Eduardo Montes de Oca
Cómo diablos los precios del petróleo no van a dispararse hasta poco más de 100 dólares el barril, como ha ocurrido en varias ocasiones últimamente, si el más grande importador del mundo, Estados Unidos, se empecina en desatar conflictos con los países exportadores, sobre todo aquellos que Washington considera políticamente poco fiables.
Y, a juzgar por el panorama, el alza continuará. Al menos, esa es la opinión de diversos analistas, que acuden al ejemplo clásico. A causa del actual pleito jurídico entre el gigante norteamericano del hidrocarburo Exxon Mobil y Venezuela, los importes del crudo subieron entre tres y cuatro dólares el barril, fenómeno que los expertos denominaron “recargo Chávez”.
En artículo aparecido en el sitio digital Argenpress se nos recuerda que dos semanas antes del contencioso el combustible se cotizaba a 86 dólares el barril; ahora se vende entre los 93 y los 94 dólares. Y lo peor: al parecer se mantendrá esa situación mientras dure la porfía con la estatal PDVSA.
Hagamos memoria. El conflicto tiene las raíces en la nacionalización del sector emprendida por el gabinete bolivariano hace dos años. Como consecuencia, se redujo considerablemente la participación de las corporaciones foráneas en la explotación de yacimientos, y la mayor porción de beneficios se redistribuye a favor del Estado sudamericano, con economía orientada a lo social. Algunas entidades, como la francesa Total, aceptaron las inéditas condiciones y las respectivas compensaciones, porque los actuales precios hacen la extracción la mar de rentable.
Pero ante una postura intransigente de la Exxon Mobil, las autoridades venezolanas, ni cortas ni perezosas, anularon todos los convenios suscritos con ella, y el más poderoso consorcio mundial del giro acudió, a finales del 2007, al Centro Internacional de Arreglo de Disputas Relativas a Inversiones, tras su retiro de Cerro Negro, que opera en la Faja Petrolífera del Orinoco actualmente bajo el nombre de Petromonegas, zona de enorme potencial, que podría situar en 316 mil millones de barriles las reservas comprobadas del país.
A todas luces, la mencionada empresa se aferra al espectro de una tradicional política, que colocó en manos de las transnacionales importantes recursos energéticos locales, y que se complementó con la figura del arbitraje internacional, en caso de diferencias, algo proscrito por el ejecutivo, en aras de una plena soberanía que condujo a la presencia mayoritaria de PDVSA en los negocios.
Sólo Conoco y la Exxon Mobil se empeñaron en el status de los antiguos convenios operativos y asociaciones estratégicas; pero, mientras que con la primera transcurren conversaciones encaminadas a una solución amistosa de la correspondiente indemnización, el cíclope petrolero, con ganancias cercanas a los 40 mil millones de dólares en el 2007, apostó por un enfrentamiento que derivó en demandas de congelar, por 12 mil millones de dólares, depósitos y bienes de PDVSA en Estados Unidos, Inglaterra y Holanda. Así las cosas, un tribunal norteamericano aceptó la solicitud de la petrolera, sin siquiera dignarse a escuchar los alegatos de la contraparte, ante lo cual el país latinoamericano reaccionó con el corte de suministros a la demandante.
La situación se tornó tan candente, que el presidente Hugo Chávez amenazó con suspender los envíos de petróleo a Estados Unidos, acción que provocaría una suerte de antesala de catástrofe a una nación que importa 10 millones de barriles por día; de ellos, 1,2 millones de Venezuela, el cuarto de sus proveedores, después de Canadá, Arabia Saudita y México. Mas, en honor a la verdad, acotemos que también la economía de Venezuela podría sufrir en grado sumo, porque la mayor parte de su crudo resulta consumido por Estados Unidos, lo que obligaría a reorientar a la carrera este flujo hacia otras regiones del planeta. Tal vez por ello Chávez matizó, diciendo con posterioridad que el recorte afectará únicamente a la Exxon Mobil, la cual hasta el momento recibía diariamente entre 90 mil y 170 mil barriles venezolanos.
No obstante, aquí son otros los puntos neurálgicos para el análisis. En primer término, la inflexible práctica imperial en relación con los países extractores de petróleo cuya línea nacionalista es deplorada por Washington propicia el actual, y al parecer imparable, alza de los precios en el mercado mundial. Y lo más importante: a no dudarlo, el Tío Sam está tratando de revertir esas políticas de soberanía plena, en un acto evidente de soberbia e instinto de conservación como superpotencia a costa ajena.
Por ello, no desvariaba el mandatario bolivariano al alertar sobre una conspiración económica contra su país, y al advertir que el precio del petróleo podría llegar a 200 dólares el barril –ya no a la comba celeste, sino a la estratosfera-, de continuar esta puja antinacionalista, globalizadora, neoliberal... de unas transnacionales confabuladas con las élites de poder en un plan desestabilizador que, se sabe, incluye el desabastecimiento provocado, el aprovechamiento de fallas de las autoridades que generen descontento popular, los intentos de fragmentación de la izquierda y las fuerzas armadas... y vaya usted a saber cuántos elementos más.
No en balde Hugo Chávez ha pedido unidad, inteligencia y valor. Seguro que recordando aquel imperativo político, ideológico, moral, de un hombre proverbialmente lúcido, de Ernesto Guevara: “Al imperialismo, ni un tantito así”. Y claro que ni un tantito así a cuñas de ese imperialismo como la Exxon Mobil.
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