Ricardo Andrade Jardí
Y ahora que no sabremos si se trata de la “realidad fecalista” o de una telenovela, cada vez que el usurpador desgobierno federal afirme que “estamos ganando la guerra contra el crimen organizado”, nos debe quedar el triste consuelo de que más allá de la demagogia y la politiquería, sabemos, como ciudadanos de la polis, que la guerra contra el crimen organizado sólo podría ganarse si se combate la impunidad institucional y se legaliza “el negocio”, el consumo, pues, ya que es en el corazón de las instituciones “democráticas”, en el caso de nuestro país, aunque la variable puede ser similar en cualquier otra geografía, donde la delincuencia se organiza y si la impunidad existe la organización criminal de gran escala tiene ganada cualquier guerra, lo demás no son más que mentiras pues en realidad no hay un combate contra la misma delincuencia que roba votos, evade impuestos, despoja a los campesinos de sus tierras, defrauda al Estado, desangra los recursos de la nación, firma contratos anticonstitucionales con empresas privadas y extranjeras, exige rescates públicos de sus deudas privadas, utiliza información privilegiada para favorecer a las ladronas familias de los mismos funcionarios, distribuye las rutas del tráfico hormiga, protege violadores sexuales de niños y niñas, lo mismo si son clérigos, que si son empresarios o políticos, premia a flamantes empresarios chinos que financian las campañas de los diversos carteles y partidos políticos, traiciona, reprime, chantajea, miente, difama, asesina, desvía fondos, oculta excedentes petroleros, impone gobernantes, entre tantas cosas más; esa es la delincuencia organizada, cuando menos la que se organiza desde dentro y a la que justamente no se le toca, la razón es obvia.
Por eso son tan imprecisas las vociferaciones de que “estamos ganando la guerra”, (aunque deberían por salud mental y física afirmar que ellos están ganando la guerra y no meternos a todos en sus cochinadas, que luego no habrá quien nos defienda, ocupadas como están las fuerzas armadas en ser una estrella más “del canal de las estrellas”).
Y cada vez nos resultará más difícil saber o distinguir, con precisión, de qué “combate a la delincuencia” nos hablan, es difícil suponer que se refieren al “ejecutivo defraudador” desde donde la corrupta impunidad favorece los negocios multimillonarios de la familia del también usurpador secretario de Gobernación, del que aún no es claro, excepto para el “Sr. López”, comentarista de la telebasura, su estatus migratorio, del que podemos suponer nada tiene que ver con las “manos limpias” que al final resultaron tan cochinas como las de cualquier otro político de poca monta al estilo mexicano; tampoco debemos suponer que en esa supuesta guerra que, se está ganando, se refieren a la red de políticos, curas y empresarios pederastas y menos aún la guerra contra la depredación medio ambiental donde el nombramiento del Alto Vacío (ex gobernador de Yucatán) como procurador ambiental es un signo más de la fobia que le produce al usurpador desgobierno el equilibrio ecológico, es decir, en esa guerra el “caballerito” FeCal está del lado que tiene que estar y que es el de los depredadores y criminales que seguirán destruyendo el medio ambiente en nombre del “turismo”, “la competitividad” y el “progreso” (esto último sólo en la demagogia, pues un país que destruye sus ecosistemas, destruye todo futuro posible de progreso).
No nos equivoquemos, después de ver las decapitaciones y ejecuciones diarias, multiplicadas por todo el país, gracias al “México inseguro” de Fecal, podemos suponer que la única guerra que el usurpador en turno puede ganar es la de las telenovelas, donde el Ejército Mexicano se pone a la altura de lo que se espera de un buen extra, mientras la PFP desmantela radios comunitarias y la delincuencia organizada: la de verdad se burla del país entero mientras la sociedad se sienta a “gustar” la telenovela, donde las fuerzas armadas son exhibidas… como reparto de segunda al servicio de la monopólica y concesionaria telebasura comercial de México.
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