Carina Soto Agüero
Mensaje del Comandante en Jefe a la Asamblea Nacional del Poder Popular
Compañeros de la Asamblea Nacional:
Es muy duro el trabajo de ustedes. Frente a las necesidades acumuladas y crecientes que nuestra sociedad heredó de la neocolonia yanqui el 1 de enero de 1959, muchos soñábamos crear un país con justicia plena e independencia total. En la ardua y desigual lucha, llegó un momento en que nos quedamos solos.
Es legítimo nuestro orgullo cuando estamos próximos a cumplir 50 años del triunfo, porque hemos resistido durante casi medio siglo al imperio más poderoso que se ha creado en la historia. En la Proclama que suscribí el 31 de julio de 2006, ninguno de ustedes vio jamás acto alguno de nepotismo ni usurpación de las funciones del Parlamento. En ese año difícil y, a la vez prometedor de la Revolución, la unidad del pueblo, el Partido y el Estado eran requisito esencial para seguir adelante y enfrentar la amenaza declarada de una intervención militar enemiga por parte de Estados Unidos.
En la visita que el pasado 25 de diciembre realizó el compañero Raúl a varios distritos del municipio que me hizo el honor de postularme como candidato al Parlamento, se percató de que todos los miembros del grupo numeroso de la candidatura de la población que abarcaba el distrito que en el pasado se había hecho famoso por su combatividad, aunque de muy baja escolaridad, eran graduados de alto nivel, lo cual le emocionó profundamente, como él mismo narró a nuestra televisión.
Los cuadros del Partido, el Estado, el Gobierno y las organizaciones de masas se enfrentan a nuevos problemas, en su trato con el pueblo inteligente, observador y culto, que detesta trabas burocráticas y explicaciones mecánicas. En el fondo, cada ciudadano libra su propia batalla contra la tendencia innata del ser humano a seguir el instinto de supervivencia, una ley natural que rige la vida.
Todos nacemos signados por ese instinto que la ciencia define como algo elemental. Chocar con él es bueno porque nos lleva a la dialéctica y a la lucha constante y desinteresada; nos hace más martianos y verdaderamente comunistas.
Lo que más ha destacado la Prensa Internacional sobre Cuba, en días pasados, fue la frase en que expresé el 17 de este mes, en carta al Director de la Mesa Redonda de la televisión cubana, que no soy una persona aferrada al poder. Puedo añadir que lo fui un tiempo por exceso de juventud y escasez de conciencia, cuando sin preceptor alguno iba saliendo de mi ignorancia política y me convertí en socialista utópico. Era una etapa en que creía conocer lo que debía hacerse y deseaba poder hacerlo. ¿Qué me hizo cambiar?: la propia vida, a medida que profundizaba en el pensamiento de Martí y de los clásicos del socialismo. Mientras más luchaba, más me identificaba con tales objetivos y mucho antes del triunfo, pensaba ya que mi deber era luchar por éstos o morir en el combate.
Por otro lado, nos acechan grandes peligros que amenazan la especie humana. Es algo que se hizo cada vez más evidente para mí desde que por primera vez previne, en Río de Janeiro, que una especie estaba en riesgo de desaparecer como consecuencia de la destrucción de sus condiciones naturales de vida hace más de 15 años, en junio de 1992. Ultimamente, día por día es cada vez mayor el número de los que comprenden este riesgo real. Un libro reciente de Joseph Stiglitz, que fue vicepresidente del Banco Mundial y asesor económico principal del presidente Clinton hasta el año 2001, premio Nobel y Bestseller en Estados Unidos, aporta datos actuales sobre el tema que son irrebatibles. Denuncia que Estados Unidos, país que no suscribió el Convenio de Kyoto, es el mayor emisor de gases de invernadero, y lanza cada año al espacio 6 mil millones de toneladas de dióxido de carbono que trastornan la atmósfera, sin la cual es imposible la vida. A esto se añade la condición de ser el mayor exportador de gases de efecto invernadero.
