Barrio 23 de Enero en Caracas: un ejempo concreto
Marcelo Colussi
Argenpress
Si algo define al socialismo son dos cosas: 1) la propiedad social de los medios de producción y 2) el poder popular.
En cada una de las todavía pocas experiencias socialistas que hemos transitado hasta el momento entre el siglo pasado y comienzos del presente, estos elementos –con sus respectivas particularidades– han estado puestos siempre como puntos prioritarios en la agenda de la construcción de las nuevas sociedades. No otra cosa podría ser en Venezuela también, donde se está edificando un nuevo modelo: el socialismo del siglo XXI.
¿Qué es exactamente el poder popular? Es el poder que emana del pueblo, pero no esa delegación simbólica, aguada y desabrida, de la democracia representativa, donde cada cierto período se cumple con el rito de elegir a supuestos representantes de la voluntad popular. No, en absoluto. El poder popular es el ejercicio efectivo, a través de la organización y la participación real, de la amplia mayoría de un pueblo en la decisión de los asuntos básicos que le conciernen. El poder popular es más, infinitamente más que la atención de los problemas puntuales de una comunidad acotada, el alumbrado público o el adoquinado de un barrio, la resolución de un problema específico del transporte colectivo de un sector urbano, o la instalación del agua potable o la edificación de una escuela en una comunidad rural. El poder popular es la democracia real, directa, efectiva, participativa del pueblo soberano, no sólo para atender problemas prácticos puntuales sino para definir y controlar la implementación de políticas macro a nivel nacional, e incluso internacional.
No es fácil su puesta en marcha, y las pocas experiencias habidas hasta ahora (los soviets en la Rusia bolchevique, los consejos obreros y campesinos chinos, los Comités de Defensa de la Revolución cubanos, etc.) muestran que implica un camino largo, complejo, no exento de dificultades. Pero así se hace el socialismo, hacia una sociedad nueva, libre de explotación, plena de justicia. Y en la República Bolivariana de Venezuela eso mismo está sucediendo hoy.
La parroquia “23 de Enero”, en la zona oeste de la capital, Caracas, por detrás del palacio presidencial de Miraflores, con una población de 82.000 habitantes, es un sector de la ciudad con una ya larga trayectoria de organización y lucha popular. Ahí, antes que la actual Revolución Bolivariana tomara cuerpo, los fermentos de poder popular ya eran un hecho. Tal como dice Susana Rodríguez, una lidereza histórica del sector: “El “23 de Enero” es un referente histórico como bandera de lucha, como símbolo de la organización de la comunidad. Pero esto fue combatido desde siempre por la derecha, por los grupos de poder que siempre han querido silenciarnos. Por años todo el barrio estuvo ganado en muy buena medida por los narcos. ¿Por qué se instala todo el negocio de los narcos en el 23 de Enero? Eso no fue casual; hay toda una intencionalidad política en la cuestión. Llega para adormecer, para parar toda esa organización que es ya emblemática dentro del barrio, y de la ciudad, y sin dudas del país. La policía perseguía a la comunidad organizada en vez de dedicarse a perseguir a los delincuentes ligados al narcotráfico. Y hasta podría decirse que hay ahí una cierta complicidad. Si bien es muy difícil demostrarlo en forma fehaciente, todo lleva a pensar que el narco entró al barrio para quebrar la lucha popular, la organización. Alguien le dio la luz verde para que entrara”. Pero justamente la organización de base, el verdadero poder popular que aquí siempre se constituyó, logró vencer esa provocación. “El 23 de Enero va a seguir siendo siempre un emblema de lucha popular. Los medios de comunicación de la oposición siempre continuarán viéndonos con un cristal: siempre seguirán viendo al barrio como una mirada mezquina. Lo entendemos, porque ahí hay un odio de clase, y el 23 de Enero constituye un emblema dentro de los sectores populares de a quién tienen que odiar más, por ser los más contestatarios. Eso, por supuesto, nos enorgullece, nos honra. ¿Por qué? Pues porque somos un bastión de respuesta. Por ese motivo los medios siempre seguirán con esa forma de vernos. Pero los que estamos desde este lado sabemos muy bien qué queremos y a qué aspiramos, por eso no nos preocupan esos estereotipos. Nos interesa, por el contrario, llevar a cabo un buen trabajo de base en la organización barrial”, agrega otro líder histórico del sector, Alex Mena.
