Bush y el fin del “eje del mal”
MÉXICO, D.F., 4 de julio (apro).- El 26 de junio, luego de entregar a China un informe sobre su programa nuclear, Corea del Norte fue borrada de lo que George W. Bush llamó el “eje del mal”. Aunque continúa siendo un foco de conflicto, Irak quedó automáticamente eliminado de esta categoría cuando Sadam Hussein fue derrocado por la invasión estadunidense. Ahora sólo falta saber si, antes de terminar su periodo, la actual administración buscará también neutralizar al régimen islámico de Irán.La primera vez que Bush utilizó esta expresión fue el 29 de enero de 2002, en su primer informe sobre el Estado de la Unión. Ya habían ocurrido los atentados del 11 de septiembre y la campaña militar contra el régimen talibán en Afganistán estaba en su apogeo. Pero el presidente republicano tenía más blancos en la mira.“Nuestro objetivo –dijo– es frenar a regímenes que apoyan el terror hacia Estados Unidos, o hacia nuestros amigos o aliados, con armas de destrucción masiva (ADM). Algunos de estos regímenes han estado bastante callados desde el 11/S. Pero conocemos su verdadera naturaleza. Corea del Norte es un régimen que se arma con misiles y ADM, mientras mata de hambre a sus ciudadanos. Irán procura agresivamente estas armas y exporta el terror, en tanto que una minoría no elegida reprime los anhelos de libertad del pueblo iraní.”Luego se explayó sobre Irak. El gobierno de Hussein, subrayó, “sigue haciendo alarde de su hostilidad hacia Estados Unidos y apoyando el terror. El régimen iraquí ha conspirado por más de un decenio para desarrollar ántrax, gases neurotóxicos y armas nucleares. Este es un régimen que ya ha usado gases venenosos para asesinar a miles de sus ciudadanos –es un régimen que ha aceptado inspecciones internacionales, sólo para después expulsar a los inspectores. Éste es un régimen que algo tiene que ocultar al mundo civilizado”.Y, al final, externó la frase clave: “Estados como estos, y sus aliados terroristas, constituyen un eje del mal que se arma para amenazar la paz del mundo”.Si bien Bush se limitó a mencionar a estos tres países, unos meses después el entonces subsecretario de Estado, John Bolton, agregó a la lista a Libia, Siria y Cuba (más adelante también Venezuela). Y repitió la idea de que quien no estaba con Estados Unidos, estaba contra él.De gran efecto mediático, la expresión de “el eje del mal” fue desde el principio muy criticada en círculos políticos y académicos por implicar una asociación insoslayable con el Eje (Berlín, Roma, Tokio) de la Segunda Guerra Mundial. También se asoció con una frase similar de Ronald Reagan, que habló de “Estados canallas”.Pero más allá de que Irán, Irak y Corea del Norte nunca constituyeron un “eje” propiamente dicho, ya que no actuaban en forma coordinada, la principal polémica giró en torno de qué exactamente quiso decir George Bush. Muchos se preguntaron, incluso, si eso significaba que Estados Unidos pretendía atacar a esos tres países. Conciliador, el entonces secretario de Estado, Colin Powell, salió inmediatamente a decir que no necesariamente significaba eso o que no se estuviera dispuesto al diálogo con esos tres países. Sin embargo, de inmediato se notaron movimientos hacia ellos –sobre todo hacia Irak– que dejaban ver por lo menos un endurecimiento. Lo que Bush quiso decir se fue evidenciando sobre la marcha: más acusaciones, más sanciones y más amenazas de utilizar la fuerza. 14 meses después, la aviación estadunidense bombardeaba Bagdad y los marines incursionaban violentamente en territorio iraquí, bajo la operación denominada “Choque y pavor”.Para algunos analistas, todo ese montaje se creó para invadir a Irak, el único de los tres países del presunto eje que, como se demostró a la larga, no contaba ya con tecnología nuclear ni armas de destrucción masiva, y tampoco financiaba al terrorismo. De todos modos Sadam Hussein, quien había pasado de aliado a enemigo de Estados Unidos, fue derrocado.A cinco años de esa incursión bélica y seis meses de entregar su mandato, ése es el único logro que Bush puede reivindicar en Irak, porque los iraquíes pasaron de un orden de mano dura a un incontrolabale caos de guerra. Aunque los atentados han disminuido en los últimos meses, gracias a un aumento masivo de tropas, el germen del terrorismo, antes inexistente en Irak, sigue presente; las diversas facciones religiosas no logran ponerse de acuerdo y el país continúa sumido en la destrucción. Eso sí, el gobierno que despacha en Bagdad, de ninguna manera puede considerarse ya un miembro del “eje del mal”.En el caso de la recién exonerada Corea del Norte, que ha contado con tecnología nuclear y armas atómicas desde mucho antes que asumiera Bush, aunque no hay pruebas de que apoye al terrorismo islámico, desde el principio llamó la atención de los observadores el trato diferenciado, diplomático, que los halcones de Washington otorgaron al introvertido aunque desafiante régimen comunista. Ciertamente, con la campaña militar en Afganistán y la invasión de Irak en curso, no era cuestión de enfrascarse en una tercera guerra, aunque el entonces secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, alardeara que Estados Unidos podía con todos. Pero el régimen de Pyongyang, a diferencia del de Bagdad, sí contaba con armas nucleares y, en caso de un ataque, seguramente no vacilaría en usarlas contra Corea del Sur.Aparte, siempre ha estado omnipresente otro factor: desde la caída del bloque socialista China ha sido la principal aliada y protectora de Corea del Norte, y difícilmente se quedaría impávida ante un ataque estadunidense. Así, aunque