Gilberto Balam Pereira
Vocacion fecalista de “Los Chuchos”
Nadie pone en duda el grave deterioro público de la imagen de los políticos llamados “de carrera”, conocidos también como saltimbanquis, porque se la pasan saltando de una banca o curul o cargo o comisión, a cualquiera otra posición que les permita seguir viviendo cómodamente y sin pudor a cuenta del erario, razón por la que una gran parte de la población identifica como sinónimos los conceptos de político, partido, corrupción y transa.
La lamentable situación por la que atraviesa el PRD que ha sido ocasionada por la tribu de izquierda light, adoradores de su divinidad Fecal y de su política privatizadora.
Rabietas, mentadas, descalificaciones por parte de éstos hacia el único mexicano que llena el Zócalo y, cada vez más, calles aledañas de esta enorme plaza.
No es la primera vez que los Chuchos tienen la misma actitud de pataleta, porque ya es la tercera ocasión en que la base perredista los manda a freír espárragos y quesadillas de coliflor. Así ocurrió con las elecciones internas de ese partido al competir el mismo Jesús Ortega contra Amalia García en 1999, contra Rosario Robles tres años después y ahora la perdió con Encinas, pobre; aunque, para variar, le hacen otra vez al teatro los Chuchos alegando inconsistencias en el conteo de los votos.
Muy risueños ellos y la retrasada mental de Ruth Zavaleta en plena carcajada, según una oportuna foto, festinando su “chistosada” en la Dirección del PRD. Cuestión de catadura moral.
Por su parte, el Frente Amplio Progresista y sus dirigentes le han prestado poca importancia a ese pretendido “calderonazo” por tratarse de una payasada de caterva (multitud de personas consideradas en grupo, pero sin concierto, o de poco valor e importancia).
¿Quién puede creer que tiene algún significado el ridículo secuestro de la Dirección del PRD por esa bola de enanos, física y mentalmente hablando?
La asamblea del pasado domingo, de supuesto Consejo Nacional, ha sido formalmente rechazada por no haber reunido los requisitos para tal reunión a efecto de elegir nuevos dirigentes.
Para empezar, se necesitan 120 consejeros para integrar el quórum, y sólo 114 votaron por Guadalupe Acosta Naranjo para presidente sustituto. Otra información aclara que el Consejo Nacional debe integrarse por 440 miembros para tal efecto.
También se requiere que para elegir un sustituto, el presidente en turno debe antes renunciar o ausentarse o ser removido. Pero el presidente (o ex) Leonel Cota ni ha renunciado, ni ha sido removido, ni se halla ausente; su período llegó al límite y ya.
Además, recuérdese que la encuestadora Mitofski le dio una ventaja a Encinas de 200 mil votos sobre los fecalistas y la Comisión Nacional de Garantías reconoció una diferencia de 17,000 a favor del candidato de Izquierda Unida, Encinas.
Tan irracional es la actuación de los calderonistas (suena menos feo que “fecalistas”) del PRD, que AMLO y los dirigentes del FAP tan campantes continúan saliendo de gira por el interior del país.
Ahora bien, supongamos que se aceptara como válida la chan reunión del domingo y que quedara Acosta Naranjo como presidente fecalista, a lo sumo se llevarían el membrete del PRD pero no a la numerosísima base del FAP que dirige AMLO.
Pero a los Chuchos los tiene sin cuidado esa base democrática. Se darán por satisfechos con el membrete de esencia calderonista que les permitiría seguir percibiendo el subsidio de ese partido, seguir parasitando al erario y continuar mangoneando (entremeterse uno en cosas que no le incumben, ostentando autoridad e influencia en su manejo).
Por ahora es Sobrino quien recibe los apoyos para acarrear gente a sus concentraciones. Estando los Chuchos en la dirección del PRD, sería Villanueva el que recibiría esos dineros, la mitad para sus bolsillos y sólo el xix para alguna actividad política. Ni modo señores, los políticos tienen que aguantar un piano y también las críticas colectivas, porque no es una sola voz la de este tecleador la que habla.
Ya se veía venir. La elección del nuevo presidente del PRD sería un parteaguas, un momento de definiciones ideológicas y políticas. La separación de una izquierda de arrumacos entreguistas y fecalistas, diferente a una izquierda democrática, con proyecto de nación, con perspectivas de cambios sociales inmediatos y mediatos a favor de la población.
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