Hoy el tema del poder popular está puesto sobre el tapete a partir de la propuesta de reforma constitucional introducida por el ciudadano presidente Hugo Chávez. A partir de esas reformas, el poder popular va cobrando cada vez más importancia en la dinámica social que se está estableciendo en Venezuela como soporte fundamental de la nueva sociedad y el nuevo Estado socialistas hacia los que se apunta. La experiencia de poder popular gestada desde años atrás en el 23 de Enero (parroquia a la que también pertenece el propio presidente y donde se ubica el batallón donde está inscripto como aspirante al Partido Socialista Unido de Venezuela) es un elemento que no puede dejarse de tener muy en cuenta para avanzar en este tema del poder popular.
Argenpress dialogó directamente con habitantes de esta parroquia acerca de estos temas buscando ahondar en su comprensión. Su corresponsal en Venezuela, Marcelo Colussi, entrevistó a cuatro miembros del barrio: Carmen Reyes, Yadira Rodríguez, Juan García y Jimmy Durán, vecinos de todas sus vidas del sector, e igualmente todos aspirantes a militantes del Partido Socialista Unido de Venezuela.
------------------
Argenpress: Hablemos un poco de la historia del sector. ¿Por qué este barrio es un bastión tradicional de organización y lucha popular?
Jimmy Durán: Los antecedentes de todo este proceso de organización popular de nuestro barrio se remontan a antes del año 1958. En aquel entonces hacían vida política aquí dos partidos: Acción Democrática (socialdemócratas) y el Comité de Organización Política Electoral Independiente –COPEI– (socialcristianos). Y por ese entonces la figura represiva era llamada Seguridad Nacional, que manejaba todos los aspectos represivos desde la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, entre 1952 y 1958. Por supuesto se controlaban todas las expresiones de izquierda y popular que surgieran. La población comenzó a levantarse contra la figura del dictador, a quien se le decía un “dictador blando”. El se consideraba un nacionalista. Por aquellos años la política dedicada por Estados Unidos para toda el área latinoamericana eran dictaduras que mantuvieran bajo control las protestas sociales. Luego vendrán lo que podría llamarse las “dictatocracias”, una mezcla de dictadura con democracia formal, es decir: dictaduras disfrazadas. Lo que sucede después del 23 de enero de 1958, cuando cae la dictadura de Pérez Jiménez, es un cambio de hombre por hombre, simplemente. No hubo ahí ninguna transformación sustancial. El país quedó endeudado, dado que la mayoría de las grandes obras de infraestructura que emprendió la dictadura fueron hechas por empresas transnacionales. Esta parroquia, lo que ahora se llama “23 de Enero”, se denominaba por aquel entonces “2 de Diciembre”, y en los monobloques vivían únicamente los marines norteamericanos. Todos estos edificios eran viviendas para militares, solamente. Cuando Pérez Jiménez es derrocado y huye del país, el nuevo gobierno que se instala fomenta la inmigración desde el campo hacia la ciudad. Pero comienza a venir una cantidad enorme de población, mucho más de lo previsto, y aquí en Caracas se van dando invasiones de las zonas verdes con construcciones no planificadas. Eso fue dividiendo tajantemente la ciudad entre un sector al Este, con las clases más privilegiadas y sectores de clase media, y el Oeste, con los sectores populares más desposeídos. Es decir: ricos contra pobres. Y para ese entonces lo que había sido el sector de vivienda de los marines, ese barrio “2 de Diciembre”, es tomado por el pueblo y se le cambia el nombre por “23 de Enero”, que es la fecha en que el dictador abandona el poder. Es decir que desde siempre este sector, ya con la elección misma de su nombre, es un modelo de lucha, de resistencia popular. Luego, con el cambio de hombre por hombre, todo se fue manejando con esa lógica de la clara diferenciación social: lo ideológico, a través de los medios de comunicación, a través de la educación. Lo económico, con la entrada absoluta de las transnacionales dominando el país a su antojo junto a los grandes empresarios nacionales. Y la represión, por medio de sus organismos de control de la población, como la Policía Metropolitana, la Guardia Nacional, la Policía Política. Todo esto se puede ver en las décadas del 60, 70 y 80, donde la comunidad vive una represión que podríamos decir suave, dado que se vivía esa dictatocracia, esa dictadura disfrazada