domingo, marzo 02, 2008

El Despertar

José Agustín Ortiz Pinchetti

Los resultados netos de la concentración del 24 de febrero pueden ser ocultados durante un rato, pero terminan por imponerse: más de 30 mil personas. Un sólido plan de resistencia civil extrema. Un discurso sólido de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), intervenciones de los partidos y del comité de resistencia que expresan unidad. La revelación del tráfico de influencias de Juan Camilo (alias el Iván) Mouriño. La orquesta de los medios ha montado mucho ruido, pero ellos saben y nosotros también que este primer round ha sido para AMLO. Y ellos saben que nosotros sabemos.

AMLO convoca a un sentimiento que parecía perderse: al patriotismo, entendido como amor, lealtad, anhelo del bien de la patria. La clase dirigente y sus estupendos corifeos piensan que se trata de algo arcaico y cursi. El pueblo no. Más de 70 por ciento no está de acuerdo con los tecnócratas, con los reaccionarios que quieren vender Petróleos Mexicanos para asegurarse del patronazgo de las trasnacionales y del gobierno conservador de Estados Unidos. Esto es una traición y así lo vive la gente. El petróleo es algo mucho más concreto y su defensa más arraigada en la conciencia popular que la democracia.

Nuestro nacionalismo formó el clima necesario para la independencia. Dio el triunfo a la reforma y acabó con la intervención francesa. Fue una bandera de la revolución. Reprobamos la pompa europeizante del porfiriato tan parecida a la norteamericanización de una buena parte de la criollada actual. Nunca hemos sido xenófobos. Nuestro nacionalismo se concentra en una virtud práctica: ser lo que somos, asumir nuestra formidable originalidad. Y esto nos lleva a defender los intereses y los bienes de la nación.

La crisis de principio de los ochenta provocó entre otros terribles efectos una gran depresión y una profunda desconfianza en nosotros mismos. Desde entonces, los conservadores no cesan de buscar la inspiración, la imitación y aun la sumisión a Estados Unidos. Así lo previó Daniel Cosío Villegas hace 60 años. Y también advirtió que “esto nos llevaría a vagar sin rumbo, a la deriva, dejar de aspirar a la seguridad, al dominio, a la dicha que consigue quien ha labrado su propio destino”.

El patriotismo mexicano es como Moby Dick, la inmensa ballena blanca que ha ido a las profundidades, pero va a resurgir. Y son los reaccionarios desde el poder quienes están produciendo la incitación para el resurgimiento. Han permitido el saqueo del país, ponen en manos de un extranjero la conducción de los asuntos políticos y confían ciegamente en el poder de las inversiones estadunidenses, como si fueran una palanca mágica para sacarnos de la postración. Todas estas torpes decisiones actúan como una provocación y generan una respuesta sana y no sólo entre los seguidores de AMLO, sino que en millones de hombres y mujeres que consideran que el amor a la patria y su defensa no es algo superado, sino una condición para que nuestro país siga siendo viable. Muchos priístas patriotas se están sumando a esta causa sin abandonar su organización. Pero nadie podrá negar el mérito histórico de Andrés Manuel de haberle dado el primer impulso.

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