Néstor Núñez
¡Que derroche de moral, de ética, de inviolabilidad de principios! ¡Qué ejemplo de rectitud, de apego a las leyes, de respeto por las personas y sus prerrogativas, libertades, tragedias y sentimientos!
¡Ah, la Europa galante, fina, pulcra, sabe qué hace y quiere. Por supuesto no tiene reparo en mostrar su esplendor, superioridad intelectual y pundonor a los “salvajes”. Ellos deben aprender qué es civilización, orden y decencia.
Al fin y al cabo es siempre lo hecho. ¿Para qué entonces las potencias coloniales europeas mataron a millones de indios en el Nuevo Mundo? ¿Esclavizaron y masacraron a millones de negros africanos? ¿Ocuparon y explotaron durante siglos a buena parte del planeta?
¿Por qué fue precisamente Europa el escenario de las dos más grandes y desastrosas guerras imperialistas en la historia humana?
Está claro. Son lecciones evidentes de la “nobleza y escrupulosidad” de cuanto ha generado aquel continente.
Hoy tiene continuación en sus políticas oficiales cargadas de xenofobia, racismo, violencia, tráfico humano, y acompañamiento placentero, cual fiel alabardero, de las aventuras hegemonistas de los sectores ultra reaccionarios que dirigen en los Estados Unidos.
Es precisamente toda esa “radiante trayectoria” la que le permite al sacrosanto Parlamento Europeo levantar la voz un cuatro de septiembre de 2008 para “demandar firmemente del régimen de La Habana”, que impulse “cambios democráticos” y respete los derechos humanos de quienes internamente apoyan las agresiones a Cuba.
No importa si horas antes un devastador huracán de nombre Gustav, con vientos cuya intensidad rompió todos los récords, dejó sin sustento ni viviendas, de un brutal soplo, a decenas de miles de cubanos, sin que a pesar de todo ni uno solo falleciese ni quedara abandonado a su suerte.
No importa que muchos países del mundo por esos días hayan expresado su pesar a La Habana por los cuantiosos daños.
Eso no les interesa a los parlamentarios europeos, que ni una línea de su declaración dedicaron a señalar sus sentimientos solidarios.
Contingencias de ese tipo son cuestiones menores para los honorables legisladores. Al fin y al cabo, un burdo isleño más o menos no cuenta en sus cómodas butacas o lustrosos aposentos, ni en sus opíparas cenas rociadas con vinos de las mejores cosechas.
Cuba, único país de la zona ciclónica del hemisferio que protege totalmente a sus ciudadanos y atiende con celeridad las desgracias, solo merece sobre su cabeza el dedo acusador de los notables del Viejo Continente.
Todo, porque el país no permite que los enemigos internos se entreguen libremente a sus juegos subversivos, muy bien pagados, por cierto, desde la propia Casa Blanca.
Buena lección de humanismo la del Parlamento Europeo...tan piadoso, justo y esclarecido él.
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