“Es necesario prohibir las concentraciones. Ningún actor en los medios de comunicación puede tener la concesión de más de 8%. Un régimen no es democrático si no vive en una atmósfera de la verdad, y ésta no subsiste si no se garantizan, precisamente, condiciones mínimas de pluralismo en los medios de información y persuasión” Michelangelo Bovero, filósofo italiano.
Ya habiéndome ido a estudiar al extranjero una carrera que terminó, después de muchas peripecias, siendo Arquitectura, regresé un verano. Aquí era asiduo oyente de una de las pocas estaciones radiales dignas de atención en esa época; la estación universitaria. A pesar del escaso presupuesto y de oírse sólo en AM, la estación combinaba música que las estaciones comerciales no tocaban ni con pinzas pues no había payola bajo la mesa. Payola, un barbarismo de origen anglo, es el dinero que reciben las estaciones por tocar la música que tocan por eso, en parte, el mínimo denominador común en calidad en las estaciones comerciales; por regla general hay que pagar para que te toquen.
Por un feliz azar fui conductor, en esa misma estación, de un programa dedicado al jazz con el apoyo de la facultad de Bellas Artes. Por los casi tres meses de mi asueto recorrí el jazz desde sus orígenes en los cantos agrícolas del áfrica negra trasladados a los campos de algodón del sur de Gabacholandia, trasladados a los coros de las iglesias mimetizadas, trasladados a los honky tonks negros desde Nueva Orleans hasta Chicago, siguiendo la ruta agrícola que entonces seguían los afroamericanos y que hoy siguen los nuestros, donde maduró y tuvo pequeños engendros como el blues, el rhythm and blues y el rock and roll.
Eso fue hace tanto y hoy con el 70% de los medios electrónicos, radio y televisión, controlados por una sola empresa y como concesionaria en total abrazo con las presidencias en turno -recordemos a Jacobo Zabludovski y sus eternas reverencias-tenemos unos medios monopólicos que se encargan de inventar, construir y destruir famas siempre en genuflexión al gobierno. Urge la competencia.
“Muchos grupos mediáticos llaman libertad de expresión a la libertad de empresa. Son empresas mediáticas y se sienten con el derecho a decir lo que quieran, pero en un sistema democrático desarrollado, la libertad de expresión no permite decir cualquier cosa: no permite decir mentiras, no permite difamar, no permite deformar ni ocultar información. […] Los grupos mediáticos en realidad utilizan esa pretendida libertad para lanzar verdaderas campañas contra algunas ideas, contra algunas personalidades o contra algunos dirigentes…” Ignacio Ramonet, por 18 años director del influyente periódico francés Le Monde Diplomatique.
Arq. Eduardo Bistráin
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