Carlos Fernández-Vega
En 12 años, periodo de vigencia del TLCAN, el precio de la tortilla subió 1,100%
Mientras el inquilino de Los Pinos celebra el TLCAN y, en ese marco, presume la “exportación de más productos mexicanos” (como “los automóviles producidos en Chihuahua, Puebla, Sonora, estado de México o Guanajuato”, según dijo) y el titular de la Sagarpa rápidamente incrementa sus bonos de popularidad por su atinadísima conducción de la total apertura del sector agropecuario, los tambores de guerra se escuchan cada día más combativos en el mercado de la tortilla, en el que los industriales organizados “proponen” un incremento de entre 18 y 25 por ciento “para evitar la especulación”.
En la feria de declaraciones, el inquilino de Los Pinos se hace bolas cuando confunde “automóviles mexicanos” con automóviles extranjeros maquilados en México, propiedad de trasnacionales, al igual que al ex caballo negro marca Bimbo, Alberto Cárdenas, se le hace bolas el engrudo con sus excelsas reglas de operación para los programas de apoyo al campo, que sólo han provocado enfrentamientos con los legisladores, rechazo de las organizaciones campesinas y el enojo de los secretarios de Desarrollo Agropecuario de los estados de la República, quienes advierten que el Ejecutivo federal “está obligado a que nosotros aprobemos ciertas disposiciones (del presupuesto para el campo), porque se trata de recursos federalizados que se entregan en programas ya etiquetados, y no vamos a aceptar una visión centralista”.
Y en este navegar burocrático, el ex marino del “cambio” y, de acuerdo con algunas versiones, actual secretario de Economía, Eduardo Sojo, asegura que “no hay razón para el aumento de precios”, especialmente el de la tortilla, mientras impávidamente observa cómo se incrementan.
Lo cierto es que de nueva cuenta el tortillazo está en la mesa de los mexicanos, y el gobierno pretende frenarlo a golpe de micrófono. Tardíamente reaccionó en la escalada del año pasado; lo mismo hace en el inicio de 2008, con las puertas abiertas de par en par, presumiendo los “beneficios” de su tratado comercial y pegándole a los consumidores donde más duele.
Poco a poco el gobierno desapareció el subsidio a la tortilla, acto consumado en 1999, en pleno sexenio del “bienestar para la familia”. En el no muy lejano 1995, el kilogramo de tortilla se vendía a 75 centavos y 12 años después a 8.5 pesos, en espera del aumento de 2008, en el gobierno de “para vivir mejor”. En 12 años (periodo de operación del TLCAN) el incremento en el precio del kilogramo del principal alimento de los mexicanos ha sido escalofriante: casi mil 100 por ciento, sin considerar el inminente; si éste se concreta, el aumento acumulado se elevaría a mil 300 por ciento.
Así de agitado comienza 2008, y para aderezarlo dice el inquilino de Los Pinos que 14 años de Tratado de Libre Comercio de América del Norte “ha significado un beneficio para millones de consumidores, y no necesariamente un daño para México”. Pues bien, recurro a documentos y declaraciones de funcionaros (2006) del Banco Mundial, uno de los panegiristas del TLCAN allá por los 90, para armar el siguiente resumen sobre tales “beneficios”, que los podrá ponderar mientras fuma cigarros más caros a partir de hoy:
El Tratado de Libre Comercio de América del Norte “no es una opción de crecimiento para México; ya se le acabó lo bonito; los objetivos que se podían lograr con ese acuerdo ya se alcanzaron y hay que repensar la situación; México ya no debe concentrarse tanto en Estados Unidos; hay dudas sobre la conveniencia para México de seguir concentrando el comercio, y la actividad económica y financiera en general, con Estados Unidos; la productividad en las maquiladoras en México se ha estancado, a lo que se añade la concentración de exportaciones hacia Estados Unidos (de tal suerte que) los beneficios del TLCAN se han visto reducidos”.
Algo más: “se debe integrar a los mexicanos al crecimiento, porque con tasas de aumento anual de 2 a 3 por ciento del producto interno bruto no habrá avances en reducción de la pobreza y otros países rebasarán a México. El gobierno mexicano debe pensar lo que se está haciendo en otros países; la inequidad persistente en México, atribuida en parte por la existencia de monopolios y grupos de poder corporativo que lastran el crecimiento, ya está diagnosticada, por lo que se requiere ahora una estrategia para solucionar este problema”.
La apertura comercial mexicana de los 90 y el TLCAN, advierte el Banco Mundial, “tuvieron efectos regresivos, al afectar el bienestar de los más pobres; comparado con otros procesos de apertura comercial, la experiencia de México dejó menos ganancias para los sectores más pobres de la población; en otras palabras, para México la reforma comercial puede ser algo regresiva, mientras una fuerte progresividad es observada en Brasil; antes de medir las reformas por su efecto en los agregados económicos, importa el efecto en la distribución del ingreso”.
¿Qué tal los “beneficios”?
Las rebanadas del pastel
No es verdad que el gobierno calderonista se niegue a renegociar el TLCAN. En realidad le da flojera, porque si México pide, también lo harán estadunidenses y canadienses, según sesuda declaración del embajador Arturo Sarukhán, para quien, además, cambiar las reglas del juego “sería tanto como abrir una caja de Pandora, ya que los otros socios también tienen su canasta de Navidad”… Al gobernador panista de Jalisco, Emilio González Márquez, le fascina la fábrica de estrellas y el canal de las estrellas: a mediados del año pasado “donó” más de 60 millones de pesos del erario estatal para la realización de Encuentro 2007 de Televisa, y ahora suelta 38 millones adicionales para financiar la telenovela Las estúpidas no van al cielo, con locaciones en Guadalajara y otros municipios de Jalisco. No van al cielo, pero se congregan en palacio de gobierno.
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