jueves, marzo 27, 2008

Con elecciones abiertas en el PRD, las diferencias serían amplias y confiables

Pedro Echeverría V.

1. Los comicios en el Partido de la Revolución Democrática (PRD) del domingo 16 fueron sólo entre sus militantes porque así se aprobó internamente por delegados nacionales hace algunos meses. La propuesta de comicios abiertos, para que también los simpatizantes (entre los que López Obrador cuenta con decenas de miles) voten ese día fue totalmente desechada. A partir de esa decisión se pensó que el grupo Nueva Izquierda (NI), encabezado por Jesús Ortega y varios de sus dirigentes, que ocupan los principales cargos de poder en la estructura perredista, ganaría fácilmente la Presidencia del partido. La realidad es que en tanto a NI le interesa el control de la directiva y estructura nacional del PRD para usarlas para negociar, a los lópezobradoristas parece importarles más el contacto directo con sectores de masas para oponerse a las políticas de Felipe Calderón. En esos objetivos de grupo se pueden ver enormes diferencias.

2. Si se hubiera aprobado realizar comicios abiertos para garantizar el voto de decenas de miles de simpatizantes la ventaja de Alejandro Encina, con el apoyo total de López Obrador, hubiera sido indiscutible e incuestionable; sin embargo la intervención del PAN, del PRI y de los medios de información a favor de Jesús Ortega, aprovechando la coyuntura para derrotar al “peligroso” AMLO, hubiese sido imparable. El problema es que en México no hubo costumbre de elecciones internas, con excepciones de algunas que se realizaron en las entidades para escoger candidatos a gobernador. Pero también éstas, a pesar de las enormes simulaciones (como las de Yucatán en 1933 y ocho años después) eran sometidas y decididas desde la Presidencia de la República. Eso que han llamado democracia del voto individual, se ha impuesto con la fuerza del Estado o ha causado problemas de ilegitimidad cuando los votos comiciales están parejos.

3. No se vislumbra ninguna gran escisión que lleve a conformar un nuevo partido, aunque las dos corrientes del PRD (por la intensa campaña calumniosa de los medios electrónicos de información) parezcan irreconciliables. Tanto Ortega como Cárdenas, así como Encinas y López Obrador, son dirigentes ubicados dentro de la gran corriente de la socialdemocracia cuyo objetivo es luchar por el poder por la vía electoral y mediante reformas al interior del sistema capitalista. Son personajes de centroizquierda que compiten por votos dentro de la estructura electoral vigente haciendo uso de la legalidad constitucional. Por ese electoralismo han sido criticados por los sectores de izquierda que impulsan la lucha social de los trabajadores a partir de sus problemas concretos. Sin embargo es obvio que dentro de ese socialdemocratismo hay diferencias muy marcadas en cuanto a las estrategias electorales y las políticas de alianzas: unos parecen más cerca al PRI y al PAN y otros a los sectores de izquierda.

4. Durante casi setenta años el PRI mexicano “ganó” más de 20 comicios nacionales (presidenciales e intermedios) sin protestas ni acusaciones comprobables de fraude porque, a pesar de todas las triquiñuelas, los partidos “de oposición” (que eran casi inexistentes) apenas obtenían el cinco por ciento de los votos frente el 95 por ciento del PRI. Las protestas se registraban en poblaciones pequeñas porque los candidatos no habían sido los adecuados, pero las protestas no eran entre un partido u otro. Llegó la población a acostumbrase a aceptar resignada los resultados electorales, que perdió totalmente el interés por votar. “¿Para qué votar si siempre gana el PRI?” Esa práctica de alrededor de siete décadas hizo que México no se educara en la participación política, que no se interesara en participar para defender sus derechos y que en los procesos electorales se deje manipular por los espot, haciendo a un lado la reflexión.

5. Durante esos 70 años el partido de gobierno (PNR/PRM/PRI) sufrió cuatro grandes escisiones que llevaron a candidaturas presidenciales de oposición: la que encabezó José Vasconcelos en 1929, la que surgió en 1939 con Juan A. Almazán, la de Enríquez Guzmán de 1952 y la más reciente de Cuauhtémoc Cárdenas en 1986. Con excepción de la última, que fue la más peleada porque las diferencias en el número de votos fueron mínimas (que también hizo surgir al PRD) las tres anteriores no lograron ser una verdadera competencia electoral frente al monopolio del partido oficial. El Partido oficial, por lo menos hasta antes1988, “ganó cómodamente” las elecciones nacionales y casi sin protesta alguna, aunque ya en algunos estados de la República (por comicios locales por las gubernaturas) habían surgido fuertes protestas. ¿Por qué las elecciones de Zedillo y Fox no fueron impugnadas y las de Salinas y Calderón sí?

6. Los dos candidatos en pugna deberían llegar a un acuerdo político, tal como escribí hace cuatro días. Quizá: 1. Dar igual peso a la presidencia y a la secretaría general del PRD; 2. Que las coordinaciones legislativas y las gubernaturas busquen balancear el poder que tienen y 3. Que la CND también abra sus puertas de dirección a los grupos seguidores de Ortega. Todo esto será paralelo con el trabajo político de base y las reflexiones teóricas sobre un nuevo proyecto político. Aunque de manera inmediata el PRD no cambie, por lo menos se instrumenta una tregua que permita seguir analizando y discutiendo hasta que las cosas se vean más claras. Si se continúa con el linchamiento agudizado entre militantes (sobre todo con la ampliación que están haciendo los medios electrónicos) y no se unifican fuerzas para ponerles un alto a esos medios bien subsidiados por el presidente ilegítimo y los empresarios, el PRD perderá mucho en las próximas elecciones, así como fuerza para defender el petróleo y demás privatizaciones.

7. Entre la militancia del PAN como en los demás partidos de derecha (históricamente más preocupados por los negocios económicos personales que por la política) jamás se discuten los problemas del país porque los jefes deciden de manera unilateral desde el poder. En la izquierda, por el contrario, se discute todo porque suelen exagerarse las desconfianzas, porque la lucha de clases se lleva muchas veces hasta el absurdo. Viviendo los izquierdistas la permanente amenaza, así como la intervención de las fuerza de derecha, suelen ver enemigos políticos e ideológicos por todas partes, sean éstos “aliados de la derecha” o “ultras” que hacen el trabajo de “provocadores”. Ese permanente analizar, discutir, desconfiar, ha llevado a la izquierda a mil una escisiones de las que se han aprovechados los partidos de derecha para permanecer durante muchas décadas en el poder. El PRD debe solucionar sus problemas de manera inmediata para evitar que las calumnias de los medios continúen.

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