con crecientes sanciones por parte de Estados Unidos y la ONU, todo se condujo siempre por canales diplomáticos. Inclusive se formó un grupo de estos tres países con Corea del Sur, Japón y Rusia, para convencer del desarme al gobierno de Kim Yong Il.Por su parte, éste se dedicó a escalar su beligerancia, en un juego que, al parecer, más que a provocar un conflicto armado, estaba destinado a incrementar el costo de la renuncia a su arsenal nuclear. Así, recién incluido en el “eje del mal”, Pyongyang admitió que tenía un programa secreto de armas nucleares, luego expulsó a los inspectores de la Agencia Internacional de Energía Atómica y, finalmente, se retiró del Tratado de No Proliferación. El mayor momento de desafío se dio en 2006, cuando realizó ensayos con misiles nucleares y probó su primera bomba atómica. Después de varios desencuentros dentro del Grupo de los Seis, de pronto en febrero de 2007 Corea del Norte se comprometió a cerrar su planta nuclear de Yongbyon, a suspender por completo su programa nuclear y a destruir su reactor ese mismo año, a cambio de garantías de seguridad y apoyo energético y financiero. Con meses de retraso, y no sin una última demostración de fuerza en marzo pasado, en junio cumplió con este acuerdo.Pendiente quedó la revisión de la lista de sus actividades nucleares entregada a China, y nada se dijo del destino de la presuntas armas de destrucción masiva que posee; pero, para efectos políticos y diplomáticos, Corea del Norte quedó eliminada del “eje del mal”.Por lo que toca a Irán, el tercer país que Bush mencionó como parte de ese eje, la situación sigue irresuelta y con visos de una escalada. Si bien las relaciones entre Washington y Teherán nunca se regularizaron desde el triunfo de la revolución islámica, en 2002 muchos se preguntaron por qué la Casa Blanca optaba por subir nuevamente el tono, justo cuando un presidente moderado, Mohamed Jatami, se esforzaba por impulsar reformas internas y acercamientos con el exterior.Desgastados en este empeño, tres años después los liberales perdieron los comicios ante los conservadores. El nuevo mandatario, Mahmud Ahmadineyad, muy pronto se distinguió por su beligerancia hacia Occidente, y el diferendo internacional por el programa nuclear iraní, sobre todo en materia de enriquecimiento de uranio que permitiría fabricar armas atómicas, dió un giro: las negociaciones se interrumpieron, Teherán negó el ingreso a los inspectores de la AIEA y, desde 2006, pesa nuevamente sobre él una serie de sanciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.Junto con este rechazo internacional, la tensión directa con Estados Unidos subió en forma dramática. Luego de la resolución de la ONU, el gobierno de Bush ordenó el desplazamiento de barcos de guerra a las costas de Irán, detuvo a diplomáticos iraníes en Irak y dio “licencia para matar” a ciudadanos de ese país que fueran sorprendidos “actuando” en suelo iraquí. Washington acusa al régimen islámico de apoyar a las milicias chiitas dentro de Irak, lo mismo que a la guerrilla de Hezbollah en Líbano.Aunque un ataque militar a gran escala parece improbable en el poco tiempo que le queda a Bush, no es descartable algún tipo de acción punitiva. En la revista New Yorker, el periodista Seymour Hersh varias veces ha hablado de planes secretos del Pentágono contra Irán y, en el más reciente número, menciona operaciones de desestabilización encubiertas contra el actual gobierno que, por cierto, podrían tener éxito ante la vertiginosa pérdida de apoyo interno que ha sufrido Ahmadineyad.Pero hay otro factor adicional. La persistente negativa de éste a reconocer al Estado de Israel, su reiterada negación del Holocausto y su apoyo a las guerrillas libanesas y palestinas que combaten a la entidad judía, han despertado sospechas de que Tel Aviv podría estar planeando un ataque contra las instalaciones nucleares iraníes, antes de que logren desarrollar su propia tecnología atómica. Algo similar al bombardeo que llevó a cabo contra una central nuclear de Irak en 1981. En cualquier caso, Irán todavía está lejos de ser borrado de la lista de los países que apoyan el terrorismo.Por lo que toca a los otros regímenes que John Bolton agregó al “eje del mal”, Libia también sufrió una metamorfosis. Después de haber sido bombardeado por el gobierno de Reagan y de estar sujeto a sanciones de la ONU durante diez años, debido a su participación no aceptada en varios atentados, el gobierno de Muammar Gadaffi empezó a cambiar.Primero, en 1999, aceptó su culpabilidad y entregó a los autores materiales. En 2001, luego del 11/S, pidió disculpas, pagó indemnizaciones y se deslindó de todas las organizaciones terroristas. Y en 2003, ya invadido Irak, anunció que ponía fin a sus programas de armas químicas, biológicas y nucleares. La ONU levantó las sanciones y Washington y Trípoli reanudaron relaciones diplomáticas.Con Siria, Cuba y Venezuela las relaciones no han mejorado, pero tampoco existe el riesgo de una confrontación militar. Si bien subsisten diferencias ideológicas y el Departamento de Estado considera que apoyan a organizaciones calificadas como terroristas, carentes de tecnología nuclear y armas de destrucción masiva, las tres naciones están muy lejos de constituir una amenaza para la paz del mundo.Si bien desde su perspectiva puede reivindicar haber desarticulado al “eje del mal”, Bush no deja a su sucesor ningún problema de fondo solucionado. Y, aunque con un enfoque diametralmente opuesto, lo único seguro es que ni Barack Obama ni John McCain habrán de retomar este concepto.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario