El racismo unen al cobarde del tren de Barcelona, a un premio Nobel y al líder de la oposición
Carlos Martínez
Leo en el Público que el cuñado de Mariano Rajoy fue nombrado director financiero de una obra faraónica de la Xunta de Galicia. Leo, también, en todos los mismos medios de comunicación que el citado jefe de la oposición no toma en serio a los científicos que alertan sobre el cambio climático por que se cree más a su primo. También leo que el susodicho cree que es un disparate acabar con el actual sistema de selección de jueces, fiscales y secretarios judiciales.
Mariano Rajoy, al igual que el cobarde del tren de Barcelona que agredió a una joven ecuatoriana o el premio Nobel de Medicina y Fisiología 1962, James Watson, es un racista empedernido. Estudiemos un poco – sin exceso – el pensamiento para desmentir a aquellos que piensan que Rajoy es menos fascista o peligroso que su antecesor José María Aznar.
Nuestro personaje, Mariano Rajoy Brey, es de rancio abolengo, su padre era presidente de la Audiencia Provincial cargo de elección política en plena dictadura franquista. La pertenencia a una “buena familia” seguramente le sería de una ayuda inestimable para aprobar posteriormente las oposiciones de Registrador de la Propiedad.
Rajoy inicia su carrera política escribiendo interesantes artículos como el publicado con fecha cuatro de marzo de 1983 en el diario “El Faro de Vigo” un texto titulado “Igualdad humana y modelos de sociedad” que no tiene desperdicio y es un ejemplo de pensamiento neo-racista: “Ya en épocas remotas –existen en este sentido textos del siglo VI antes de Jesucristo- se afirmaba como verdad indiscutible, que la estirpe determina al hombre, tanto en lo físico como en lo psíquico. Y estos conocimientos que el hombre tenía intuitivamente –era un hecho objetivo que los hijos de "buena estirpe", superaban a los demás- han sido confirmados más adelante por la ciencia: desde que Mendel formulara sus famosas "Leyes" nadie pone ya en tela de juicio que el hombre es esencialmente desigual, no sólo desde el momento del nacimiento sino desde el propio de la fecundación... El hombre, después, en cierta manera nace predestinado para lo que habrá de ser. La desigualdad natural del hombre viene escrita en el código genético, en donde se halla la raíz de todas las desigualdades humanas: en él se nos han transmitido todas nuestras condiciones, desde las físicas: salud, color de los ojos, pelo, corpulencia…hasta las llamadas psíquicas, como la inteligencia, predisposición para el arte, el estudio o los negocios”. Opinión que luego se ha visto corroborada posteriormente por un machista y hómofobo premio Nobel cuyas investigaciones ayudaron a descubrir la estructura del ADN, pero que todavía no nos ha dicho – ni él ni nadie – qué gen en concreto es el que predetermina que los hombre tengamos más inteligencia que las mujeres, que los blancos sean más listos que sobre los negros o que aminoácido en la cadena del ADN te predispone para ser trabajador o empresario, ladrón o banquero, conservador o progresista, inteligente o ser un individuo capaz de escribir semejantes tonterías creyéndote alguien importante.
No es de extraño, pues, que el partido (que tan bien dirige Mariano Rajoy guiándose por la inteligencia que le han dado sus genes con linaje) nombrara a un cuñado del susodicho Director Financiero de la Ciudad de la Cultura de Galicia. No se tuvo en cuenta su inexperiencia, sólo sus virtudes atesoradas congenitamente. Capacidades de prosapia que que sólo han servido para que los gallegos hayan recibido en herencia del Partido Popular un proyecto tan inútil, caro y ruinoso como la permanentemente inacabada, vacua e inundada Ciudad de las Artes y de las Ciencias de Valencia.
No nos tiene que causar perplejidad, entonces, que Rajoy siga prefiriendo las opiniones de su primo sobre el cambio climático antes que los informes de las Naciones Unidas y resto de entidades internacionales dedicadas al medio ambiente, tanto más cuando las opiniones de este familiar le pueden beneficiar económicamente, a él, a su familia y amigos.
Tampoco me pasmo por el hecho de que Rajoy se sume al coro de jueces que quieren seguir ostentando el monopolio sobre el acceso a la carrera judicial para que las estirpes judiciales no se entreveren con nuevos jueces sin apellido ni abolengo.
Por todo ello no me sorprendo que estos jueces, estos fiscales, estos periodistas y estos políticos conservadores sean tan benévolos con el agresor del tren de Barcelona, al que le aplican la máxima utilizada por el presidente de EEUU Franklin Delano Roosevelt para definir al asesino Anasatasio Somoza: “es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”.
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