Pocas personas conocen estos datos. El propio sistema económico que impuso el derroche insostenible de energía, impide que ese libro de Stiglitz se divulgue: su magnífica edición se limita a unos pocos miles para garantizar las ganancias. Es una exigencia del mercado, sin el cual la empresa editora no podría existir.
Hoy se sabe que la vida en la Tierra ha sido protegida por la capa de ozono, ubicada en el anillo exterior entre 15 y 50 kilómetros de altura en la zona conocida como estratosfera, que sirve de escudo al planeta contra las radiaciones solares que pueden ser dañinas. Hay gases de efecto invernadero que tienen más poder de calentamiento que el dióxido de carbono y amplían el agujero de la capa de ozono sobre la Antártida, que cada primavera pierde hasta el 70 por ciento de su volumen, un fenómeno que viene produciéndose progresivamente, causado por el hombre. Para que se tenga una idea clara, basta señalar que el carbono promedio per cápita que emite el mundo es de 4.37 toneladas métricas. En el caso de Estados Unidos el promedio es de 20.14, casi 5 veces más. En Africa es de 1.17, en Asia y Oceanía 2.87.
La capa de ozono, en resumen, protege de las radiaciones ultravioletas y calóricas que afectan al sistema inmunológico, la vista, la piel y la vida de los seres humanos. En condiciones extremas, si esa capa es destruida por el hombre, afectaría toda forma de vida en el planeta.
Otros problemas ajenos a nuestra patria o cualquier otra en condiciones similares nos amenazan. Una contrarrevolución victoriosa sería horrible, peor que la tragedia que sufrió Indonesia. Sukarno, derrocado en 1967, fue un líder nacionalista que desde posiciones leales a Indonesia dirigió las guerrillas que lucharon contra los japoneses.
El general Suharto, que lo derrocó, fue entrenado por los ocupantes japoneses. Finalizada la Segunda Guerra Mundial, Holanda, aliada de Estados Unidos, restableció su dominio sobre aquel lejano, extenso y poblado territorio. Suharto maniobró. Tomó en sus manos las banderas del imperialismo yanqui. Llevó a cabo un atroz genocidio. Hoy se conoce que cumpliendo instrucciones de la CIA, no solo mató a cientos de miles, sino que encarceló a un millón de comunistas y los privó de toda propiedad y derechos a ellos y sus descendientes; amasó una fortuna familiar de 40 mil millones de dólares que al valor actual de esa moneda sería equivalente a cientos de miles de millones, por la entrega de los recursos naturales y el sudor de los indonesios. Occidente pagó. El tejano Lindon B. Johnson, sucesor de Kennedy, era el presidente de Estados Unidos.
Las noticias que llegaron hoy sobre lo ocurrido en Pakistán es otro ejemplo de los peligros que amenazan a la especie: el conflicto interno, en un país que posee armas nucleares. Ello es consecuencia de las políticas aventureras y las guerras para apoderarse de los recursos naturales del mundo, desatadas por Estados Unidos.
Ese país, envuelto en un conflicto que no desató, fue amenazado con ser llevado a la edad de piedra.
Las circunstancias especiales que rodean a Pakistán influyeron de inmediato en los precios del petróleo y las acciones de las bolsas de valores. Ningún país o región del mundo puede librarse de las consecuencias. Hay que estar preparados para todo.
Ni un solo día de mi vida dejé de aprender algo.
Martí nos enseñó que "toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz". He dicho y repetido muchas veces aquella verdadera cátedra de ética contenida en sólo 11 palabras.
Los Cinco Héroes cubanos prisioneros del imperio son paradigmas a imitar por las nuevas generaciones.
Afortunadamente las conductas ejemplares siempre se multiplican en la conciencia de los pueblos, mientras exista nuestra especie.
Estoy seguro de que muchos jóvenes cubanos, en su lucha contra el Gigante de las Siete Leguas, harían lo mismo. Todo puede ser comprado con dinero, menos el alma de un pueblo que jamás se puso de rodillas.
Leí el discurso breve y concreto elaborado por Raúl, que me envió previamente. Es necesario seguir marchando sin detenerse un minuto. Levantaré mi mano junto a la de ustedes para apoyarlo.
Fidel Castro Ruz
Diciembre 27 de 2007
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