En medio de la tragedia provocada por el ciclón Nargis –134 mil muertos y desaparecidos, 2 millones 400 mil damnificados–, la Junta Militar de Myanmar realizó un referéndum que arrojó resultados oficiales poco creíbles dentro y fuera de este país: 92% de los votantes dio el “sí” a reformas constitucionales que, en los hechos, perpetúan en el poder a la cúpula castrense. Sólo después de este referéndum –y tres semanas después de la tragedia– la Junta Militar permitió, a regañadientes, el ingreso de una parte de la asistencia humanitaria que le ofrece la comunidad internacional.
YANGÓN.- La Junta Militar que gobierna Myanmar declaró tres días de luto nacional, aceptó el ingreso de ayuda ofrecida por la comunidad internacional y su presidente, el general Than Shwe, visitó una localidad afectada por el ciclón Nargis. Tales acciones gubernamentales, normales en cualquier nación que ha sufrido una catástrofe natural, ocurrieron casi tres semanas después de que el ciclón azotó la antigua Birmania la noche del 2 de mayo.“Peor que el ciclón ha sido la actitud del gobierno”, dice a la reportera un guía de viajes birmano que habla español con acento mexicano, haciéndose eco de una opinión muchas veces repetida por sus compatriotas.De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el ciclón provocó la muerte de entre 100 mil y 128 mil personas y dejó sin vivienda a 2 millones 400 mil más. El gobierno de Myanmar estimó la cifra de muertos y desaparecidos en 134 mil. Pese a ello, la Junta Militar realizó el pasado domingo 11, sólo una semana después de la destrucción, el referéndum que tenía planeado para aprobar reformas a la Constitución. Dicha consulta se llevó a cabo en dos terceras partes del país y se pospuso para el sábado 24 en las zonas afectadas por el huracán: Yangón y la división del delta del Irrawaddy.
Fraude
Las reformas constitucionales reservan a los militares al menos una cuarta parte de los asientos en el Parlamento, lo que implica que toda posterior modificación a la Constitución debe contar con ellos. También permite a la cúpula castrense participar en el nombramiento de los miembros del gabinete y anula la posibilidad de que sean enjuiciados por delitos que hayan cometido en el pasado. El referéndum fue el primer paso de una supuesta transición a la democracia que culminaría en elecciones generales en 2010... Un proceso diseñado y conducido por la propia Junta Militar. Las organizaciones opositoras al régimen –encabezadas por la Liga Nacional por la Democracia, cuya líder es Aung San Suu Kyi, premio Nobel de la Paz– habían rechazado las reformas constitucionales y la convocatoria al referéndum, pues en su opinión legitimarán en los hechos a la Junta Militar y la apuntalarán en el poder. Así, en medio de la tragedia provocada por el ciclón, los birmanos acudieron a las urnas. Para ciudadanos de este país consultados por la reportera, así como para observadores extranjeros, los resultados oficiales del referéndum provocan sospechas, pues la participación fue de 99%, y 92% votó a favor de las reformas. “La Junta Militar hace magia con los números; todos conocíamos el resultado de antemano”, afirma un taxista birmano de 45 años. Para muchos no es difícil imaginar que la consulta del sábado 24 en Yangón y en la zona del delta del Irrawaddy arrojarán resultados parecidos.El 12 de marzo, dirigentes de la Liga Nacional por la Democracia denunciaron que las autoridades militares cometieron un fraude: amenazaron con multar o encarcelar a quien votara por el “no”, impidieron que militantes opositores acudieran a las urnas, falsificaron votos, rellenaron urnas y anularon casillas con votación que no les era favorable…Además, el recuento de votos fue realizado por instancias electorales controladas por la Junta Militar, sin posibilidad alguna de que los resultados fueran certificados por observadores independientes.
