Volkswagen, la aristocracia obrera
El movimiento obrero de la armadora ha decaído
Foto: rafael durán
Puebla, Pue., 29 de octubre (apro).- Desde 1992, con el cambio del contrato colectivo de trabajo (CCT) y del comité ejecutivo del Sindicato Independiente de Trabajadores de la Industria Automotriz de Volkswagen (SITIAVW), el movimiento obrero de la armadora ha decaído y, quienes representan a los trabajadores, se han convertido en personajes “insensibles” a las demandas sociales.Esta tendencia se explica, primero, porque los trabajadores, a raíz de la crisis de empleo en el país, privilegian la estabilidad laboral a la lucha social. Este fenómeno se suma a la creciente ambición de los representantes obreros por escalar en su vida política y laboral, utilizando la estructura del comité ejecutivo del SITIAVW.Y es que, en un santiamén, un obrero del nivel más bajo, el A5, que equivale a 146.45 pesos diarios, puede subir sus ingresos al grado máximo, de 503.90 pesos diarios. Lo anterior, en caso de ser uno de los quince elegidos en la cúpula del sindicato. Pero esto no es todo, ser miembro de este exclusivo círculo obrero conlleva la administración de las cuotas de los trabajadores, que ascienden a 150 mil pesos semanales, a cambiar de automóvil cada tres meses y a tener trato preferencial con la empresa.Entonces, arribar al comité ejecutivo del SITIAVW se vuelve una tentación para muchos trabajadores, quienes además se ubican en una etapa de poca o nula conciencia sobre los derechos laborales. A estas conclusiones llegaron, por separado, los miembros del Colectivo de Trabajadores por la Unidad Sindical y el economista de la Universidad Autónoma de Puebla (UAP), Huberto Juárez Núñez, quien desde hace tres décadas estudia el fenómeno obrero, con decenas de libros y artículos sobre el tema.Por un lado, Juárez Núñez sostiene que hoy quedó prácticamente sepultado el movimiento laboral de los obreros de la armadora alemana, aquel que a finales de la década de los ochenta cerró la carretera México-Puebla y todos los accesos aledaños.En cambio, lamenta que los últimos dirigentes llevan el peso de acusaciones de enriquecimiento ilícito y de ceder ante las presiones de la empresa.
Elecciones en noviembre
La opinión del Colectivo de Trabajadores por la Unidad Sindical va en un mismo sentido, pero desde otro terreno. Denuncian que los dirigentes se han convertido en personajes ajenos a la demanda de los obreros y en figuras públicas con altos privilegios.Esto –argumentan– justifica por qué cientos de obreros se inscriben en época de elecciones, que en esta ocasión arrancan el próximo 5 de noviembre.“Emiliano”, “El Obrero Crítico”, Víctor Contreras y Hermenegildo González, como firman en su periódico mensual “Realidad Sindical”, describieron en entrevista la opacidad con que actúa el comité ejecutivo del sindicato, su nula presencia y representatividad entre los obreros, y el asombroso enriquecimiento de sus líderes.Tan sólo en esta elección se inscribieron nueve planillas de 40 miembros cada una; es decir, participarán 360 obreros de forma directa en la elección, de un total de 9 mil trabajadores de planta. Los obreros entrevistados –dos de ellos utilizaron su seudónimo debido a que ya han sido hostigados por su posición crítica– describieron todos los beneficios económicos que conlleva ser electo miembro del comité ejecutivo. De entrada, el salario llega a ser casi cinco veces superior. Las prestaciones también aumentan, una de ellas es el privilegio de cambiar de coche de la planta cada tres meses.Además, el comité ejecutivo maneja las cuotas sindicales, que ascienden a 150 mil pesos mensuales. A esto se suma, denunciaron, las ofertas de “compra de conciencia” que frecuentemente utiliza la empresa para someter la voluntad de los representantes obreros.Sólo así se explica –puntualizan– que los últimos líderes sindicales como Luis Fonte, Gaspar Bueno y Salvador Corro hayan salido inmediatamente de la planta cuando terminaron sus periodos de dirigentes, y ahora sean propietarios de transportes, taxis e incluso de empresas constructoras. El caso del actual dirigente es emblemático. José Luis Rodríguez Salazar, recuerdan los entrevistados, hasta hace poco más de una década viajaba a bordo de un viejo automóvil modelo Dart y vivía en una colonia obrera. Ahora, se transporta en coches lujosos, goza de propiedades en zonas residenciales y es regidor del ayuntamiento de Puebla por parte del Revolucionario Institucional.El ascenso económico y político de los dirigentes se entiende, entre otros aspectos, por la discrecionalidad con la que el comité ejecutivo maneja los recursos emanados de las cuotas sindicales. Aunque