No extraña la patética defensa lingual de Mouriño, frente a los irrefutables documentos exhibidos por Andrés Manuel López Obrador, ni las cómodas entrevistas y el comedido comportamiento de los prostitutos de la información (Norberto dixit). Extraña el silencio de Calderón, como si le hubieran comido la lengua los ratones, ciertos ratones, de color azul pastel.
Cualquier persona que haya dado seguimiento a las declaraciones de Calderón, podrá notar que el combate a la corrupción no es uno de sus temas discursivos. O sea que, en nuestro querido México, la corrupción no se combate ni siquiera con saliva presidencial. La causa de esta ausencia en el discurso gubernamental es, sin embargo, sumamente entendible. En la trayectoria política de quien ocupa la residencia de los Pinos hay una creciente cauda de corrupción:
- Siendo presidente del PAN aprobó el FOBAPROA a sabiendas de que ese “rescate” incluía los créditos ilegales de empresarios-políticos y políticos-empresarios, que constituyó el robo del siglo, que nuestros nietos terminarán, algún día tal vez, de pagar.
- Siendo director de BANOBRAS se prestó el solito tres millones de pesos, reculando al momento de ser descubierto.
- Cuando fue secretario de Energía canalizó contratos millonarios a su cuñado Diego Hildebrando, lo que fue confesado por este último, a pesar de que Felipe había jurado, por sus hijos, que la acusación era falsa (¡Vaya manera de ganarse un lugar en el infierno!).
- Siendo coordinador de los diputados panistas, impulsó a Mouriño para que ocupara la presidencia de la Comisión de Energía de la cámara de diputados. Para que, desde ahí, traficara con contratos en PEMEX.
- Ocupando la Secretaría de Energía, y por tanto la presidencia del Consejo de Administración de PEMEX, influyó para que su jefe de asesores lograra, por adjudicación directa, millonarios contratos con la paraestatal.
- Siendo, ilegítimamente, presidente de la república, guarda cómplice silencio, al tiempo que es descubierta la red de tráfico de influencias que tiene como protagonista a Mouriño, pero que involucra a buena parte del equipo de Calderón, incluido él mismo.
- Ante los incontables casos de corrupción del sexenio anterior, ha ordenado la Operación Tierrita, que consiste en ocultar la información, dejar pasar el tiempo en espera de que los delitos prescriban y desaparezcan de la memoria pública.
Sólo los ilusos podrían esperar que Calderón se ocupe del combate a la corrupción. No puede dejar caer a Mouriño, a quien le ha confiado más cosas que a Margarita. Tiene miedo de que, una vez fuera del equipo, el chico superenredado se vea tentado a traicionar la complicidad que por tantos buenos tiempos, le ha tenido. Por ello es preferible guardar silencio, hacer como que le han comido la lengua los ratones. Los ratones de color azul que han infestado el gobierno federal.
Martín Vélez
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