Carlos Fernández-Vega
Gasto en promoción alcanzaría para comenzar a construir una refinería
Concluyó el velatorio de la cadavérica iniciativa petrolera calderonista, y ahora la mayoría legislativa procederá a su sepelio. El debate de ayer en el Senado de la República cerró el foro sobre la intentona de “reforma” privatizadora presentada en abril pasado por el inquilino de Los Pinos, durante el cual los muchachos de la “continuidad” no se apartaron un milímetro del rígido script del “tesorito” y de plano desatinaron una y otra vez, de tal suerte que si la “lógica” de Germán Martínez es la correcta (él dice que sí) en automático deberían quedar fuera del presupuesto, “por no haber defendido correctamente” la propuesta del michoacano.
Marcha fúnebre, pues, a la intentona calderonista de hacer “transitar energéticamente” (inquilino de Los Pinos dixit) a la industria petrolera nacional de lo estratégico a lo prioritario (como lo hicieron con los ferrocarriles, los satélites, las carreteras, la petroquímica “secundaria”, la banca y tantos otros sectores hoy privatizados íntegramente) sin mayor trámite que la modificación a modo de leyes secundarias, en franca violación de la Constitución, para abrir la puerta trasera al capital privado, principalmente el extranjero, es decir, el mismo truco legaloide utilizado a lo largo de los últimos cinco lustros que tan jugosos resultados le ha dado al gran capital, a costillas del bienestar de la nación.
Aún es tiempo de que el inquilino de Los Pinos civilizadamente retire su cadavérica “reforma”, y sea él, en privado y con sus plañideras, quien le de sepultura sin mayores aspavientos. El costo sería menor, sobre todo para la nación.
En vía de mientras, se presume un encuentro entre las dirigencias de los tres partidos mayoritarios, con el fin, dicen, de alcanzar acuerdos “trascendentales” para una reforma energética sólida y de largo alcance. Bien por el esfuerzo, pero las posturas partidistas están más que definidas: desde el esquizofrénico arrebato del panista Germán Martínez y la visión nacionalista y antiprivatizadora de la priísta Beatriz Paredes, ambas en el arranque del foro en el Senado de la República, hasta las claras directrices de la principal fuerza perredista.
¿Qué negociarán, entonces?, porque Germán Martínez difícilmente aceptará que la industria petrolera se mantenga en manos del Estado, Beatriz Paredes se negará (de acuerdo con la citada intervención en el Senado) a ceder áreas estratégicas al capital privado y/o democratizar al Sindicato Petrolero, y la principal fuerza perredista no dará su visto bueno a una salida ecléctica, de tal suerte que la negociación tendría que darse entre fuerzas con posturas análogas, y la parte perdedora votar en consecuencia.
Por ello vale recordar que en su intervención del pasado 13 de mayo en el Senado de la República, la presidenta del PRI subrayó la imposibilidad de que su partido se pronuncie a favor de “la participación abierta o encubierta de capital privado en sectores básicos”, y recordó lo que ordena la declaración de principios del tricolor: “en materia energética se pronuncia en contra de todo intento de privatización del patrimonio de los mexicanos y reconoce que es necesario y revisar y transparentar las formas y los medios, a través de los cuales se administra. Apoya todo lo necesario para que se garantice en la fortaleza financiera y operativa de las instituciones responsables de su explotación y administración. Y postula la soberanía sobre el recurso y su control eficaz por el pueblo para supeditar todo género de intereses al superior de la nación”. Además, que “en el programa de acción el PRI propone una reforma energética que fortalezca la soberanía nacional, de seguridad y certidumbre al desarrollo de la nación bajo la rectoría del Estado, y propicie la modernización de las empresas públicas responsables del área”. Entonces, si la tlaxcalteca pasa del discurso al hecho y doma a sus coordinadores parlamentarios, el Partido Acción Nacional no tendría nada que negociar con las otras dos fuerzas políticas mayoritarias.
Y vale recordarlo por una realidad concreta, guste o no: si la decisión es por la vía legislativa, sin los votos tricolores una reforma petrolera, con o sin comillas, simple y sencillamente no pasa. Como lo comentamos en entregas anteriores, el sentido del voto del conjunto de partidos agrupados en el FAP, al igual que el de los panistas, está más que definido, pero ninguna de las dos fuerzas políticas es autosuficiente para cancelar o sacar adelante cambios a la ley petrolera. Ambas requieren de la negativa o afirmativa priísta, un partido en el que diputados y senadores manifiestan posiciones encontradas (especialmente si se considera la cúpula legislativa que ha acostumbrado vender carísimo su ego y amor), lo que resulta paradójico, dado que todos ellos juraron respetar y defender la declaración de principios de su agrupación, la cual clara y tajantemente rechaza cualquiera intento –abierto o disfrazado, total o parcial– privatizador en materia energética.
Se supone que el PRI hoy hace público su proyecto de reforma a la industria petrolera. En ella detallará el alcance y dejará en claro qué tanto privilegia el discurso de su presidenta nacional. Tal vez a partir de ello se pueda definir una agenda a negociar, siempre y cuando el partido no saque a relucir su voluminoso diccionario de sinónimos, porque en los últimos tres sexenios priístas en Los Pinos, al igual que hoy lo hace el PAN, sus hijos predilectos utilizaron cualquier cantidad de términos (“desincorporación”, “modernización”, “democratización del capital”, “alianza estratégica”, “concesión”, etcétera, etcétera) para no pronunciar la palabra exacta que tanto les avergüenza y hace sangrar los labios: privatización.
Las rebanadas del pastel
Con lo que el inquilino de Los Pinos y su maquinaria propagandística han gastado (dinero de la nación, desde luego) en promover su “reforma” petrolera con todo y “tesoro”, fácilmente se habría iniciado la construcción de una refinería… Y mientras se evita una privatización, otra va a tambor batiente, en su tercera etapa, es decir, las llamadas “concesiones carreteras”. Otros superaron la etapa primaria, y ahora extranjerizan lo ya extranjerizado.
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