de democracia. En estos partidos políticos que mencionábamos: Acción Democrática y COPEI, había muchos luchadores de izquierda. Aquellos que no se sintieron identificados con ese cambio de hombre por hombre, tomaron las armas y se fueron a la montaña. Con el presidente Caldera viene la política que llamaron de la pacificación. ¿Pero qué pacificación? Intervinieron las universidades e impusieron un nuevo modelo de educación: educar al hijo del pobre para que obedezca y educar al hijo del rico para que mande. Todo eso va haciendo que varios grupos de la parroquia 23 de Enero comiencen a levantarse con una propuesta de izquierda, en clandestinidad en algunos casos, o abiertamente otros. Había que enfrentar esos gobiernos entreguistas de Acción Democrática y de COPEI que se repartían el poder siempre en beneficio de unos pocos y contra las grandes mayorías; así hasta que se inició el proceso con Hugo Chávez a la cabeza. Pero antes de eso, y de alguna manera preparando las condiciones, en 1989 se dio lo que se conoció con el nombre de “El Caracazo”. Fue una reacción de la población que se inicia por el encarecimiento repentino de la vida, con el aumento del precio de la gasolina básicamente. Antes de eso, en 1984, se había dado una gran devaluación de la moneda que se conoció como Viernes Negro. Ahí las condiciones de vida se van deteriorando, y la comunidad comienza a levantarse. Y estalló en el Caracazo, el cual fue fuertemente reprimido, con una gran cantidad de muertos; hubo saqueo de negocios. La consigna del momento era: “el pueblo tiene hambre / saqueo popular”. Todo eso fue un antecedente del proceso que, años después, comenzaría a gestarse con el presidente Chávez.
Argenpress: ¿Y cómo se organizó el barrio? ¿Cómo se dio esa democracia participativa desde abajo, genuinamente popular?
Carmen Reyes: Yo soy campesina de origen, y cuando cayó Pérez Jiménez, nosotros emigramos a Caracas. Los pobres, los campesinos, los asalariados, habíamos sufrido ya demasiado. En el caso de mi familia teníamos el sufrimiento en nuestras almas desde el mandato del dictador Juan Vicente Gómez, porque en ese entonces la policía del gobierno a mi madre le mató tres hermanos y seis sobrinos. Esa policía era terrible, lo peor del mundo: no se le podía decir absolutamente nada. El que protestaba lo engrillaban y se lo llevaban a trabajar a la Sabana. Y después aparecían los huesos. Por eso ahora, cuando surge este hombre que es Hugo Rafael Chávez, al pueblo se le abrió la esperanza. Todos vimos ahí una oportunidad para el pueblo, de salir adelante, de ir construyendo poco a poco el beneficio en hermandad, donde todos tengamos por igual. Todavía falta trabajar mucho, pero se siente la revolución, está en todas partes: en el cerebro, en el corazón, en el espíritu. Hay gente que aún piensa sólo en cómo se van a beneficiar ellos solos, sin pensar en los demás. Pero ahí vamos, poco a poco, construyendo. No vamos a decir que no hay problemas, que todo está encaminado: pese a que estamos en este proceso de cambio, todavía hay gente que ve cómo pone trabas. Por eso sólo el pueblo, sólo el poder popular es el que podrá sacar adelante al país, a este proceso, para que esto sea un ejemplo para los otros países hermanos que aún viven en la opresión. Ya que esta entrevista la van a ver fuera del país, a todos les digo que tenemos que unirnos, porque de lo que pase en Venezuela dependerá en muy buena medida lo que pase en estos países hermanos. Tenemos que defender y proteger a nuestro líder, porque una revolución sin Chávez, como por ahí algunos andan diciendo, eso no es posible. La revolución es con Chávez porque si no, no hay revolución. Humildemente quiero decir que esta parroquia 23 de Enero es heroica. Y me gustaría que haga saber al mundo a través de esta entrevista que aquí, en Venezuela, estamos viviendo una verdadera democracia. Una revolución no se crea de hoy para mañana, pero unidos todos, vamos a ir para adelante, paso a paso, lento quizá, lento pero sin pausa. Y aunque tome tiempo, lo iremos haciendo: el pueblo unido, trabajando desde abajo –y eso es el verdadero poder popular– seguirá alimentando esta revolución. La revolución no es acercarse a un concejal o a un diputado para ver qué se puede conseguir; no, eso ni es revolución ni es organización popular. Los revolucionarios de verdad estamos con nuestro presidente porque sólo con él tendremos patria, socialismo o muerte. Y seguro que ¡venceremos!
