Carlos Fernández-Vega
¿A quién beneficiará la reforma energética, a los inversionistas o a los ciudadanos?
En los últimos 25 años, cada uno de los cinco inquilinos que se han sentado en Los Pinos ha hecho su luchita para concretar la “reforma” energética, siempre con el pretexto de que “no hay dinero”, ergo privatización a la vista. Entre otras acciones, De la Madrid “reclasificó” la petroquímica, Salinas partió Pemex en cuatro para facilitar su “desincorporación” y abrió el sector eléctrico, Zedillo hizo lo propio, “creó” los Pidiregas, abrió el gas natural e inició los permisos de “cogeneración”, Fox “reinventó” los contratos de servicios múltiples y metió el acelerador en el otorgamiento de dichos permisos, y Calderón pugna por dar “seguridad jurídica” a los inversionistas privados y habla de “transición energética”.
Todos enfocaron sus baterías a favor de la privatización. Que no lo lograran a plenitud es otra cosa, pero por intentos no pararon. Incluso, en el sexenio foxista uno de los cuatro supuestos secretarios de Energía, Fernando Canales Clariond (los otros fueron Martens, Calderón y Elizondo), se aventó la puntada de proponer una suerte de privatización hormiga: “que el sector privado explote pozos petroleros abandonados por Pemex; se requiere un marco legal para que particulares exploten esos pozos que Pemex ha dejado por incosteables, pero que ciertamente serían costeables para la nación en su conjunto”.
Entonces, si alguien no ve hacia dónde se enfocan los intereses gubernamentales, que a todas luces no corresponden con los nacionales, tendrá que ir al oculista. Mientras eso sucede, el maestro José Luis Apodaca Villarreal, experto en cuestiones energéticas, llama a realizar un debate nacional sobre Petróleos Mexicanos, y reseña que en 2007 sus ingresos sumaron 100 mil millones de dólares y representaron 12.5 por ciento del PIB; de ese monto, la paraestatal gastó 40 mil millones: 11 mil en operación; una cantidad igual en gastos de inversión, para amortizar obras y pagar intereses sobre créditos recibidos; y 18 mil en importación de gasolinas. Los 60 mil millones restantes se transfirieron al gobierno federal para cubrir gasto social y nómina de la burocracia.
En los últimos 10 años, Pemex ha otorgado contratos de inversión a empresas privadas nacionales y extranjeras por 70 mil millones de dólares. El esquema utilizado es el denominado Pidiregas, cuyos gastos de amortización e intereses se realizan a mediano y largo plazo. Es así como en los próximos 25 años, la paraestatal deberá pagar más de 150 mil millones de dólares por los créditos recibidos.
Las reservas nacionales de petróleo crudo equivalente son de 45 mil millones de barriles, y se clasifican de la siguiente manera: probadas, probables y posibles, con 15 mil millones de barriles, 750 mil millones de dólares de valor y un plazo de 10 años para cada uno de esos renglones, lo que da un valor total 2 billones 250 mil millones de dólares para 30 años.
Las reservas probadas tienen certidumbre total para su extracción; las probables sólo 50 por ciento, y las posibles 10 por ciento. Mediante recursos de inversión suficientes dedicados a la exploración es factible incrementar las reservas, convertir las reservas probables en probadas y las posibles en probables.
Es necesario invertir en refinerías (la más “joven” de las existentes en el país tiene 27 años de antigüedad), porque agregan valor, generan cadenas productivas y empleo. Actualmente se vende petróleo crudo a casi 80 dólares el barril y se compran gasolinas a más de 102 dólares. Con los remanentes se puede cubrir el costo de una refinería por año. Pemex debe invertir directamente y sustituir los Pidiregas, que además de ser muy caros en sus costos unitarios y su financiamiento, es muy difícil transparentar su administración. Los costos operativos se podrían administrar mejor: Incrementar la competitividad de 140 mil trabajadores debe ser el objetivo principal.
Mayores recursos de inversión a la exploración para incrementar constantemente las reservas probadas de crudo. Entre 2000 y 2006 solamente se dedicaron a este renglón mil millones de dólares. Una política agresiva en este sentido implicaría destinar 10 mil millones anuales, hasta duplicar las reservas probadas (hace algunos años, no era tanto el remanente que se transfería al gobierno federal). La paraestatal debe invertir en la industria petroquímica, que le agrega valor al crudo en más de 10 veces, y además genera cadenas productivas y empleos.
En México cuesta cuatro dólares extraer un barril de petróleo y se vende en cerca de 80. “Todos los mexicanos debemos preguntar: ¿cuál es la nueva forma de participación privada que se propone? ¿Es la mejor opción para el país o para los inversionistas? ¿Qué proporción de las ganancias sería para los inversionistas? Si participan en la exploración, ¿las reservas que se agreguen serán para ellos? y ¿en qué proporción? La explotación de los recursos petroleros de la nación debe hacerse para beneficiar a todos los ciudadanos mexicanos”.
Las rebanadas del pastel
Propuesta de la lectoría para combatir a los acaparadores: “compremos nosotros el maíz blanco directamente. Creo que podremos lograrlo, aunque no sean las toneladas, algo podríamos hacer. ¿O soy muy ilusa? Se podría ir logrando con organización entre ciudadanos y pequeños comerciantes. Lo que se debió formar cuando el plantón poselectoral son redes efectivas para contrarrestar esas políticas hiperliberales (el neoliberalismo quedó atrás). Algo debemos hacer. El maíz es nuestro, para el mundo y se está perdiendo todo” (Marilú Caballero, marilu_caballero@hotmail.com)... También sobre el tema, pero con otro enfoque: “ofrezco una fotografía con el tema del maíz para tratar de financiar un proyecto de foto y video sobre las consecuencias que va a provocar el capítulo agropecuario en México. La fotografía es de una planta de maíz en uno de los edificios de la zona arqueológica de Palenque, cerca del Templo de las Inscripciones. El proyecto no tiene ningún fin lucrativo” (Heriberto Rodríguez, rodriguezcheri@aim.com).
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