los dirigentes están obligados a brindar reportes bimestrales, en la práctica sólo organizan una o dos asambleas por año, acusan los miembros del Colectivo de Trabajadores por la Unidad Sindical.Es decir, los obreros ignoran el destino de sus cuotas, y la única inversión palpable de estos recursos se observa en el gasto de organización de fiestas en fechas como el 10 de mayo o el Día del Niño.Sin embargo, los miembros de este colectivo carecen de pruebas sobre los sobornos que presuntamente reciben los miembros del sindicato por parte de la empresa, aunque aseguran que todos ellos terminan con una súbita riqueza que no se podría explicar simplemente con el sueldo que perciben. Además, acusan que existe una desvinculación del sindicato con los obreros. Los trabajadores rara vez entran en contacto con los líderes y éstos esquivan realizar visitas a las áreas de trabajo. Esta información es corroborada por Huberto Juárez Núñez, autor de los libros “Enfrentando el cambio” y “El auto global”, ambos sobre la industria automotriz. Además de economista, Huberto Juárez es investigador de la planta de Volkswagen, la empresa más importante asentada en Puebla, desde hace tres décadas.El académico asegura que actualmente los dirigentes sindicales “se han insensibilizado” de las demandas laborales de sus compañeros, aunque, a la vez, reconoce que los propios trabajadores cambiaron la lucha social por la estabilidad laboral, debido a la falta de empleo que prevalece en el país.El papel de la Unidad Obrero IndependienteA manera de contexto, Juárez Núñez recuerda que fue en 1964, con la llegada del Volkswagen Sedan –mejor conocido como “el vochito”– cuando la planta alemana firmó un contacto con la Confederación de Trabajadores de México (CTM) para entrar como representante de los obreros.En esa época, recuerda, el sindicato carecía de poder en las tomas de decisiones, sumado a que existían cláusulas en el CCT tales como que la empresa podía cambiar, cuando quisiera, de turno y área laboral a cada obrero. Fue así como el cambio de horarios continuo y la falta de estabilidad provocó que un obrero visionario para su tiempo, Diego Ortiz Balderas, pidiera la asesoría del entonces afamado abogado Juan Ortega Arenas, de laUnidad Obrero Independiente (UOI).La intervención de este personaje tuvo, como beneficio, la desincorporación de la CTM pero, como perjuicio, la centralización ilimitada de la propia UOI, con más capacidades que el propio sindicato.En esa etapa, Ortega Arenas aplicó una regla: todo secretario general del sindicato debe salir cuando termine su periodo. Con el tiempo, el autoritarismo de la UOI orilló a que en 1981 Alfredo Hernández Loaissa, militante del Partido Comunista (PCM), derrocara a la organización de Ortega Arenas. No obstante, acota el investigador, Hernández Loaissa “se entendió con la empresa”. En 1987, con la militancia de obreros de izquierda en su apogeo, los trabajadores se opusieron a un intento de la empresa de reducción de prestaciones y salario. Esto motivó una huelga general de 59 días, la más larga en la historia de la empresa.Aunado a la suspensión de labores, los trabajadores cerraron todas las vías de comunicación entre México y Puebla.Juárez explica que, detrás de todas estas decisiones, siempre estuvo una figura: los seccionales. Esta era una parte del sindicato donde cada sección de la planta estaba representada, lo que motivó la alta participación y movilización social de los obreros.Sin embargo, en 1992, con Gaspar Bueno Aguirre al frente del sindicato, se impulsa un cambio de estatutos, que incluía la desaparición de los seccionales, además de un nuevo modelo de trabajo, basado en los estímulos al trabajo y la anulación de prestaciones, como la antigüedad.A pesar de estos cambios, entre 1993 y 2000 la producción de la empresa se elevó y hubo estabilidad sindical, recuerda el investigador.Así, el cambio de estatutos, la bonanza de la planta germana y el debilitamiento de la militancia de izquierda a raíz del hostigamiento y el miedo a perder el empleo, crearon un espasmo entre los obreros.En ese contexto arriba José Luis Rodríguez Salazar, quien no sólo lleva dos periodos consecutivos al frente del comité ejecutivo, sino que podría repetir nuevamente, según prevé Juárez Núñez.Basa su argumento en que Rodríguez Salazar, a pesar de su militancia priista y la desventaja de ejercer un cargo en el ayuntamiento, ha logrado un equilibrio entre la empresa y los trabajadores mediante la implementación de un “sistema de consultas”, donde los obreros participan sobre decisiones relevantes, como la revisión del CCT.
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