Ángel Guerra Cabrera
El objetivo estratégico principal de Estados Unidos a escala internacional es derrocar a Hugo Chávez y arrancar de raíz la revolución bolivariana cualquiera que sea el costo en sangre. De lograrlo, Washington haría cambiar a su favor la correlación de fuerzas al sur del río Bravo: colocaría en una coyuntura muy delicada a Cuba, Bolivia y Ecuador y privaría a América Latina en su conjunto de los enormes recursos morales, políticos, humanitarios, económicos y geoestratégicos contenidos en el tándem Habana-Caracas. Por algo la CIA ha creado un departamento ad hoc para “ocuparse” de Cuba y Venezuela.
Abocada a la retirada o la estampida en Irak sin haber podido alcanzar el propósito de apoderarse del petróleo, la potencia del norte enfrenta en la escena mundial el ascenso imparable de China, Rusia e India, un Pakistán fuera de control –todos esos países con armas nucleares–, el incierto desenlace de la eventual aventura bélica en Irán y la verosímil amenaza de perder definitivamente su hegemonía económica. Resulta, pues, desesperadamente importante para ella recuperar, como sea, el antes exclusivo coto latinoamericano, lo que exige aplastar la creciente sublevación de sus pueblos. Pero lograrlo es una misión imposible mientras arda en Venezuela la llama de la rebeldía.
No estamos ante una novedad histórica. El imperialismo estadunidense nunca aceptó gobiernos populares en América Latina ni en los tiempos en que su posición mundial era mucho más sólida, aunque cumplieran escrupulosamente –como en Venezuela actualmente– con todos los requisitos de la democracia representativa. Basta citar como ejemplos en la segunda mitad del siglo XX el derrocamiento por medios violentos, con base en planes elaborados por Washington, de los presidentes Jacobo Arbenz (1954), Juan Bosh (1964) y Salvador Allende (1973). El siglo XXI se inauguró precisamente con el frustrado golpe de Estado contra Chávez (2002) y sucesivas intentonas desestabilizadoras, destacadamente el sabotaje a la industria petrolera (2002-2003). Pero no obstante que el líder venezolano ha salido airoso y fortalecido de todas ellas, Estados Unidos se emplea de nuevo a fondo para derribarlo.
Ahora bien, Hugo Chávez es un hueso muy duro de roer. Revolucionario brillante, poseedor de gran capacidad de maniobra, conserva y está en proceso de ampliar un apoyo popular cada vez más consciente en su país, su prestigio es ascendente en Latinoamérica y en el mundo, las encuestas revelan que ganará holgadamente el referendo sobre la trascendental reforma constitucional y cuenta con el respaldo de la fuerza armada. Por otro lado, la oposición/contrarrevolución está desmoralizada y desarticulada por las continuas derrotas ante su adversario y carece de importancia electoral.
Ya que en buena lid democrática es imposible vencer a los bolivarianos, la Casa Blanca se ha visto obligada otra vez a elaborar una estrategia supuestamente eficaz para acabar por la fuerza con Chávez y el aluvión de pueblo que lo acompaña. Para ello ha orquestado una campaña propagandística internacional destinada a presentar un ejercicio democrático ejemplar –el debate popular libérrimo y exhaustivo de la reforma constitucional venezolana y su inminente aprobación en referendo– como una maniobra de Chávez para perpetuarse indefinidamente en el poder y concentrar todas las decisiones. No importa el medio del sistema que sea en cualquier lugar del planeta: todos repiten lo mismo. Es la preparación sicológica de la opinión pública que precede a las agresiones yanquis.
Complementariamente, lanzar a la calle a los vástagos de la burguesía a ejercer violencia contra las fuerzas de seguridad, cometer actos de vandalismo y, sobre todo, provocar la represión, todo manipulado por la fábrica de mentiras como una rebelión estudiantil contra el poder constituido. El escándalo internacional abriría la puerta a la intervención extranjera. Pero lo que dio resultado en Serbia, Ucrania o Georgia, donde no había un movimiento popular ni un partido revolucionario organizados y en pie de lucha, fracasará en Venezuela, como veremos en las próximas semanas. Hugo Chávez ha llamado a sus partidarios a permanecer en la calle todo el tiempo que sea necesario y a luchar por el sí en el referendo dentro de las normas constitucionales.
Lo veremos: la contrarrevolución será derrotada por el pueblo movilizado y lo más que podrá conseguir su patrón imperialista es una mayor radicalización del proceso bolivariano. Allá ellos.
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