Alfredo Jalife-Rahme
Se esperaba una grave crisis inmobiliaria con repercusiones recesivas en la economía de España, producto de la brutal aznarización fiscalista-neoliberal (ver Bajo La Lupa, 26/12/07; 9 y 30/4/08), pero no la “mayor crisis financiera de su historia moderna”, como afirma su ministro de Finanzas, Pedro Solbes (PS), según refiere Ambrose Evans-Pritchard (AEP) en The Daily Telegraph (16/7/08).
PS, quien sufre el desazolve de las finanzas españolas, admitió a Punto Radio (Madrid) que su país enfrenta “la peor crisis económica de su historia” y que los efectos reverberantes del colapso inmobiliario se habían expandido a toda la economía. La consideró “la más compleja (sic) que se haya vivido” debido a una “plétora de factores que concurrieron al mismo tiempo”. Culpó juiciosamente al “tóxico coctel de altos precios del petróleo, la crisis crediticia global y el abrupto desaceleramiento en los principales mercados de exportación de EU y Alemania”.
Se equivoca en el orden secuencial, ya que su génesis dio inicio con la crisis financiera que luego repercutió en la energética y ahora en la alimentaria, en medio del cambio climático y la disgobernabilidad global.
El “tóxico coctel” de PS representa una crisis multidimensional en la que participaron las piratas empresas españolas como son Banco Santander y la petrolera Repsol, con mayor ahínco en Latinoamérica, donde causaron estragos, depredación y hambrunas.
A juicio de AEP, PS “ha perseguido una rigurosa política de no-rescate”–lo que debe ser en un verdadero libre mercado, que en el mundo anglosajón ni es libre ni es mercado–, cuando se enfrascó en una lucha interministerial al haber dejado quebrar a Martinsa-Fadesa, la joya inmobiliaria española.
Con o sin rescate, la economía española no tiene salvación debido a su artificial carácter especulativo. La bolsa madrileña fue presa de un terremoto bursátil con un desplome de 27 por ciento a partir de junio y eso que apenas comienza el aquelarre.
Entre las hazañas de su especulativa banca, en la que descuellan Santander y BBV, se encuentra el deliberado crédito laxo al sector inmobiliario que constituyó el eje de su artificial empuje económico. Era más que sabido que la especulativa banca española, excrecencia de la anglosajona (v.gr. los íntimos vínculos de Royal Bank of Scotland con Santander y de éste con Repsol), había creado una burbuja inmobiliaria que ha estallado con estruendosa intensidad y que ha arrastrado a Martinsa-Fadesa a la mayor quiebra empresarial de España, lo que ha impactado a todo el sector de la construcción y los bienes raíces que se ha llevado entre las piernas al gigante inmobiliario Sacyr, cuyas acciones han perdido la mitad de su cotización en junio.
AEP diagnostica que el quebranto de Martinsa-Fadesa, en alrededor de 3 mil millones de pérdidas, constituye un “clásico caso de libro de texto debido a su agresiva expansión en el auge del ciclo económico empujado por la tracción de alta deuda”, e informa que Caja Madrid y Banco Popular (el tercero más importante detrás de Santander y BBV) son los dos bancos más expuestos.
La situación es dramática y Goldman Sachs (GS), el poderoso banco de inversiones de EU conectado al secretario bushiano del Tesoro, Henry Hank Paulson, recomienda “vender” las acciones de bancos españoles que incluyen Bankinter, Banco Popular y Banco Sabadell (el cuarto más importante). GS considera que la presente recesión será mucho peor que la del inicio de la década de los 90, ya que ahora el consumidor se encuentra más ahogado con deudas.
Cabe recordar que el atribulado Banco Sabadell está vinculado con el Banco del Bajío (de Guanajuato) de macabro historial delamadridista y ahora presuntamente foxiano-martiano.
Con entonaciones fundamentalistas anglicanas, AEP afirma que “no se trata de la peor crisis financiera de la historia española”, ya que “Felipe II cayó en moratoria tres veces con sus deudas soberanas en el siglo XVI después de haber llevado a la quiebra al imperio español al financiar sus guerras de Contrarreforma en contra de los protestantes”. AEP es un excelente analista financiero (debido a los tips que le proporciona el establishment anglicano, por cierto, en vías de desintegración teológica), pero un pésimo aprendiz de historia española.
Amén que tales antecedentes los ignora el fiscalista-neoliberal Aznar López, quien resultó un vulgar súbdito anglosajón, la crisis financiera de Felipe II –pese a la confiscación del oro inca, azteca y maya– se debió primordialmente a la carencia de una banca nacional, al depender insensatamente de la banca agiotista de Florencia y Venecia, según El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II, considerado uno de los 10 mejores libros de todos los tiempos, del genial historiador galo Fernand Braudel.
Los neoliberales mexicanos (panistas y priístas por igual, y ahora hasta por algunos desviacionistas seudoperredistas), ignorantes de la historia universal, ya no se diga la ibérica y la mexicana, cometieron el mismo error cinco siglos más tarde al depender en forma masoquista y suicida de la banca israelí-anglosajona (incluida su excrecencia española) que acapara en términos de capitalización de mercado más de 92 por ciento de la extinguida banca mexicana. Antes de su presente insolvencia financiera, EU poseía más de 7 mil bancos frente a una docena de exiguos bancos genuinamente mexicanos.
Sin necesidad de renacionalizar la banca foránea (prácticamente en la insolvencia global) es urgente crear una banca mexicana de amplia envergadura sustentada en los ingresos de nuestros hidrocarburos –con bancos federales, regionales, de los estados, y hasta municipales– todos de participación mixta con empresarios nacionalistas, y que incluya una banca de inversiones específicamente destinada al fomento y desarrollo del nuevo Pemex.
La verdadera salvación holística de Pemex pasa por su desfiscalización y la abolición del parasitario subsidio a los coyotes seudoempresarios, así como por la creación de una extensa banca nacional de alcances geoeconómicos y geofinancieros, sumado de la domesticación de la demencial y desarticulada “autonomía” del Banco de México (un “Estado dentro del Estado”) por el Ejecutivo, el Congreso y el poder ciudadano, para cumplir las necesidades básicas nacionales (no las israelí-anglosajonas), al riesgo de perdurar en la mediocridad e irrelevancia neoliberal.
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