José Steinsleger/ I
Una de las opciones frente a la repentina crisis política de Myanmar (antes Birmania) consiste en seguir el consejo de Napoleón: si quieres entender los problemas de un país, consulta el mapa. Y la otra, repetir a coro titulares clichés como los de El País de Madrid: “La bota militar ahoga Myanmar… los monjes defienden el derecho de los birmanos a una vida digna” (30/9/07).
La geografía, es verdad, poco nos dirá de los olvidados pueblos de Myanmar y sus graves padecimientos económicos y sociales. Pero como al imperio sólo le interesa el factor geopolítico, habrá que tomar con pinzas la llamada “revolución azafrán” de los monjes budistas, o las declaraciones de la líder de oposición Aung Sang Suu Kyi, formateada políticamente en Londres y Washington, según el guión “democrático” que en su momento aprendieron Corazón Aquino, de Filipinas, y Benazir Bhutto, de Pakistán.
Por su lado, los chinos reclaman “un nuevo concepto de seguridad” en la región Asia-Pacífico. De hecho, en los primeros días del mes pasado, el presidente Hu Jintao realizó una visita de Estado a Australia, donde participó en el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC). China reclama para el área confianza mutua, igualdad, diálogo y cooperación. Principios que representan lo opuesto de Estados Unidos, que por esos días iniciaba en el golfo de Bengala unos ejercicios navales de gran envergadura con India, Japón, Australia y el Estado simbólico de Singapur.
El Comando del Pentágono en la cuenca del Pacífico supervisa las fuerzas y operaciones militares, ejercicios y entrenamientos en un área de 170 millones de kilómetros cuadrados, que incluye 43 países y territorios, y es responsable de la defensa de Japón y Corea del Sur, mediante tratados firmados en 1950.
Recabando la opinión de expertos y diplomáticos, la agencia de noticias Prensa Latina observa que las actividades militares del Pentágono están adquiriendo una influencia cada vez más preocupante e inquietante en Asia. Simulacros conjuntos con Singapur, Bangladesh y Tailandia y, por primera vez en 44 años, comandos especiales de India y Estados Unidos que realizaron maniobras en una gigantesca base en la ciudad de Agra, cercana al Taj Mahal, al norte de Nueva Delhi.
La “cooperación multilateral” con los países asiáticos alineados con Washington, predispuestos a sumarse a cualquier aventura militar del Imperio, tiene movilizados a más de 100 mil soldados yanquis en centenares de complejos terrestres, aéreos y marítimos en varios estados, Corea del Sur y Japón en particular. A ello obedece el súbito desgarramiento de vestiduras del presidente George W. Bush por “la libertad y la democracia” en Myanmar. Que no incluye, obviamente, sensibilidad alguna ante la no menos corrupta dictadura militar de Tailandia, la represión del gobierno de India en Cachemira, la más leve crítica a su socio el general Pervez Musharraf de Pakistán, a los títeres represivos que gobiernan Bangladesh y al régimen autocrático de Sri Lanka.
Todo el problema con Myanmar nace de su no alineamiento con Washington, de sus importantes yacimientos de gas natural y de reservas petroleras, estimadas en 3 mil millones de barriles, que para China son como el oxígeno al pulmón. En el primer semestre del año, las inversiones de Pekín en Myanmar ascendieron a mil 100 millones de dólares, 40 por ciento más que en el mismo periodo en 2006.
Birmania y Corea del Sur: asimétricas sincronías de la llamada guerra fría, y los cuentos inconclusos del imperio yanqui en el tercer mundo. La ONU ha tomado cartas en la crisis de Myanmar. Pero hace medio siglo una crisis de esta índole hubiese contado con el aporte creativo de estadistas como el birmano U Thant (1909-74), hombre comprometido con la causa anticolonial de los pueblos y la paz.
U Thant ejerció el cargo de secretario de la primera cumbre asiática-africana que en Bandung (Indonesia) dio origen al Movimiento de Países no Alineados (1955). Y luego, ajustado a los grandes principios pensados al término de la Segunda Guerra Mundial, desempeñó el cargo de secretario general de la ONU con singular y consciente destreza diplomática (1961-71). Pero hoy, desafortunadamente, el máximo foro de la política mundial está administrado por el coreano Ban Ki Moon, peón de la Casa Negra y totalmente opuesto al espíritu de U Thant.
En ese contexto, la eventual caída del represivo y anacrónico gobierno birmano daría a Estados Unidos un mirador territorial mucho más interesante que el de Corea del Sur, situada frente a China oriental, aunque separada por las encrespadas aguas del mar Amarillo.
Myanmar comparte con China una dilatada y accesible frontera de 2 mil 185 kilómetros, fuera de los 2 mil kilómetros de costas que posee en el océano Indico. De paso, un conflicto prolongado en la ex colonia británica, donde Rudyard Kipling compuso su célebre poema Mandalay y un policía imperial llamado George Orwell describió los estragos de la dominación colonial en el país de las pagodas, les aguaría a los chinos la magna celebración de los Juegos Olímpicos en 2008.
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