Inevitablemente, el tema de la actual Asamblea General de Naciones Unidas es la del terremoto financiero que destruye ya una enorme riqueza en Estados Unidos y que amenaza implacablemente al resto del planeta, sobre todo a los más pobres del mundo.
Por Víctor Flores Olea
Los presidentes Lula da Silva y Cristina Fernández, de Brasil y Argentina, subrayaron pertinentemente que el poder financiero que ha formulado recomendaciones a otros países se encuentra en ruinas, entre ellas algunas ideas “claves” del Neoliberalismo y del Consenso de Washington, como el de la infalibilidad de los mercados, el de evitar toda regulación del Estado en la economía y el de la apertura financiera sin límites, que ha dado lugar a la corrupción y a los mayores abusos que registra la historia del capitalismo, aunque la historia de la corrupción en el sistema podría llenar muchos volúmenes.
Cristina Fernández afirmó que ahora “… se produce la intervención estatal más formidable de la que se tenga memoria precisamente desde el lugar donde nos habían dicho que el Estado no era necesario...”
El presidente de Brasil sostuvo que “la euforia de los especuladores ha generado la angustia de pueblos enteros, en la secuela de desastres financieros sucesivos que amenazan la economía mundial… Y ahora son indispensables las intervenciones de las autoridades estatales para frenar a los fundamentalistas del mercado…, demostrándose además que este es un momento para decisiones políticas”.
Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía, declaró: “Esta crisis es el fruto de la falta de honradez de las instituciones financieras y de la incompetencia de los políticos”. Mencionemos también al gran economista brasileño Celso Furtado cuando dijo: “no permitamos que las ganancias de los especuladores sean siempre privatizadas, mientras que sus pérdidas son invariablemente socializadas. No debemos permitir que la carga de la avaricia ilimitada de unos cuantos sea aguantada por todos”, concluyendo: “la economía es un empeño demasiado serio como para dejarlo en manos de los especuladores. La ética también tiene que aplicarse a la economía”.
En México tenemos triste memoria de un hecho semejante: el Fobproa-Ipab que “salvó” de la ruina a los banqueros pero está siendo pagada aún por los contribuyentes, también originada la crisis por la deshonestidad y la proliferación de los especuladores. En el sistema actual ganan unos cuantos y pierden todos: tal es el nombre del juego.
Pero debe reconocerse que en Estados Unidos ha habido un cierto pataleo de algunos congresistas demócratas, que protestan porque el plan sólo beneficia a los bancos e instituciones financieras, a los ricos y no a quienes se han quedado sin casas. “No sólo los contribuyentes deben pagar esta cuenta”, dijo el presidente de la Comisión Económica del Congreso.
Demasiado para lo nervios de este capitalismo decadente, corrupto y despilfarrador. La cosa es ya la más asombrosa demostración de irracionalidad jamás imaginada. El neoliberalismo ha revelado una vez más su naturaleza rapaz y depredadora que castiga la vida de miles de millones en el mundo.
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