Argenpress: No hay dudas que aquí, en este barrio, hay una tradición de organización desde abajo, de verdadero poder popular, ya desde hace años, antes que el actual proceso político lo propiciara, o que la actual reforma constitucional intente darle un rango de poder de Estado. ¿Cómo se logra todo eso? ¿Cómo se construye ese espíritu de poder popular participativo?
Yadira Rodríguez: En realidad hoy día el proceso político que vive el país ha abierto los espacios, ha posibilitado que se exprese libremente todo ese fervor que en la parroquia ha existido desde siempre. Ahora se abre una gran posibilidad, porque se puede hacer libremente lo que en otros tiempos aquí se hacía casi en clandestinidad. Ahora, con la organización del Partido Socialista Unido de Venezuela –PSUV– se le va a poder dar forma más concreta a todo eso que siempre existió en la parroquia. Aquí hay gente que ha luchado toda su vida desde una posición de izquierda, y hoy día es justo que pueda dar su aporte desde el nuevo partido que se está creando. Y eso va de la mano con la reforma constitucional que ahora está en discusión. Con todo eso vamos hacia la patria socialista. Ahora vemos cómo el poder popular comienza a jugar un papel cada vez más decisivo, más constitutivo. Ahora el poder popular tiene rango constitucional, pasa a ser un poder del Estado. Por eso mismo tenemos que mantener la unidad como pueblo, como parroquia. El poder popular comienza con la formación; por eso, y tal como lo dice el presidente Chávez, nuestra batalla es una batalla de ideas, es la educación, la formación. Aquí, en el 23 de Enero, mucha de la gente que luchó por años por todos estos ideales, ya no está. Pero hay gente joven que retoma esos ideales y continúa con el proyecto que desde tiempo atrás se viene gestando. Por supuesto que en la parroquia desde los años 50 se viene luchando; pero podemos ir más allá para ver las raíces de nuestras luchas. Y ahí nos encontramos con nuestros indígenas. Nosotros somos una comunidad de afrodescendientes, de indígenas, hay todo un cúmulo de orígenes. Y ahí también hay luchas históricas que nos marcan nuestro camino actual.
Argenpress: Este modelo de poder popular que representa la parroquia 23 de Enero ¿podrá ampliarse a otras experiencias en Venezuela?
Juan García: Yo llegué aquí en el año 59, apenas había caído Pérez Jiménez. Hago parte de una familia con tradición de lucha que se debatió contra la dictadura de Pérez Jiménez. Y lo que en todos estos años he visto es que el drama del pueblo venezolano, al menos hasta el año 98 en que llega Chávez, fue la traición de sus direcciones políticas. En el año 58 sin dudas se dio un proceso revolucionario que logró cambiar el régimen dictatorial de aquel momento. Se logró cambiar a un dictador, pero inmediatamente se apropió de la dirección del Estado un gobierno de democracia burguesa representativa. En un principio, incluso, parecía que tenía un perfil más progresista, porque el partido Acción Democrática daba esa impresión. En un momento se tenía el 60 % de la economía nacionalizada, teníamos una industria nacional pujante, y eso tenía que ver con el empuje que perduraba de la movilización que había logrado sacar al dictador Pérez Jiménez. Es real que en los primeros años después de su caída hubo un avance a nivel educativo, a nivel sanitario. Y todo ese clima de avance progresista tenía que ver con otros hechos que se estaban viviendo en el continente latinoamericano, como por ejemplo la Revolución Cubana de 1959. No hay dudas que quien tumba a Pérez Jiménez era lo más avanzado a nivel político que había en el país. En Acción Democrática había gente muy valiosa por cierto, gente que luego fue para la lucha armada, como los partidos Bandera Roja, el MIR, gente que luego formó la Liga Socialista. Mucha de esa gente que pertenecía a Acción Democrática fue radicalizándose, pero muchos, la mayoría diría, permanecieron en esa estructura y fueron víctimas de la misma dinámica que caracteriza al país: es decir, un país super