Por María Teresa Jardí
Hasta Ana Rosa Payán reconoce públicamente que de joven tuvo la tentación de convertirse en guerrillera, aunque le durara cinco minutos esa apuesta. Ser joven y no ser revolucionario, cualquiera sabe, que es apostar a estar muerto desde los primeros años de la vida. Ser universitario y no ser trasgresor de las reglas es tener canceladas las ilusiones optando por el cinismo y la desvergüenza. Y en México el mundo tiene el mejor de los ejemplos al respecto. México como país se ha ido adentrando en las cañerías de la corrupción cada vez más profundas desde que Echeverría le dio el golpe mortal, a estas alturas ya se sabe que fue mortal y ordenado por la CIA, a la educación en México para que nunca más a los jóvenes mexicanos se les ocurriera organizar otra fiesta libertaria, como la que fue, porque eso era, una fiesta para los jóvenes, libertaria solamente buscando construir un país más democrático, ni más ni menos, como el Movimiento Estudiantil de 1968. A lo que siguió, como era lógico que sucediera, ante el silencio cómplice de todos los maestros, incluso universitarios, cuando les llegó la orden de “bajarle” al nivel que hasta el 68 la educación tenía en México, por un lado una guerrilla y por el otro la llegada de los que desde jóvenes, como es el caso de Zedillo, de Fox y de Calderón, optaron por convertirse en muertos. La guerrilla se reprimió y muchos de los que quedaron vivos optaron por seguir el ejemplo de los que siempre estuvieron muertos, los que no han dudado al elegir el transitar por la vida sometidos a los dictados de un imperio extranjero asesino en lugar de marchar con la frente en alto en defensa de los bienes de su patria. Lo que sí está haciendo Chávez y por eso Chávez molesta tanto a ladrones como Fox y a usurpadores como Calderón.
Ser joven y no ser revolucionario es elegir transitar muerto el resto de la vida. Nada tan triste como una vida sin otra ilusión que la de hacerse rico atropellando al que se ponga delante y peor aún es esa decisión cuando se trata del pueblo entero de una nación o de los pueblos en el caso de México, porque los indígenas llevan años sufriendo la represión, incluso para robarles sus tierras sujetos impresentables como Roberto Hernández, con fortunas catalogadas por la revista Forbes en 2 mil millones de dólares. Pero con una ambición desmedida porque es lo único que queda cuando se opta por tener seco el corazón.
Y por eso ya se lanzan los esbirros intelectuales —por seguirlos llamando así aunque la intelectualidad brille en ellos cada día un poco más por su ausencia— a modo del sistema con todo contra la UNAM tomando como pretexto el que ahí estudiaban los jóvenes asesinados junto a los guerrilleros masacrados porque osaron pugnar por entregar a los rehenes que las FARC conservan en su poder.
A Uribe parece molestarle, de manera especial, la posibilidad de que sea liberada Betancourt, algo muy grave le debe saber esa mujer al impresentable asesino que aplica el Plan Colombia con el mismo rigor criminal que se aplicará aquí el Plan México, aunque se insista en llamarle iniciativa Mérida.
La cacería de brujas contra la UNAM es el inicio de lo que espera a nivel nacional a las universidades, una vez en marcha la ya aprobada LEY GESTAPO.
Vergüenza les tendría que dar a los a modo de un usurpador siniestro y corruptísimo. Y ahí está Mouriño, como muestra ante el mundo, de la corrupción sin límite sumada a la ambición desbocada del usurpador mexicano.
A los usurpadores lo único que les queda es la ambición porque enterraron, al elegir pasar así a la historia, incluso la posibilidad de redención.
Cosas terribles le esperan a México. El maligno acecha en la vuelta de cada esquina y quizá por eso me gusta tanto la saga Harry Potter, que hasta pareciera que describe lo que ocurre en México hoy. El mago tenebroso tiene el control del Ministerio. Pero tampoco tendrían que hacerse ilusiones, Fecal, Beltrones, Gamboa Patrón, Gordillo, Mouriño, etc., al lado, de la de Huerta, va a escribirse la historia del principio del siglo XXI de nuestra nación.
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