Estamos alertas porque buscan un enfrentamiento, señala JBG
Desde mayo se han sucedido acciones militares en zonas autónomas
Hermann Bellinghausen (Enviado)
La Garrucha, Chis., 6 de junio. Ante el rechazo decidido de los pobladores de la comunidad zapatista Hermenegildo Galeana, a unos kilómetros del caracol Hacia un nuevo amanecer, sobre las laderas de la sierra Livingston, el oficial al mando de las tropas federales que intentaban alcanzar el poblado se detuvo, y antes de retroceder amenazó a los campesinos tzeltales: “vamos a volver y no vamos a respetar; vamos a llegar adonde hay que llegar”.
Una cosa les queda clara a las bases zapatistas de los municipios autónomos Francisco Gómez y Ricardo Flores Magón: “los soldados y policías vienen a encontrarnos. Lo que buscan es enfrentar. Por eso, los pueblos están alertas”, expresa un miembro de la junta de buen gobierno (JBG), en nombre de seis compañeros suyos que lo flanquean.
“Ahora que ya vimos cómo están llegando los soldados, se teme que se metan en las montañas”, añade en su recapitulación de las operaciones del Ejército federal y diversas corporaciones policiacas realizadas en las recientes dos semanas contra comunidades zapatistas de la selva tzeltal. La más reciente y grave fue este 4 de junio, aquí, y no lejos, en las comunidades San Alejandro y Galeana.
En la segunda, los pobladores salieron a encontrarse con las tropas, “no los esperaron”. Los soldados se metieron en una milpa y allí se pintaron los rostros de negro. Blandiendo machetes, piedras, palos, y resorteras los niños, los indígenas los toparon y les exigieron retirarse. “A un paso quedaron ellos y nuestros compañeros”, detalla el portavoz de la JBG.
Ya no se puede hablar de hechos aislados. El 19 de mayo, el Ejército federal rodeó precisamente las casas de las familias zapatistas en San Jerónimo Tulijá (municipio Flores Magón) y allanó dos, en un operativo inesperado y nunca explicado. El día 23, un aparatoso movimiento de tropas atravesó una amplia región del mismo municipio autónomo, pasando por las comunidades rebeldes Culebra y 6 de Octubre para internarse en el poblado priísta de Chamizal (donde la Organización para la Defensa de los Derechos Indígenas y Campesinos ha tenido presencia) y presuntamente localizar un pequeño sembradío de mariguana.
Sembradíos ilegales
El teniente coronel Ismael Cortés Martínez, a cargo de la operación, declaró a la prensa dos días después que el hallazgo (que nadie vio) se había realizado “en terreno zapatista”, versión que la JBG desmintió inmediatamente. Era bastante fácil: en Chamizal, igual que en sus vecinas Nueva Palestina y San Antonio Escobar, no sólo no hay zapatistas, sino que allí está la base del grupo armado responsable, junto con la policía estatal, de la masacre de Nuevo Velasco Suárez a finales de 2006.
El pretexto de buscar sembradíos ilegales se repitió en la más reciente incursión, en esta cañada. Al igual que en el caso de Chamizal, las tropas federales llegaron a Galeana y San Alejandro coordinadamente, por dos direcciones opuestas, procedentes de diferentes posiciones castrenses. Aquí, de San Quintín y Toniná (las dos bases militares más grandes de la selva Lacandona). Para llegar a Chamizal, en los bordes de Montes Azules, las tropas ingresaron por Sibal y Nueva Palestina.
Los guías
La incursión a Tulijá llevó como guía a Narciso Morales Gutiérrez, soldado al parecer destinado a Quintana Roo, pero nativo del lugar, con el rostro cubierto; él señaló las casas de los zapatistas a las tropas federales, procedentes de Tabasco. En el intento por rodear La Garrucha de norte a sur (un movimiento envolvente), y para llegar a Galeana, los soldados fueron guiados por Feliciano Román Ruiz y Enrique Hernández Castellanos, policías municipales de Ocosingo, originarios del vecino Prado Pacayal.
Prosigue el portavoz de la JBG: “estábamos trabajando este miércoles en el caracol; de pronto llegaron los soldados y se pusieron a la entrada de La Garrucha. La gente se juntó y empezó a moverse. Pareció que iban a flanquear la comunidad. Como vieron a la gente siguieron de largo, pero pasaron filmando a la comunidad. En Patiwitz se juntaron más soldados, siguieron, y en Rancho Alegre se unieron con los que venían de San Quintín. Luego se dividieron para subir, unos a Galeana y otros entrar a San Alejandro. El mando militar exigía a los compas que callaran la bulla, que esta vez sí iban a regresar. En los dos lugares los compas los echaron para atrás”.
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