rico con una lógica capitalista que traía el petróleo. Y eso hizo que todas las direcciones políticas terminaran corrompiéndose. No hay dudas que en nuestra historia moderna los hechos más significativos fueron la caída de Pérez Jiménez en el 58 y el Caracazo en el 89. Creo que esto último, incluso, y sin pecar de exagerado, fue prácticamente un movimiento revolucionario espontáneo. No fue un cambio revolucionario que se materializara luego en el Estado, ni en ninguna ley; pero influyó decisivamente en la cabeza de la gente. Sin ese cambio, sin ese movimiento popular espontáneo del 89 y todo lo que ello significó, no hubiera podido darse después la insurrección militar del 92 ni el posterior triunfo en las urnas de Chávez en el 98. Lo que sucedió en el 89 marca el inicio de un proceso revolucionario de masas. En ese momento esa explosión popular marca un camino y se pone a la cabeza de las luchas de toda Latinoamérica contra los paquetes de ajuste neoliberal que ya venían ocurriendo desde hacía varios años en Sudamérica. Y eso que se despierta en el 89 con el Caracazo es tan importante como lo que va a suceder después, en el 98, con el triunfo electoral de Chávez. Y con la constituyente del año siguiente se le da un golpe a todo el edificio del ALCA que el imperio quería imponer. No hay dudas que lo que pasó desde el 89 en adelante es una disposición revolucionaria de la gente; Chávez galopa en ese sentir de la gente. Y eso es, por último, el elemento revolucionario indispensable: la voluntad popular por cambiar. Si no se da ese fervor en la gente, no puede haber revolución. Hoy día, por cierto, esa disposición se mantiene, por eso la revolución sigue avanzando. Esa disposición de cambio la derecha, aunque lo intentó y lo sigue intentando, no la podido cerrar.
La parroquia 23 de Enero como tal nace en confrontación. Lo que sus pobladores piensan, impulsan, levantan como bandera, es producto de una conquista. Eso es una victoria del movimiento popular. Lo que se dio aquí en el 23 de Enero fue que los sectores más explotados, más oprimidos por la dictadura de Pérez Jiménez, constituyeron un proceso de resistencia como no hubo en ningún lugar. Aquí estuvieron los últimos bastiones de resistencia contra la dictadura, e incluso mucha gente estuvo recelosa del Triunvirato que le siguió al dictador y no depusieron su actitud de resistencia –resistencia armada en muchos casos– en forma inmediata. Por esa historia es que el 23 de Enero es un símbolo, lo ha sido y lo sigue siendo. De hecho fue el principal baluarte de resistencia contra los gobiernos que vinieron después de la dictadura, contra el de Rómulo Betancourt por ejemplo. Era algo paradójico: aquí en la parroquia se daban las luchas contra esos gobiernos entreguistas, pero en las elecciones siempre ganaban Acción Democrática o COPEI. De todos modos, esos sectores que podían votar por esos partidos de la burguesía, en la lucha del día a día estaban siempre con el movimiento de vanguardia. Por eso mismo es que aquí ya desde hace tiempo se da esta tradición de organización de la población, de lucha y resistencia. E igualmente aquí nacieron infinidad de organizaciones políticas de izquierda: la Coordinadora Simón Bolívar, los Tupamaros, Alexis Vive. Es decir: esto siempre fue una colmena de debate político, de discusión, de aprendizaje. Siempre la pregunta era ¿cómo hacer para tumbar al régimen de democracia representativa de turno? Es decir: ¿cómo salir de Acción Democrática y COPEI? ¿Era por la vía de la lucha armada o por la insurrección popular? Eso era un debate permanente, y por supuesto también generó conflictos internos.
Ahora la construcción del PSUV puede ayudar. Esto, sin dudas, es una gran organización de masas, muy grande, enorme, como nunca ha habido antes en el país. Por ejemplo ahora, con la elección de voceros y comisionados, la parroquia va a tener un equipo de trabajo de casi 300 personas. Eso es fabuloso.
Argenpress: ¿El PSUV es entonces un fermento de poder popular a nivel de todo el país?
