en medio de la sacudida, el avezado secretario de Economía, Eduardo Sojo, caza “burbujas inflacionarias” (producto de la “reforma fiscal”) que ya causaron estragos en la población. En plena operación curativa, este personaje asegura que “es decisión gubernamental frenar la burbuja”, cuando en realidad su obligación era evitarla, o en el peor de los casos, detenerla a tiempo, no después, una vez que el golpe nadie lo quita.
Pero tranquilos, que no hay crisis.
Rebanadas del pastel
Mientras Sojo, el cazador cazado, persigue “burbujas inflacionarias” con su red virtual, el Banco de México reitera que, producto de la “reforma fiscal”, habrá más alzas de precios en los próximos meses, y que en el corto plazo la canasta de alimentos seguirá presionando la inflación… Habrá que prepararse porque en enero se inaugura la segunda temporada de “burbujas inflacionarias”, al entrar en vigor el impuesto “especial” a las gasolinas.
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