Miguel Ángel Velázquez
A mitad de este año, antes de la controversia por la Torre del Bicentenario, un grupo de funcionarios de la administración del Bosque de Chapultepec se percató de que una parte de ese lugar, que tanto defendió la delegada Gabriela Cuevas, se hallaba llena de basura y cascajo, pero además convertida en un inmenso estacionamiento para los camiones del servicio de limpia de la delegación Miguel Hidalgo.
La historia data de 2005, cuando el ex delegado Fernando Aboitiz pidió permiso para usar el predio de la calle Alencastre para almacenar el material de construcción que requerían ciertas obras en la demarcación, y se le concedió. La única condición era que el predio se mantuviera en orden y limpio. Las condiciones se cumplieron.
Después, a la llegada de la Juana de Arco del panismo a la Miguel Hidalgo, el lugar se convirtió en lo que hallaron los funcionarios del bosque: un cochinero; pero además ese predio perdió sus áreas verdes porque se construyó una plancha de cemento para dar entrada a los camiones de limpia, y se levantaron cuartos cuyo destino nunca se definió, pero que junto con la plancha mencionada ocupan más de una hectárea del bosque.
No se trata aquí de volver a la defensa inútil de la torre, que como dijimos en su oportunidad, ni nos va ni nos viene, pero sí de hacer un alto para reflexionar sobre la actitud de la señora Cuevas.
Al oponerse a la torre argumentó defender a los vecinos del lugar, a quienes se estaba arrebatando, a la mala, un pedazo del pulmón de la ciudad, su bosque, aunque sabía que en el proyecto se tenía contemplado reforestar la parte verde que se quitaría para la obra.
También dijo defender la legalidad, pero resulta que desde julio pasado la Secretaría del Medio Ambiente de esta ciudad revocó el permiso que se otorgó a su antecesor, el cual ella aprovechó para dar otro uso al solar, y se le ordenó desocupar el área.
Seguramente Gaby de Arco, como la llaman los azules, escuchó de nuevo las voces que la animan en su cruzada y desdeñó la voz de la ley, que en este caso no tenía por qué cumplirse, según la conseja de esos susurros, y por eso, nada más de palabra se dijo dispuesta a entregar el predio, aunque no dijo cuándo.
Total, ahora la Dirección de Bosques Urbanos del Distrito Federal le puso un plazo final: un día antes de que concluya el año. Mientras, corre la denuncia que ante la Procuraduría Ambiental y del Ordenamiento Territorial interpuso el secretario general del PRD en el DF, Carlos Reyes Gámiz, por la invasión de terrenos en el bosque.
Pero la delegada, que además está acusada de peculado ante las autoridades judiciales de la ciudad, ha contratado como director general de Desarrollo Social nada menos que al ex secretario particular de Martha Sahagún, Omar Saavedra, seguramente para completar el coro de ángeles que le susurran al oído.
El caso del Bosque de Chapultepec deberá ser analizado, muy en serio, por los habitantes de la Miguel Hidalgo, quienes tienen que caer en la cuenta de las acciones que realiza la delegada para saber qué tanto les ha convenido su llegada a la demarcación, y las cruzadas que ha realizado para cumplir con sus caprichos, o bien para obedecer a esas vocecitas, esas vocecitas...
De pasadita
En breve, con la firma de Laura Castellanos aparecerá un libro que promete sacar a flote algunos de los rasgos aún ocultos de la guerra sucia en los años setenta. En el libro editado por Era se pone de manifiesto la importante participación de las mujeres en algunos grupos guerrilleros como la Liga 23 de Septiembre. Será interesante examinar la investigación de Laura Castellanos, quien, según nos dicen, logró hallazgos importantes.
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