Factor Miedo
Todos los miembros del equipo económico de Felipe Calderón parecen estar atrapados en la versión mexicana del "reality show" Fear Factor. Cada semana se les pide que hagan una hazaña ridícula, una acrobacia peligrosa, una cabriola demencial ante la mirada atónita del público. Allá saltan de un edificio alto a otro; acá subsidian la gasolina. Allá mastican cucarachas vivas; aquí fijan los precios de productos de la canasta básica que nadie come. Allá se paran dentro de una cámara de gas; acá resucitan los controles de precios. Allá desfilan desnudos mientras les toman fotografías; acá toman decisiones que van en contra de todo lo que Agustín Carstens y otros aprendieron en sus cursos básicos de economía. Allá el concursante ganador recibe un premio por su conducta estrafalaria, pero acá quienes participan en la más reciente charada gubernamental no se lo merecen.Porque al actuar como lo están haciendo, los hombres y las mujeres del gabinete económico repiten los errores que el país ya cometió. Reiteran las decisiones con las cuales México se equivocó. Reviven los costos que la población en el pasado pagó. Las malas prácticas y las viejas costumbres que produjeron crisis tras crisis, déficit tras déficit, implosión tras implosión. Los subsidios y las distorsiones y el uso equívoco del gasto público y la intervención gubernamental que exacerba los problemas en el largo plazo, con el afán de solucionarlos temporalmente. Pero "la estrategia beneficia a la economía de los mexicanos", reitera Georgina Kessel. "El subsidio es sostenible porque no se está incurriendo en ningún déficit", argumenta Agustín Carstens. Todos ellos, responsables -otra vez- de la manipulación política de las variables económicas. Todos ellos comiendo insectos como los concursantes en el programa de televisión.Y seguramente tan o más asustados. Porque la política económica del gobierno de Felipe Calderón huele a miedo. Miedo a la inflación y la irritación social que podría producir. Miedo a la desaceleración económica y los costos políticos que podría acarrear. Miedo a la elección del 2009 y la pérdida de apoyo para el PAN que podría traer consigo. Miedo a Andrés Manuel López Obrador y la capitalización del descontento que seguramente encabezaría. Terror a perder el poder que ha politizado las decisiones económicas de múltiples gobiernos en México. Ansiedad apenas contenida que lleva a enfatizar la seguridad por encima de la oportunidad, la estabilización por encima del crecimiento, el mantenimiento de incentivos disfuncionales -el uso del automóvil- por encima de su reconversión, el control de los mercados por encima de su buen funcionamiento. Y así como los concursantes de Fear Factor siempre parecen avergonzados por lo que se les ha obligado a hacer, el gabinete económico del Presidente debería sentir lo mismo.Sus integrantes saben o deberían saber que los subsidios y los controles presumidos son una pésima asignación de recursos. Una mala manera de gobernar. Una repetición de fórmulas que han fracasado a lo largo del planeta, con efectos terriblemente nocivos para la economía, para la productividad, para la eficiencia, para las perspectivas a futuro. Con contradicciones flagrantes y costosas: Felipe Calderón insiste en que quiere proteger a las familias más pobres, pero termina por subsidiar a las más ricas. El Presidente afirma que su gobierno enfrenta los problemas, cuando tan sólo les compra tiempo con 200 mil millones de pesos al año. El gobierno argumenta que quiere una economía competitiva, mientras refuerza las condiciones que impiden ese objetivo.Mientras tanto el PAN enfatiza la necesidad de reformar a Pemex para resolver sus problemas, pero apoya un subsidio que los perpetúa. El PRD culpa al gobierno del alza en los precios pero no apoya medidas para incrementar la eficiencia de los mercados. El PRI le cobra todo lo que quiere a Felipe Calderón y se lo comerá vivo si percibe un incremento en la inflación. La clase política unida en un esfuerzo colectivo para mantener la "economía ficción". Un lugar apartado de la realidad donde los mexicanos pueden comprar gasolina barata y automóviles caros; donde los precios no son determinados por la oferta y la demanda sino por Los Pinos; donde los nuevos impuestos recaudados no remozan aulas sino llenan tanques; donde el Presidente puede denunciar el calentamiento global mientras México contribuye a exacerbarlo; donde el énfasis en la estabilidad de precios -tan aplaudido por Guillermo Ortiz- coarta la posibilidad del crecimiento económico.El gobierno de México insiste en hacer las cosas mal y eso no deja de sorprender, dado lo que supuestamente aprendió y entiende. El nuevo reporte del "Growth Commission" -un grupo internacional de expertos encabezado por el Premio Nobel Michael Spence- hace una lista de lo que todo país que quiere crecer debe evitar. En primer lugar señala los subsidios a la energía y en segundo, los controles de precios para controlar la inflación como medidas equívocas y contraproducentes. Ante ello, el equipo de Calderón probablemente argumentaría que dada la crisis global, importa más mantener la estabilidad que promover el crecimiento. Preocupa más ganar la próxima elección que incrementar el Producto Interno Bruto. Obsesiona más cómo ocultar el miedo con acrobacias que encararlo con soluciones de fondo.En el programa Fear Factor, los participantes hacen todo tipo de hazañas conocidas en inglés como "stunts". Lo curioso es que la palabra traducida al español también significa "impedir el crecimiento, atrofiar" y eso es lo que está haciendo el gobierno de México con la economía hoy. Impidiendo, atrofiando, obstaculizando con malas políticas públicas la posibilidad de crecer y prosperar. El crecimiento económico no lo es todo pero es la base para todo. Más aún en un país con tantos pobres como México, porque se vuelve imposible redistribuir nada. Pero Felipe Calderón y los suyos parecen no entenderlo así. Instrumentan medidas cortoplacistas de corte político que perpetúan una estructura económica poco competitiva, poco transparente, poco eficiente. Llevan a cabo maniobras supuestamente audaces en aras de obtener aplausos y aprobación.Pero al igual que sus contrapartes en el "reality show" que mimetizan, demuestran un arrojo detrás del cual asoma el miedo. El temor a pagar costos políticos. El temor a perder apoyo social. El temor que sabotea la posibilidad de un gobierno creíble y convierte a sus miembros en actores risibles, dispuestos a comer cucarachas con tal de ser aplaudidos en la televisión.
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