Impotencia
Tras el paso del ciclón, el mundo observó impotente cómo la Junta Militar rechazaba que agencias de Naciones Unidas y de organizaciones internacionales ingresaran al país para distribuir lo más urgente: agua, alimentos, medicinas…Gobiernos y organizaciones no gubernamentales advirtieron que el tiempo corría en contra de las víctimas. El ministro francés de Asuntos Exteriores, Bernard Kouchner, calificó la actitud del gobierno de Myanmar como “genocidio pasivo”, y Javier Solana, responsable de Relaciones Exteriores de la Unión Europea (UE), pidió establecer un puente aéreo de ayuda humanitaria aunque los militares de Myanmar no lo aprobaran.Ninguna de estas advertencias hizo cambiar de actitud a la Junta Militar. La razón: China, su aliado político, ha bloqueado los intentos de presentar iniciativas contra los generales birmanos en el Consejo de Seguridad de la ONU, donde tiene derecho de veto. Los pocos voluntarios de ONG que obtuvieron visados para entrar a Myanmar se han visto obligados a esperar cruzados de brazos en el vestíbulo de sus hoteles en la ciudad de Yangón. Hasta la semana pasada, la Junta Militar les negaba el acceso a la región del delta del Irrawaddy.“Esta ha sido una catástrofe de las dimensiones del tsunami del Índico de 2004, y allí acudieron unas 250 ONG. Aquí sólo hemos venido 50 y ni siquiera nos dejan actuar. Es cruel y desesperante”, declara a Proceso un integrante de una organización de ayuda humanitaria que pide no difundir su nombre. Sólo las agencias humanitarias con presencia anterior en Myanmar –como la Cruz Roja, Save The Children, Médicos Sin Fronteras y World Vision– pudieron pasar los controles militares instalados en las salidas de Yangón, con dirección al sur del país. Pero esas organizaciones no tienen una absoluta libertad de movimiento, ya que sólo su personal birmano tiene acceso a las zonas afectadas. “Los miembros de la Junta Militar sienten que han construido el país y que sólo ellos deben protegerlo. Pero está claro que no tienen la capacidad de enfrentarse a esta situación porque son extremadamente pobres. No confían en otros países porque creen que tenemos una agenda política escondida y no sabemos cómo explicar que no se trata de política, sino de ayuda, de salvar vidas”, señala con gran frustración Tim Costello, presidente de la oficina de World Vision en Australia, entrevistado por Proceso.Además de la negligencia del gobierno birmano, otros factores naturales dificultan la ayuda a las víctimas: el inicio de la temporada de lluvias, el lamentable estado de las carreteras y puentes –que impide transportar ayuda en grandes cantidades– y la geografía del delta del Irrawaddy: hay miles de pueblos esparcidos a orillas de multitud de canales que sólo son accesibles en pequeñas embarcaciones.Los principales centros urbanos de la zona del delta del Irrawaddy, como Pyapon o Bogale, recuperaron cierta normalidad con el transcurso de los días. Pero basta abandonar estas ciudades para que aparezcan en ambos lados de la carretera lodazales, inmensas raíces de árboles arrancadas de la tierra, cabañas de bambú derrumbadas y cadáveres de personas y búfalos que flotan en los canales.“La corriente ha traído estos cuerpos hasta aquí, pero no sabemos quiénes son”, afirma un joven birmano en el pequeño pueblo de Beguegyi, señalando unos siete cadáveres varados en la margen de un canal.Ante la nula ayuda del gobierno y la imposibilidad de que las organizaciones internacionales entren en las zonas afectadas, los monjes budistas –que cuentan con la real autoridad moral en el país— son los que organizan las labores de ayuda a las víctimas. Sus monasterios son los principales centros de refugio, donde se apiñan hombres, mujeres y niños sin hogar para pernoctar y recibir alimento. “Si vemos venir extranjeros o donantes birmanos nos quedamos tranquilos porque sabemos que podemos comer en los próximos días”, explica a Proceso una anciana refugiada en un monasterio de la localidad de Kyatwan, a unos 60 kilómetros al sur de Yangón.El pequeño monasterio de madera en Dallat, una localidad sumamente pobre situada al otro lado del río Yangón, frente a la ciudad homónima, acogió a unas 150 personas. Tengh, uno de los monjes con mayor autoridad, explica: “Los vecinos fueron llegando durante la noche del ciclón y se quedaron aquí durante cinco días, hasta que reconstruyeron algunas de sus chozas”. Añade: “Tenemos almacenadas reservas de arroz, además de que la gente del barrio que no se vio afectada por la tormenta nos entregó donaciones. Pudimos ofrecerles dos comidas al día, básicamente arroz, con suerte algunas veces lentejas y ajo. Pero el gobierno no nos ha ayudado en nada”. Ante la falta de acciones de la Junta Militar, los propios habitantes se organizan para limpiar las carreteras obstaculizadas por árboles caídos y para reconstruir las chozas de bambú con techo de palma, las viviendas más comunes del delta del Irrawaddy. Más aún, son ciudadanos birmanos los que a título individual –así como organizaciones de médicos locales– han recorrido con camiones las zonas afectadas repartiendo alimentos y agua embotellada.“El gobierno me ha vendido ocho láminas de zinc para el techo un poco más baratas que en el mercado. Pero todavía necesito otras ocho. Eso es todo lo que ha hecho (el gobierno) por nosotros”, afirma una joven empleada de limpieza en un pequeño hotel del centro de Yangón.En la localidad de Gwebin, situada a unos 50 kilómetros al sur de Yangón, las autoridades ni siquiera se han presentado. La inmensa figura de un Buda dorado aparece entre trozos de madera. Fue lo único que se mantuvo en pie de lo que fue un templo. “Hasta el momento sólo han venido los de UNICEF (Fondo de Naciones Unidas para la Infancia) con plásticos para cubrir las casas sin techo. Mi mujer estuvo seis horas sentada en casa con el agua que le llegaba hasta el cuello. Todavía sigue sin poder caminar”, explica angustiado el profesor Shaewng, quien se quedó sin empleo debido a que el huracán derribó el colegio donde daba clases.
Imitación
La semana pasada –casi tres después del paso de Nargis–, la Junta Militar cambió su postura ante la tragedia: permitió la ayuda de la comunidad internacional. De manera sintomática, lo hizo después de que el gobierno de China aceptó de manera inmediata la ayuda del extranjero y abrió sus fronteras a agencias y ONG internacionales interesadas en brindar asistencia después del terremoto que el pasado 12 de mayo sacudió la provincia de Sichuán. De hecho, Myanmar declaró tres días de luto nacional por las víctimas de Nargis, sospechosamente después de que China hiciera lo mismo –aunque ésta última a tiempo— por las víctimas del terremoto.Con todo, la Junta Militar puso como condición que la ayuda se canalizara a través de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN, por sus siglas en inglés), cuyos integrantes enviarán diez médicos que se podrán mover con libertad por todo el país.“Dada la magnitud del desastre, el gobierno tendrá que contar definitivamente con la ayuda internacional durante varios meses. Esperamos que a través de la implicación de China y la India disminuyan las restricciones al ingreso de la ayuda internacional”, dice a Proceso Ramesh M. Shrestha, portavoz de la UNICEF en Birmania. El domingo 18 llegó a Yangón John Holmes, secretario adjunto de Asuntos Humanitarios de la ONU. Cuatro días después, el jueves 22, arribó a la ciudad el propio secretario general de la ONU, Ban Ki-moon. Fueron señales de que el régimen militar había cambiado su actitud. Hasta antes de ese día, el general Than Shwe no se había dignado atender las llamadas telefónicas de Ki-moon ni a responder sus mensajes. Tras esta larga espera, el general birmano se mostró dispuesto incluso a reunirse con él en la remota capital del país, Naypyidaw.El mismo jueves 22, el primero de los ocho helicópteros del Programa Mundial de Alimentos destinados a Myanmar viajó a la zona del delta del Irrawaddy.El domingo 18 –más de dos semanas después del paso del ciclón— el general Than Shwe se desplazó por primera vez desde Naypyidaw, la nueva capital del país desde 2005, situada en mitad de la jungla, hasta una localidad cercana a Yangón afectada por el ciclón. El jefe de la Junta Militar consoló a los refugiados que se encontraban temporalmente en tiendas de campaña instaladas por el gobierno. La televisión estatal MRTV difunde permanentemente imágenes de estos campamentos, en su intento por reflejar que los generales tienen control de la situación. “Nos mostraron una gran organización, pero también pude observar una zona de 50 kilómetros de largo y 200 de ancho totalmente devastada”, afirma Bernard Delpuech, director de la Oficina Humanitaria de la Comisión Europea en Myanmar, tras haber realizado un viaje por el delta junto con otros diplomáticos a invitación de la Junta Militar.
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