Juan García: Sí, claro. Toda esa gente que participa activamente en el PSUV ya está haciendo un trabajo a nivel comunitario y social desde antes. Hay sectores de población que no quisieron integrarse al partido, y habrá que respetarlos. Pero, por supuesto, cuanto más grande sea un partido, tanto mejor. Pero por más grande que sea, no tiene que ser un partido arrogante. Nunca había visto una cantidad tan grande de militantes como lo que se ve ahora. Acción Democrática va a quedar a años luz de este partido. Y en esta nueva dinámica que se va dando habrá que delimitar el trabajo político partidista específico del trabajo social; es decir: me refiero a las Mesas de Agua, los Consejos Comunales, etc. Pero, en definitiva, no hay dudas que toda esta nueva estructura va a facilitar la organización popular desde abajo.
Argenpress: La prensa de derecha tiene satanizado al 23 de Enero; vive presentándolo como un antro de delincuentes, de narcotraficantes, como una zona roja peligrosa dentro de la ciudad. No hay dudas que eso es un manejo propagandístico, y de hecho la población organizada logró terminar con los focos de delincuencia que hubo en algún momento, lo cual es una demostración evidente de poder popular, de organización de la gente y de involucramiento en la toma de decisiones importantes para su vida. ¿Cómo fue este proceso? ¿Qué hay de toda esta campaña de desinformación en torno a la parroquia?
Jimmy Durán: La delincuencia, el narcotráfico y todo el problema de la droga, esas cosas están en cualquier parte del mundo. Habría que aclarar que todos consumimos algún tipo de droga, porque las hay permitidas, legales, y no permitidas, las drogas ilícitas. Tenemos que ir eliminando ese tabú sobre estos temas. Las drogas lícitas son las que consumimos todos los días por allí: el café, el tabaco, la pastilla para el dolor de cabeza. Y sabemos que ahí hay un negocio fabuloso de algunas transnacionales. Todas esas son drogas lícitas. Las ilícitas también están por ahí, entre nosotros. Y cada vez va siendo más evidente que llega a nuestros países traída por los gringos. Eso pasa en Latinoamérica y en otras partes del mundo. Ahí donde necesitan frenar la organización, ahí aparece la droga. Es el gobierno de Estados Unidos el que ataca a las juventudes, el que impide que piense, que levante la voz, que se organice. Con la droga se divide y se puede manejar a la juventud, la transforman en una juventud “boba”. A estos gobiernos títeres que hemos tenido aquí por años, no les convenía que los jóvenes pensaran, que participaran en los problemas sociales. Eso es el poder popular: que la gente, que los jóvenes, que cada sector social se organice y participe, discuta, sepa acerca de sus problemas, tome decisiones. Por eso es que con esto de las drogas, al hacerlas ilícitas, estamos en un campo donde inmediatamente aparece la represión. Y por medio de ese aparato represivo, por último se controla a toda una población. Las drogas entraron de la mano de las policías corruptas. Son ellos los que la introdujeron en los distintos barrios de Caracas, y no faltaban delincuentes, en combinación con esas policías corruptas, que se encargaban de distribuirla y comercializarla. ¿Pero qué sucede en el 23 de Enero? Aquí la comunidad, ante esa entrada planificada de la droga, se fue levantando. Aquí la gente rápidamente se dio cuenta del mecanismo que estaba en juego, de cómo querían corromper a la juventud con esa propuesta de dinero rápido y fácil. La droga es una forma solapada, pero tremendamente dañina, de violencia. De violencia contra la juventud básicamente. Por eso hay que hablar claro sobre estos temas: la droga debe dejar de ser un tabú en cualquier parte del mundo. Entonces en la parroquia la población se fue levantando contra la policía corrupta que sojuzgaba al pueblo, una policía que lo único que hacía era reprimir. Es decir que la población se organizó para su propia defensa. Y así surgió ese movimiento del 23 de Enero que tomó el mismo nombre de la legendaria organización guerrilla urbana del Uruguay de los años 70: Tupamaros. El movimiento que surgió aquí fue una expresión popular de organización contra todo eso que se vivía en la parroquia, y con el nombre de Tupamaros y con las caras tapadas al mismo modo en que aparece el subcomandante