Jaume d'Urgell
La totalidad de los grandes medios de comunicación unifican su discurso para ofrecer una visión distorsionada de la realidad, según la cual, un político franquista sería digno de honor. Debemos llamar a cada cosa por su nombre: los españoles —por gusto o a la fuerza—, asistimos hoy a un formidable despliegue de la más pura, absoluta y genuina propaganda militar.
El vergonzoso espectáculo que hoy nos ofrece la práctica totalidad de los medios de comunicación de masas, debe ser interpretado en clave de un ensayo general para cuando se produzca «el hecho biológico inevitable» de Su Excelencia el Jefe del Estado.
Solo en España —un país que todavía en 2008 permanece encabezado por un soldado franquista disfrazado de rey—, solo aquí, podíamos asistir a este grave insulto masivo realizado desde la prensa contra la prensa y el conjunto de la sociedad: hoy, 4 de mayo de 2008, cientos, miles de profesionales de la comunicación se han visto obligados e/o inducidos por sus empleadores a exaltar el supuesto honor y grandeza personal del que fuera ex presidente de la red ferroviaria española y ex procurador a cortes franquistas, que llegó a ser dos veces ministro, presidente del gobierno e incluso marqués, sin que ni un solo ciudadano le hubiera votado jamás para ejercer ninguno de esos cargos.
Tan vasta sincronización de voluntades exhibida para presentar a un destacado franquista como si se tratara de un defensor de la democracia y un prócer de la patria, debería llevarnos a reflexionar sobre quién, cómo y por qué nos hace pensar como lo hacemos. ¿Se puede ser libre mientras permanezcamos sometidos a una realidad virtual en la que todos los estímulos informativos están controlados de antemano? ¿Acaso nadie percibe el efecto de la manipulación informativa? ¿Tan bien funciona la gradualidad?
Lo cierto es que nada de todo eso debería sorprendernos, al fin y al cabo, habitamos en un sistema que nos ha hecho creer que «tenemos democracia gracias al rey»; se nos ha hecho pensar que «la República es una peligrosa aventura que corresponde al pasado»; nos dicen —día sí, día también— que los bombardeos humanitarios llevados a cabo por nuestros valerosos soldados, sirven para democratizar a las sociedades que reciben esas bombas que tantos kilómetros de asfalto, camas y pupitres nos cuestan; se nos dice que la vil catástrofe del 11 de marzo de 2004 fue perpetrada por ETA con la aquiescencia del PSOE; se nos dice que ciertas alcaldesas pueden ser terroristas por lo que piensan, aunque no cometan ningún acto violento; se nos dice que la valla es imprescindible; que no hagamos caso al artículo octavo; que hay separación de poderes... que vivimos en democracia.
¡Gloria y honor para el gran presidente al que le bastó un año escaso para integrar a España en el seno de una banda terrorista internacional como la OTAN! Honor y gloria para el militante de «Juventudes Monárquicas» que fundó la «Unión Española»! ¡Gloria y honor para el presidente que nunca supo nada de la existencia de la Alianza Apostólica Anticomunista (AAA o "Triple A"), ni del Antiterrorismo ETA (ATE), ni de los Grupos Armados Españoles (GAE), ni de los Guerrilleros de Cristo Rey, Batallón Vasco Español (BVE), ni de los Comandos Antimarxistas!
Si para enterrar a un ex jefe de gobierno la máquina demuestra estar tan bien engrasada... ¿De qué no serán capaces en caso de un Referéndum de Independencia o cuando se produzca un relevo del militar que ostenta la Corona? ¿De qué no serían capaces para convencernos de ir a una guerra? ¿Para convencernos de que todos los jóvenes son sospechosos? ¿Que todos los pobres son culpables? ¿Que una persona rica es alguien de fiar?
Todos mienten, pero no importa, porque nadie escucha.
Fuente: http://www.lademocracia.es/Espanoles-la-prensa-ha-muerto
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