David Márquez Ayala
En los tres anteriores Reportes hemos dado cuenta de la permanencia en México de una profunda desigualdad en la distribución del ingreso, que mantiene estructuras inaceptables de pobreza y riqueza extremas, carencia de oportunidades y empleo, marginación y emigración crecientes.
Todas las economías de mercado tienden, por naturaleza, a la concentración del ingreso y la riqueza en torno a los grupos y corporativos financiera, comercial y tecnológicamente dominantes; lo que diferencia a las naciones avanzadas de las atrasadas es que las primeras aplican políticas y mecanismos efectivos para redistribuir el ingreso con mayor equidad entre el capital, el trabajo y el Estado, por un lado, y entre los grupos de la población por el otro.
Para distribuir mejor deben existir y converger múltiples acciones y políticas públicas (en educación, salud, capacitación, empleo, salarios, protección a las unidades productivas de menor tamaño, etcétera) pero la política más eficaz e inmediata, la que da el sustento financiero, es la fiscal, misma que en México sigue sin funcionar aun con la “reforma” reciente.
Cuan graves no serán los dese-quilibrios que hasta organismos como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), piezas clave en la imposición del neoliberalismo, ahora aparecen como críticos de lo que ellos mismos propiciaron.
En Perspectivas de la Economía Mundial (octubre 2007) el FMI asienta: “En los pasados 20 años, la desigualdad del ingreso ha aumentado en la mayoría de los países y regiones (...); (si bien) el ingreso per cápita se ha incrementado en casi todas las regiones incluso para los segmentos más pobres de la población (…) los ingresos de los grupos relativamente acomodados han aumentado a un ritmo más rápido. Los avances tecnológicos son el factor que más ha contribuido al aumento reciente de la desigualdad (…) la globalización financiera (y la inversión extranjera directa, en particular) también han contribuido a aumentar la desigualdad…”
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO) sintetiza la situación en un dato abrumador: en el mundo cada día mueren 25 mil personas a causa del hambre y la pobreza.
Respecto de México, el BM expresa: “La lenta reducción de la tasa de pobreza se debe atribuir a que no hay un incremento suficiente de la producción (Gráfico 1) y a que existe una extraordinaria concentración de lo poco que se produce”; y en su estudio México 2006-2012, asienta: “La existencia de un régimen de impuestos bajos y alta dependencia de los ingresos petroleros funciona en favor de las personas más adineradas”. El FMI concluye: “El gran desafío del país está en la desigualdad y la pobreza”.
En contraste con lo anterior, para el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) –organismo formalmente autónomo pero presidido como juez y parte por la Secretaría de Desarrollo Social– el abatimiento de la pobreza en México ha sido un éxito continuo en la pasada década, a partir del pico de pobreza registrado tras la crisis de 1995. Dicho organismo calcula la evolución de los tres niveles de pobreza (Gráfico 2) como sigue:
Pobreza Alimentaria.- En este caso extremo en que el ingreso no alcanza a cubrir ni los requerimientos básicos de alimentación, en 1996 se encontraban 34.7 millones de personas (37.4% de la población) y para 2006 ya sólo 14.4 millones (13.8%). En pesos, esta línea de pobreza era en 2006 de 599 pesos o menos por persona al mes en el ámbito rural y de 810 pesos en el urbano.
Pobreza de Capacidades.- Ingreso insuficiente para cubrir los requerimientos mínimos de alimentación, salud y educación. En 1996 abarcaba a 43.4 millones de personas (46.9% de la población) y en 2006 a 21.7 millones (20.7%). En dinero, está línea era en 2006 de 708 pesos en el campo y de 993 pesos en la ciudad.
Pobreza de Patrimonio.- Ingreso menor al necesario para un consumo básico de alimentos, salud y educación, más vestido y calzado, transporte público y vivienda. En 1996 se encontraban en este nivel de pobreza 64 millones de personas (69% del total) y para 2006 únicamente 44.7 millones (42.6% de la población) (Gráfico 3). La línea de esta pobreza era en 2006 de mil 86 pesos de ingreso mensual por persona en el ámbito rural y de mil 625 pesos en el urbano.
Aun con el optimismo de estas cifras, la pobreza en el país sigue siendo abrumadora. Interesante sería, por lo demás, conocer la opinión que tiene sobre tales éxitos el medio millón de emigrantes que cada año abandona el país huyendo de la miseria, así como el peso de los miles de millones de dólares que remiten a sus familias para su supervivencia.
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