Marcos en Chiapas, se hicieron sentir. Fue una forma de lucha política, y se empezaron a pintar graffiti en las paredes. Fue la comunidad organizada en el 23 de Enero la que impuso el gobierno popular y los tribunales del pueblo de una manera preventiva, para defenderse de esos ataques de que era víctima continuamente. Preventiva y no represiva. Se logró hacer que estos jóvenes dejaran de vender droga en todo el sector invitándolos a que se plegaran al movimiento de la comunidad, o si no que dejaran el barrio. La misma comunidad los afrontó en la calle, pero dándoles oportunidades de salida, ofreciéndoles actividades culturales, bingos bailables, jornadas deportivas, jornadas de participación. Ahí no hubo ningún tipo de armas; ahí lo que hubo fue la voluntad y la participación del pueblo. Siempre quieren presentarnos así, como que nosotros somos los violentos; pero más violentos son los que introdujeron la droga dentro del barrio. Pero para que quede bien claro: drogas no sólo hay en el 23 de Enero en Caracas; hay en todas partes del mundo. Cuando nosotros aquí nos organizamos y salimos a la calle no éramos violentos. Al contrario: nos exponíamos a la violencia, justamente porque estábamos tocando los intereses de una policía corrupta y de una política que nos quería perjudicar. Los Tupamaros de Uruguay eran una vanguardia, sin dudas, pero quizá les faltó pueblo. Aquí, por el contrario, el Caracazo tuvo pueblo, pero sin vanguardia. Una revolución sin ideología y sin formación política no puede llevar a ninguna parte. Solamente la construcción del hombre nuevo y de la mujer nueva, a través de la educación, podrá consolidar un proceso de cambio. Sin eso caeríamos en el pragmatismo, en el activismo y nos disolveríamos en el tiempo como unos reformistas intrascendentes.
Argenpress: ¿Qué conclusiones sacar de todo esto? ¿Cómo podríamos concluir acerca del poder popular del que veníamos hablando?
Yadira Rodríguez: Es importante hacerle saber al mundo entero que nuestra revolución no nace porque está Chávez. Nuestra revolución tiene bases. Tenemos raíces populares, y hay una historia atrás nuestro que nos permitir llegar adonde estamos, incluso el PSUV es producto de esa historia. Tenemos que fomentar esa unidad que ahora se va dando, y no sólo a lo interno de Venezuela sino como ejemplo para toda Latinoamérica, e incluso más allá. Esto nos viene de Bolívar, y también tenemos en nuestras raíces la lucha por las tierras con Ezequiel Zamora, y la lucha por una nueva educación con Simón Rodríguez. Toda esta organización, este fervor popular que ahora se palpa, tiene años de gestación. Esa organización y esa tradición de lucha, todo eso es verdaderamente el poder popular.
Juan García: Creo que el pueblo venezolano ha dado demostraciones heroicas en su lucha, y que cada vez crece más. Eso se pudo ver cuando el golpe de Estado en el 2002. Ahí se vio cómo el pueblo ha recobrado una dinámica de organización, de madurez. Aquí hubo un golpe triunfante, definitivamente. Lo que hizo el imperio y la burguesía nacional para ese entonces fue una operación de alto calibre, y triunfaron. Es decir: fue una contrarrevolución triunfante. Y a las 36 horas hubo una nueva revolución popular. Y también fue una operación de alto calibre perfectamente orquestada el paro petrolero. Y una vez más la movilización popular dio la respuesta adecuada. Hay una relación muy interesante entre el proceso popular que se viene dando desde el 89 en adelante y la forma en que Chávez cabalga sobre esa movilización de las bases. Todos van aprendiendo en este proceso, tanto Chávez como el pueblo. Y todos en esto se van colocando cada vez más a la izquierda, tanto el pueblo como su líder. Entre ambos se da una muy buena conexión. Hay una gran disposición de cambio, hay una gran energía para llevar adelante esos cambios. Quizá nuestra parroquia, por toda una larga tradición de la que ya hemos hablado, está más organizada que otras, y ojalá todas las parroquias tuvieran ese grado de movilización. Pero no hay dudas que hoy en Venezuela se ha despertado una idea de poder desde abajo, de poder popular que es realmente inédita. Con esa idea, profundizándola, extendiéndola cada vez más, construiremos la revolución.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario