Mario Di Costanzo Armenta
Sin lugar a dudas, la administración de Felipe Calderón pasará a la historia no sólo por la forma tan desaseada, cuestionable, poco transparente y para muchos fraudulenta como se dio el resultado del proceso electoral de 2006, sino también por las absurdas declaraciones realizadas tanto por él como por los funcionarios que integran su gabinete.
Basta recordar desde la famosa frase de “haiga sido como haiga sido” hasta las no menos célebres “rebasar a la izquierda por la izquierda” o “me gusta navegar contra corriente”, o bien la de “el presidente de la estabilidad y el empleo”.
Señalo lo anterior porque ahora le tocó dar la nota al secretario de Hacienda, quien señaló que “la economía mexicana está fuerte y no le afectará” la tremenda crisis financiera por la que atraviesa Estados Unidos.
Así, y aunque al día siguiente Agustín Carstens quiso rectificar, con mucha preocupación vemos que, a pesar de que el país enfrenta una crisis sin precedente, tanto Felipe Calderón como su gabinete ven un México que no será afectado por el sombrío panorama económico mundial, mientras en la realidad millones de familias enfrentan pobreza, marginación, carestía, falta de empleo… Y a todo esto se suma el flagelo de la delincuencia, el secuestro, el narcotráfico. En fin: es visible la inseguridad física, económica y social de prácticamente toda la población.
Pero a pesar de todo ello, Agustín Carstens envío a la Cámara de Diputados una serie de proyecciones económico-financieros que no tienen la menor lógica y, con todo y la tormenta, se niega a rectificar y aceptar que es urgente un replanteamiento de todo el programa económico para el próximo año.
Así, pues, resulta absurdo que se proyecte un crecimiento económico del país mayor para el próximo año, cuando al mismo tiempo se acepta que Estados Unidos crecerá por debajo del nivel que observará este 2008 (más aún cuando en el presente año México creció menos de lo proyectado, debido precisamente a la desaceleración económica en Estados Unidos).
Señala también que para el próximo año habrá menos inflación, pero sostiene que los incrementos al precio de la gasolina, gas y electricidad continuarán.
Establece que habrá ingresos suficientes, pero se prevé que el precio del petróleo será inferior al observado en el presente año y la cantidad de petróleo exportado disminuirá en poco más de 100 mil barriles diarios.
A pesar de ello, no propone acabar con los paraísos fiscales en los que tributan las grandes empresas, aun cuando el propio subsecretarario de Ingresos ha aceptado que la recaudación de impuestos derivada del famoso IETU no evoluciona como se esperaba, ya que existen más de 30 mil amparos interpuestos contra el pago de esta contribución.
Tampoco propone reducir el tremendo gasto burocrático gubernamental, a pesar de que para el próximo año el pago de “servicios personales” será de 790 mil millones de pesos, cifra similar a las aportaciones de Pemex al fisco federal.
Se anuncian millonarios recursos para el combate a la inseguridad, pero no se dice que más de la mitad de éstos tendrán como destino, sueldos y salarios, a la vez que no se proponen medidas para combatir el lavado de dinero, que es la forma en que los criminales se aseguran de que “el crimen pague”.
La realidad que no quieren ver, es que lo que sucede en Estados Unidos amenaza seriamente la estabilidad económica y financiera mundial y promete acelerar la recesión internacional. Por ello, el gobierno estadunidense está haciendo toda clase de esfuerzos por rescatar a sus principales bancos de inversión y corredurías financieras.
A este respecto cabe subrayar que si bien muchos medios de desinformación han señalado que la crisis equivale al “Fobaproa estadunidense”, los hechos demuestran que no: aunque el problema es la quiebra de algunas instituciones financieras, su rescate no está siendo igual al que realizó México en su momento.
Es decir: en nuestro país se inyectó dinero a las instituciones bancarias mediante la compra de cartera (que por cierto a la postre se vio que era “chatarra financiera”), mientras que en Estados Unidos los recursos los inyecta la Reserva Federal (Fed) al sistema financiero a cambio de “acciones” de estos grupos. Y es justamente lo que a las autoridades en nuestro país les dio miedo y a la postre elevó el costo de ese rescate para la sociedad.
En otras palabras, en nuestro país, como resultado del Fobaproa, el gobierno quedó como deudor de las instituciones bancarias, terminó endeudado con ellas, mientras en el caso de Estados Unidos el gobierno terminará como socio de las instituciones rescatadas.
Esa es una diferencia abismal entre los casos de ambos países, pues en Estados Unidos se privatizaron las pérdidas y se socializarán las utilidades, mientras que en el caso de México fue exactamente al contrario.
Por ello podemos decir que hablando de traiciones, nos vienen a la memoria todas estas absurdas declaraciones que ven a un México que no es y otras que promueven la unidad en torno de un sistema que está acabando con la estabilidad política y social del país.
Y que hablando de rescates conviene preguntarnos por qué razón el propio Fondo Monetario Internacional recomendó a México un rescate financiero que sólo dejó deudas y permitió la extranjerización de nuestra banca, y en el caso de Estados Unidos lo que se da es casi un proceso de estatización de las empresas rescatadas.
¿No será, entonces, que en nuestro caso el famoso rescate también fue una traición?
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