Pablo Stefanoni
La Razón (La Paz)
Un término que cualquiera pensaría varias veces antes de utilizar como posibilidad en cualquier otro país latinoamericano, se usa casi por acto reflejo en Bolivia. En el caso de la prensa internacional, ello se articula, además, con cierto “exotismo” del país que parece habilitar una suerte de impunidad informativa, lo que permite decir literalmente cualquier cosa sin ninguna consecuencia. No obstante, ¿es posible una guerra civil en Bolivia?
Es cierto que existe una pelea regional entre el oriente y el occidente. Es verdad también que las élites de Santa Cruz fueron desplazadas del poder nacional desde la “guerra del gas” del 2003, cuando sus partidos —MNR, ADN— quedaron como reliquias para la historia. Y también es evidente que hoy esos grupos buscan atrincherarse en sus regiones frente al “populismo indígena”, que los amenaza más en su imaginación que en la realidad. Paradójicamente, de tanto obsesionarse con Venezuela, la derecha se venezuelizó más que el propio Gobierno y tomó como propia una estrategia que en el país caribeño fracasó en toda la línea: el repliegue y la desestabilización. Así, al igual que la derecha venezolana, cuya abstención dejó el 100% del Parlamento en manos del chavismo, nuestra derecha se retiró de la Constituyente y estos días del Parlamento, a la hora de votar la renta Dignidad. Y, al igual que los antichavistas hasta el golpe del 2002, algunos sueñan con echar anticipadamente del poder a Evo Morales.
Los grupos más radicales de la oposición harían bien en leer con calma lo ocurrido en Venezuela, que no sólo alecciona a la izquierda sino emite enseñanzas útiles para los conservadores: el respeto a las reglas democráticas da más réditos que el golpismo ciego. Con todo, volviendo al tema de la guerra civil, no es menos cierto que las FFAA parecen lejos de una fractura y han advertido con contundencia que actuarán ante cualquier intento de “división del país”. Que no existen dos bandos militarizados necesarios para que la contienda interna se produzca. Y que en Bolivia la retórica inflamada hace difícil separar muchas veces el discurso de la realidad.
Si bien se habla de grupos armados en Santa Cruz, hasta ahora lo único que se vio —como en el paro de la semana pasada— son huestes racistas de la Unión Juvenil Cruceñista, armadas con palos, que pese a sus pretensiones parecen bastante lejos de las juventudes hitlerianas (y su racismo bastante patético). Hasta ahora la derecha no pudo demostrar la presencia de militares venezolanos “listos para actuar” (ni que Chávez trajera ¡¡personalmente!! armas a Trinidad) y la mayor prueba del Gobierno sobre la conexión de la Embajada de EEUU, los “paramilitares colombianos” y la “oligarquía cruceña” es una foto de ocasión (en una feria) del embajador norteamericano con un sonriente ladrón colombiano.
Pablo Stefanoni es periodista argentino radicado en La Paz.
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