Editorial
La gira presidencial en curso por Estados Unidos ha estado marcada por una serie de tropiezos y deficiencias: desde la inexplicable exclusión de la prensa nacional e internacional de los actos de la gira hasta el bochornoso episodio ocurrido en una cafetería neoyorquina, en la que se tenía previsto realizar una conferencia de prensa con el titular de Hacienda y Crédito Público, Agustín Carstens, y de la que la delegación presidencial fue desalojada por los empleados porque impedían el libre tránsito de los clientes; desde la lamentable audiencia de 20 minutos concedida anteayer a líderes y organizaciones de mexicanos en el país vecino hasta la confesión de desconocimiento formulada ayer por el titular del Ejecutivo federal a nuestros connacionales residentes en Chicago, a quienes pidió ayuda para “definir el tono” y la política gubernamental ante las adversidades que padecen los trabajadores mexicanos en su tránsito a Estados Unidos y durante su estadía en ese país.
Más allá de esos sucesos infortunados, en la nación vecina la visita de Felipe Calderón Hinojosa ha tenido un perfil mediático mínimo, habida cuenta de que la atención pública al norte del río Bravo está centrada en las elecciones primarias que tienen lugar en estos meses, y en una coyuntura en la cual la actual administración federal se encuentra en una fase de ocaso, descomposición y retirada. Fuera de los gobernadores con los que se ha reunido, y del secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon, quien despacha en Nueva York, el gobernante mexicano no ha tenido interlocutores locales de mayor rango que el presidente de la Reserva Federal.
Al margen del ámbito oficial, el viaje calderonista ha tenido una inocultable inclinación pro empresarial y en ella los mexicanos que residen en Estados Unidos han sido claramente relegados: de una cita de 20 minutos y sin periodistas, en Nueva York, a una reunión, en Chicago, en la que los representantes de los medios atestiguaron el llamado de auxilio conceptual del gobernante a los connacionales que asistieron al encuentro con Calderón, en lo que constituye una admisión inequívoca de la ausencia de una estrategia para defender los derechos, la dignidad y la integridad física de quienes aportan a la economía mexicana una parte muy sustancial de las divisas que ingresan al país.
En suma, la gira y sus incidentes no sólo denotan impericia organizativa y en el manejo de las relaciones públicas, sino, lo que es más grave, una falta inexcusable de claridad y de dirección en el manejo de la política exterior de México. Tal es, en el fondo, la carencia que desemboca en un viaje mal concebido y peor planificado, poco oportuno, mal enfocado y, para colmo, dispendioso.
Es decir, la gira del pelele a EU es un disparate,... y nosotros pagándola.
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