Carlos Fernández-Vega
Pemex, entre el discurso apocalíptico y el triunfalista
El micrófono oficial indistintamente es utilizado para deprimir o alegrar el espíritu del auditorio; lo mismo para alertar sobre eventuales crisis por falta de insumos necesarios para el desarrollo nacional, con la consecuente y estrepitosa caída del ingreso público, o para decir exactamente lo contrario. No se sabe si lo anterior es producto del estado de ánimo del orador en turno, o simplemente de la falta de coordinación de los funcionarios que utilizan el sagrado aparato amplificador.
Prevenidos desde el arranque sexenal sobre el hipotético agotamiento de los hidrocarburos en territorio nacional, consecuencia de la extracción irracional, en el 69 aniversario de la expropiación petrolera, en marzo pasado, el inquilino de Los Pinos lanzó su apocalíptica advertencia: “la producción de crudo en el país sólo puede garantizarse menos de 10 años (9.3 para ser exactos, según discurso previo), por lo que es urgente impulsar programas intergeneracionales que eviten una situación financiera insostenible en el mediano plazo; si no actuamos, y pronto, para reponer las reservas, no podremos revertir la reducción en la producción en los últimos años, y en muy poco tiempo nuestro país tendrá problemas graves, no sólo para financiar su desarrollo, sino que incluso en lugar de ser exportadores nos convirtamos en importadores netos de petróleo y sus derivados y refinados; eso pone en riesgo la viabilidad energética de México para el futuro”.
Siete meses después, y siempre en un ambiente de constantes advertencias sobre la carencia de recursos para incrementar las reservas y el peligro nacional que ello implica, la secretaria de Energía, Georgina Kessel Martínez, toma el micrófono para reanimar al respetable e informar que “los mexicanos tenemos hidrocarburos para mantener los ritmos de producción actual por los próximos 60 años… México tiene reservas petroleras por casi 100 mil millones de barriles de crudo en yacimientos del Golfo de México”.
La anterior, en caso de ser cierto, es una excelente noticia que contrasta con la deprimente notificación que en marzo pasado hiciera el inquilino de Los Pinos (es decir, “la producción de petróleo en México sólo puede garantizarse menos de 10 años”), cuando él decía que las reservas probadas en ese momento sumaban 11 mil millones de barriles, por mucho que la Secretaría de Energía asegurara que superaban los 15 mil 500 millones (de hecho, según el Sistema Nacional de Información Energética de la Sener, con cifras de Petróleos Mexicanos, al primero de enero de 2007 la suma de reservas probadas, probables y posibles se ubicó en 45 mil 376.3 millones de barriles equivalentes de crudo).
Casi diez meses después, el total de las referidas reservas se disparó a 100 mil millones de barriles y el apocalíptico plazo se amplió de 10 a 60 años. Todo ello a pesar de que la propia Secretaria de Energía, en una de sus comparecencias en la Cámara de Diputados (abril de 2007), señaló que “contamos con un importante potencial de recursos prospectivos cercanos a los 55 mil millones de barriles de petróleo crudo equivalente”, aunque en ese entonces no utilizó lenguaje de la NASA, pues ayer dijo que “la exploración y producción en aguas profundas (en donde se encontraría el grueso del potencial) significa un reto tecnológico de grandes proporciones por la profundidad, presión y temperatura donde se desarrollan estos trabajados, por lo que se requiere una tecnología comparable a la que se necesita para enviar un hombre al espacio”.
¿En qué momento se decidió opacar el apocalíptico discurso del michoacano, para dar entrada a la triunfal notificación de que siempre sí nadamos en hidrocarburos? Quién sabe, porque nadie utiliza el micrófono oficial para dar detalles.
Sin embargo, la buena nueva, en caso de que sea cierta, también es utilizada para justificar en lo único en que sí coinciden (con discursos apocalíptico o reanimante) es en la privatización del sector energético nacional. Dado que, dice la secretaria Kessel, 88 por ciento de las nuevas reservas se localizan en el Golfo de México a más mil metros de profundidad, se requiere capital y tecnología que el gobierno mexicano no tiene, de tal suerte que hay que abrir las puertas mediante “reformas”.
Y en la misma línea está el director general de Petróleos Mexicanos, Jesús Reyes Heroles Garza, quien se queja por “la falta de recursos que ha ocasionado rezagos graves e ineficiencias operativas en Pemex; tiene problemas de productividad laboral, altos costos de logística y transporte de productos, así como ausencia de inversiones para desarrollo y modernización tecnológica”.
De dónde la sorpresa, porque es innegable que, amén de exprimirla permanentemente, aplicar una política pública que “olvida” invertir en la primera empresa del país a lo largo de cinco lustros, tiene altísimos costos, y quieren “resolver” el problema única y exclusivamente con la privatización.
Que no hay con qué, pero sólo este año Pemex deberá pagar alrededor de 80 mil millones de pesos por Pidiregas, y a lo largo del sexenio cerca de 700 mil millones, más el servicio de una deuda que carcome sus finanzas, débito que se ha utilizado para muchas cosas, menos para la modernización de la empresa. Así, nunca.
Las rebanadas del pastel
Y allí mismo, en Petróleos Mexicanos, la cosa está que arde, y no sólo por el lamentable suceso en la plataforma Usumacinta, sino por el “nuevo contrato individual de trabajo” que Reyes Heroles Garza y compañía pretenden imponer al personal que labora bajo el régimen de confianza en la paraestatal y organismos subsidiarios. La Unión Nacional de Trabajadores de Confianza de la Industria Petrolera advierte a quienes trabajan bajo ese régimen: “no firmes el nuevo contrato, porque estarás con un pie fuera de Pemex, ya que jurídicamente estarás en total indefensión”… Ya se escuchan los tambores que avisan otra alza al precio de la tortilla para finales de año, siempre bajo el lema “para que vivamos mejor” (Calderón dixit).
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