José Agustín Ortiz Pinchetti
Anécdota conocidísima: durante su primera campaña por la presidencia de Estados Unidos, Bill Clinton acostumbró anotar en una tarjeta un recordatorio para sí mismo: ¡“es la economía, estúpido”! Ese era el gran tema para su electorado. No debía olvidarlo en ninguno de sus discursos. Hoy los políticos mexicanos, en particular los de oposición, deberían recordar los grandes temas que verdaderamente preocupan a la gente: por ejemplo la desigualdad y el desastre educativo. Es importante intentar reformar las instituciones que parecen resquebrajarse por la ineptitud y la corrupción. Pero hay cosas más lacerantes. La polarización social está aumentando, impide el desarrollo económico y vuelve prescindible a la democracia. Se están ahondando las diferencias entre clases y castas y entre regiones. El México del norte es más próspero que el del sur, aunque las masas de Ciudad Juárez vivan en condiciones tan malas como en los arrabales de Puebla.
El Banco Mundial critica la economía mexicana: no podrá salir a flote, porque la mayoría no tiene oportunidades. No hay competencia en los mercados, 50 grandes monopolios imponen los precios que quieren y mantienen un nivel desastroso en sus servicios. En 25 años no ha crecido la economía mexicana a pesar de su excelente posición geográfica y recursos naturales, está asfixiada por una oligarquía irresponsable.
Los grupos de interés ejercen influencia perniciosa sobre los partidos, el Poder Legislativo y el Judicial. Felipe Calderón ha preferido mantener el rezago y la dicotomía social que desafiarlos. Los índices de confianza en la democracia están a la baja. Los partidos políticos y el Congreso tienen una crisis de credibilidad. La opinión general indica que la corrupción está creciendo. La mitad apoyaría un gobierno autoritario con tal de que los sacara de sus problemas económicos (Latinobarómetro).
Otro problema agudo, la educación. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) presentó un informe que demuestra que la preparación de nuestros jóvenes y niños es una de las más bajas del mundo. La desigualdad impide el desarrollo, el desastre educativo cancela el futuro. El causante es otro monopolio. El Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), controlado por Elba Esther Gordillo, desangra al Estado con aportaciones multimillonarias. 100 mil maestros están dedicados a las tareas políticas (entre otras los fraudes electorales) y no a la docencia. El SNTE ha sido cómplice de los gobiernos, pero hoy, Elba Esther desafía a la secretaria de Educación, Josefina Vázquez, y amenaza a Calderón, a quien se ufana de haberlo convertido en presidente. Calderón no tiene ni valor ni recursos para enfrentarla. La oposición debería concentrar sus energías en denunciar estos problemas y ofrecer soluciones para resolverlos. Las disputas legislativas son inevitables, pero sirven para confundir a la opinión pública y para desacreditar a los participantes.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario