Silvia Ribeiro
El primero de marzo pasado, el gobierno de Colombia invadió el territorio ecuatoriano, para desplegar un salvaje ataque aéreo a un campamento de las FARC. Este ataque mató a decenas de personas, destrozando todo lo que allí había. El gobierno de Uribe afirma sin embargo que la computadora de Raúl Reyes, uno de los líderes históricos de ese movimiento, quedó completa y totalmente a salvo de los bombardeos, lista para que de allí se sacaran todo tipo de informaciones incriminatorias sobre las FARC y cientos de activistas sociales y opositores no sólo en Colombia, sino también sobre movimientos sociales –e incluso gobiernos– de todo el resto de América Latina.
Pese a que han pasado meses desde el ataque, todo el tiempo salen nuevos datos, justo a tiempo para criminalizar a nuevos actores y movimientos sociales, a medida de las necesidades de los gobiernos de ultraderecha que van quedando en el continente, o directamente de Estados Unidos.
Incluso dicen que no sólo quedó intacta la computadora del mero líder (que al parecer, pese a su larguísima experiencia en la clandestinidad, colocaba todos los datos de sus acciones, relaciones, contactos, nombres reales y direcciones en “su” computadora), sino que con la avalancha de datos que necesitan acuñar para justificar sus fines represivos y de criminalización de poblaciones enteras, el gobierno colombiano inventó la existencia de otras computadoras sobrevivientes, ¡oh coincidencia! igualmente intactas.
Esta perversa computadora mágica escupió el 29 de agosto pasado, que el economista colombiano Héctor Mondragón, de reconocida y pública trayectoria de acompañamiento y defensa de movimientos campesinos, indígenas y afrocolombianos, estaba vinculado a las FARC. En el mismo acto, los supuestos “datos” de la computadora echaron sospechas también sobre la Federación Nacional Sindical Unitaria Agropecuaria –FENSUAGRO, miembro de la organización campesina internacional La Vía Campesina.
Tales “descubrimientos”, que todos los que conocen las organizaciones y a Mondragón saben son falsos (y él mismo lo ha refutado en palabras y a través de toda su trayectoria de vida), salió justo a tiempo para impedir que viajara a Estados Unidos, para participar en actividades contra el Tratado de Libre Comercio entre Colombia y Estados Unidos.
Este TLC, al igual que otros, está diseñado a la medida de las necesidades de las empresas trasnacionales, contra los intereses de la población de Colombia, pero también como cuña para presionar a los países andinos y romper otras formas de cooperación en la región.
Mondragón estaba invitado a Estados Unidos en esa fecha, al momento que se discutía el TLC con Colombia en el senado de Estados Unidos (que debe dar la venia para su firma). Su papel era dar testimonio de las terribles consecuencias sociales de este TLC en Colombia. Con esta falsa acusación, no pudo salir del país, ya que quedó marcado por el ángel exterminador de la famosa computadora, arriesgando ser detenido, torturado, desaparecido u objeto de ataques por parte de paramilitares. Paradójicamente, quienes acusan de “terrorismo” a los movimientos sociales, son quienes ejercen sistemáticamente el terror, desde el Estado, para favorecer los intereses económicos de las trasnacionales y el consecuente despojo de territorios y recursos en nuestro continente. En ese sentido, la Coordinadora Andina de Organizaciones Indígenas (COAI), que agrupa las mayores organizaciones indígenas de todos los países andinos, manifestó su solidaridad con Mondragón, denunciando además que esto es parte de la estrategia de criminalización de los movimientos indígenas, que son las principales víctimas (en número de muertos y destrucción de territorios) de esta supuesta guerra contra el “terrorismo”
En un acertado análisis de estos casos, Manuel Rozental y Simona Bruno, plantean que la supuesta “internacionalización” de las FARC, como antes fue la internacionalización de Al-Qaeda, es fundamental para justificar la política de dominación y represión de Estados Unidos y sus gobiernos lacayos en la región, presentando a los movimientos, particularmente los indígenas y campesinos, y hasta a gobiernos que les molestan, como “terroristas”. (Ver “La memoria de los pueblos contra la memoria de los computadores del terror”, ALAI/ 4/9/2008). No es casualidad que justamente el intento de ilegalizar al Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra en el sur de Brasil, se base también en sus supuestos contactos con las FARC.
Este tipo de tácticas de guerra sucia, se nutren del miedo, el aislamiento y el silencio. Justamente por ello, es necesario sacarlas a la luz, y brindar abiertamente toda nuestra solidaridad a sus víctimas, como en este caso a Héctor Mondragón.
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