Carlos Fernández-Vega
Orden de Los Pinos al señor de los contratos
El martes, pasado el mediodía, afirmaba el crío Juan Camilo que “por supuesto puedo y sigo adelante en mis funciones de secretario de Gobernación”, pero más tardó en concluir la frase que en demostrar que obviamente ni puede ni sigue, porque en la misma acción de entregar su expediente a la PGR quedó clara la decisión de su protector de Los Pinos: aventar la papa caliente a otra instancia de gobierno, la PGR, para que en ella se enfríe, se haga puré y pueda digerirse sin mayores consecuencias para el empresario-funcionario.
Desesperado, el inquilino de Los Pinos ordenó el blindaje de su delfín, que sean sus propios empleados, con disfraz institucional, quienes protejan a Juan Camilo, que lo exoneren y que sean otros quienes enfrenten el vendaval y paguen los platos rotos, una práctica que aquí y en Burundi simple y sencillamente se llama impunidad.
¿Qué habría sido del cándido Iván el breve –ahora como antes– sin el manto protector del michoacano? Lo más seguro es que se mantendría en su bella provincia despachando litros de 800 mililitros en las muchas gasolineras que la familia tiene en el sureste nacional, sin haber conocido los sabor de los Congresos estatal y federal, los altos vuelos de un secretario del Ejecutivo ni mucho menos las mieles de Los Pinos, porque si algo queda claro es que Juan Camilo, solo, no puede.
Dos semanas de huracán categoría 5, y el empresario-funcionario no supo ni por dónde entraba el chiflón. Suficientes resultarían los contratos por él firmados con Pemex-Refinación para que fuera depuesto. Pero si para algunos lo anterior no es convincente, bastaría analizar la forma en que dejó pasar todos los goles (término de moda política). Si al secretario de Gobernación le tienen que enseñar desde otras partes del gobierno cómo debe actuar en casos de emergencia y meter descaradamente la mano para salvarle el pellejo, entonces obvio es que a Mouriño habría que renunciarlo de inmediato, junto con sus abanicados “operadores” políticos, por esta causa adicional.
Por instrucciones del inquilino de Los Pinos, será Eduardo Medina Mora, el procurador general de la República, quien maneje la papa caliente llamada Juan Camilo (quien sólo se siente a plenitud entre los algodones de Los Pinos y los abrazos del staff, incluido el cuñado incómodo que ya se frota las manos por futuros negocios en Islandia), le quite los reflectores de encima, meta el acelerador a fondo y entierre el caso lo más rápido posible: “no hay delito que perseguir”.
El procurador, en papel de mártir de la “continuidad”, pues de entrada descartó “algún delito” en el caso Mouriño, mientras el secretario de la Función Pública, Salvador Vega Casillas, resultó más práctico pues se limitó a divulgar un boletín para “garantizar una investigación a fondo, con imparcialidad, así como entregar los resultados a la opinión pública de manera pronta, clara y transparente”. Es la misma “garantía” ofrecida por esa dependencia, en tiempos del becario Germán Martínez, en el caso Fox-Sahagún.
Medina Mora (de inmediato viene a la memoria aquella famosa frase del cacique potosino, Gonzalo N. Santos, en el sentido de que “la moral es un árbol que da moras, o sirve para una chingada”) recurrirá a lo que sea para enfriar, pulverizar y enterrar la papa caliente llamada Juan Camilo. Tal vez recurra a La Paca, a los cráneos enterrados, o algo por el estilo, pero el crío Iván resultará más limpio que las manos ídem de su protector en Los Pinos.
No hay registro de que un titular de la PGR haya pasado a cuchillo a su jefe inmediato, el secretario de Gobernación, como coordinador del gabinete, en este caso. Tampoco la Secretaría de la Función Pública, y menos si se trata del delfín. De hecho, cuando algún pez grande ha caído en la cárcel, o terminado en el exilio, ha sido producto del cobro de facturas entre sexenio y sexenio, y en estos operativos el procurador en turno es pieza clave.
Recuérdese cómo cayó “todo el peso de la ley” sobre funcionarios del echeverriato en tiempos de López Portillo; del equipo de éste en la administración de Miguel de la Madrid; de protegidos del colimense en el sexenio de Carlos Salinas, y así por el estilo, antes y después, pero a pesar de ello ningún secretario de Gobernación terminó en cana. Entonces, es previsible lo que dictaminará la PGR y el árbol de Medina Mora en el caso Mouriño, porque tradición (léase impunidad) obliga.
El propio Felipe Calderón (quien de acuerdo con lo declarado por Iván el breve es “un poquito” culpable, pues sabía de los contratos pero “no a detalle”), dirige la orquesta de la impunidad: uno tras otro, los funcionarios de su gobierno repiten mecánicamente los “argumentos” para justificar a Mouriño. El becario Germán Martínez no para de subrayar las “virtudes” del crío. Los legisladores blanquiazules se retuercen para no verse tan obvios, pero son más que eso, y ayer tocó el turno a los gobernadores panistas, congregados en Los Pinos por orden del michoacano, y a coro advirtieron que “no vamos a permitir una acción efectista o golpista” en contra del gasolinero, al tiempo que ofrecieron su “completo respaldo” al señor de los contratos.
Pero lo mejor de todo es que el Mouriñogate permite constatar cómo los panistas llegaron al poder “para cambiar las cosas, las formas de hacer política y gobernar”.
Las rebanadas del pastel
Frases desechables del pentapichichi michoacano que despacha en Los Pinos: “seremos un equipo ganador no sólo en el deporte, sino en la batalla contra la impunidad”… “El objetivo del gobierno federal es sostener una lucha frontal que permita erradicar la impunidad”… “Este clima de impunidad puso en franca vulnerabilidad a los ciudadanos frente a los criminales”… “Estamos trabajando para acabar con la impunidad, la corrupción y la ilegalidad”… “No impunidad, no abuso de los poderosos, justicia para todos”.
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