François Houtart, miembro del Consejo Internacional del Foro Social Mundial
Mario Amorós
En la conferencia inaugural del III Foro Social Mundial de las Migraciones (FSMM), celebrado en Rivas Vaciamadrid (España) entre el 11 y 13 de septiembre, François Houtart (sociólogo marxista belga, fundador del CETRI y miembro del Consejo Internacional del Foro Social Mundial) se refirió en profundidad al vínculo ya indisoluble entre migraciones y deterioro medioambiental. Con datos del Informe Stern (encargado por el Gobierno británico) de 2006, Houtart subrayó que se estima que en sólo cuatro décadas habrá entre 150 y 200 millones de personas desplazadas por las consecuencias del deterioro medioambiental.
“Estamos en vísperas de un nuevo tipo de migrantes que agudizarán las migraciones del futuro”, aseguró Houtart, profesor emérito de la prestigiosa Universidad de Lovaina, quien explicó que la división internacional del trabajo característica del sistema capitalista origina las migraciones de África a Europa o de América Latina a Estados Unidos. El modelo económico contemporáneo, añadió, se funda en el desarrollo “espectacular” del 20% de la población mundial, que acapara el 84% de los recursos globales. Mientras, en el Sur también se ha producido el desarrollo desorbitado de una minoría, lo que ha acentuado las injusticias en estos países. Todo esto corresponde a la lógica del capital, ya que es más rentable para la acumulación de capital producir bienes y servicios sofisticados para el 20% que bienes ordinarios para el conjunto de la humanidad.
Después de este preludio, su intervención ahondó en la influencia del cambio climático en las migraciones. El modelo de desarrollo capitalista se basa en un consumo masivo de energía y el resultado es que envíamos a la atmósfera un cantidad elevadísima de CO2 y gas invernadero; el 81% de ello lo producen los países industrializados del Norte. Los expertos internacionales de estructura del clima de Naciones Unidas aseguran que, si la temperatura del planeta asciende dos grados centígrados, entre el 20% y el 30% de las especies vivas del mundo desaparecerán hacia el año 2050. Asimismo, el deterioro del medioambiente abocará a la pobreza en apenas un siglo a entre 145 y 200 millones de personas.
La reacción de los poderes económicos capitalistas fue, en primer lugar, negar este proceso para ocultar su responsabilidad. Después, deslegitimaron a los científicos y a continuación los amenazaron (por ejemplo en Estados Unidos). Sin embargo, se produjo un viraje radical cuando entendieron que la situación es tan grave que afectará también a sus beneficios económicos y, por ello, tras sucesivas cumbres de Naciones Unidas (Río de Janeiro, Kyoto, Bali), lanzaron apuestas nuevas, dentro de la lógica capitalista, como la opción por los agrocombustibles, presentada como una solución a dos crisis, la climática y la energética, cuando no es así. Esto, unido a otras causas, contribuye a explicar el desplazamiento forzado de un millón de personas en Paraguay, tres millones en Brasil, cuatro millones en Colombia y seis millones en Indonesia.
“Dentro de algunos años puede haber sesenta millones de campesinos expulsados de sus tierras por la destrucción de la agricultura tradicional para producir conforme a las necesidades actuales del capitalismo. La agricultura es una de las nuevas fronteras del capitalismo, se destruyen selvas, suelos… Es una solución a corto plazo para el capital que implica una sobreexplotación de los trabajadores en condiciones terribles. El Sur pagará el precio del etanol o del biodiesel que consumiremos aquí”.
Frente al nuevo expolio que sufren los pueblos empobrecidos, los países enriquecidos cierran sus fronteras y criminalizan a los migrantes con medidas como la Directiva de Retorno en Europa o el muro que se construye hoy entre la India y Bangladesh, que “es mayor que el muro de Estados Unidos”. François Houtart, una de las personas que más están aportando al debate sobre el socialismo del siglo XXI, abogó por un cambio en el modelo de desarrollo hegemónico en el planeta para “responder al grito de los excluidos y al grito de la Tierra”. “Hay personas que creen que ya es demasiado tarde; por mi parte, creo que no. Tenemos que dar pequeños pasos y grandes pasos, sobre todo luchar por un cambio profundo en el modelo de desarrollo para avanzar hacia un modelo postcapitalista que haga un uso sostenible de la naturaleza, que privilegie el valor de uso y no el de cambio, que acepte la interculturalidad”.
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