Alberto Híjar
La crisis empezó con la invasión española. Venía de más atrás porque en 1492 tocó tierra ignota una banda de presidiarios ignorantes de Europa para empezar el saqueo y el exterminio. Millones de indios fueron masacrados y para borrarlos del nuevo mapa, sus idiomas, sus creencias y sus nombres fueron sustituidos y hasta ahora, la Iglesia Católica beatifica a los traidores al presentarlos como mártires. No ha parado la crisis desde entonces por más apariencias de auge económico que no hace más que señalar las desigualdades extremas. Los altares barrocos de oro, los enormes latifundios como los de los Terrazas que corregían al sentenciar "no somos de Chihuahua, Chihuahua es de nosotros", ha dado lugar a la acumulación infame de los Slim, los Roberto Hernández, los Hank, los Fox, los Bribiesca, los Mouriño, los Salinas y a las impunidades que mantienen en crisis de muerte todo. Ya nunca nos llegó la modernidad, aquella que empezó prometiendo igualdad, fraternidad y libertad en 1789. Lo poco ganado para los trabajadores pobres ha resultado de guerras civiles cruentas hoy significadas por las resistencias.
Por esto es importante la insurrección por todos lados: en Xoxocotla donde el pueblo que echó para atrás el proyecto de un aeropuerto hace treinta años, se suma a los profesores en defensa de la educación pública y contra las directivas empresariales y delincuenciales de Elba Esther, la eterna. En el Centro Histórico con aguerridos anarkopunks desmarcados de lo políticamente correcto para probar que los granaderos también lloran, aunque no los disfrazados de civiles con la suficiente cobardía autoritaria para inculpar a los desprevenidos nueve estudiantes golpeados, secuestrados y hoy en huelga de hambre en las cárceles donde permanecen de rehenes ejemplares para ver si así entienden todos los que pretendan poner en duda el poder del Estado. Les fue mejor que a los seis acribillados por un retén militar en Chinkultik donde el ejército recuperó la caseta de cobro de peaje y todo lo necesario para contradecir el trabajo comunitario que va reduciendo a las Juntas de Buen Gobierno a enclaves de dignidad amenazada y confinada, nada de lo cual las detiene. La crisis es desastre en Tabasco, Veracruz, Chiapas, Hidalgo, Coahuila, ahí donde los bosques arrasados, las presas privatizadoras, los cauces de ríos desviados, benefician la especulación con los terrenos y provocan la inundación de miles de casas y terrenos de cultivo. Las viudas de Pasta de Conchos prueban la mentira de la Minera México, la más poderosa productora de cobre en el mundo, donde reparte la muerte entre los mineros buscados por sus viudas denunciantes del abandono de los procuradores de injusticia, la Secretaría del Trabajo y las autoridades estatales. Seguirán impunes los empresarios criminales mientras Nacho del Valle, el de Atenco, el emblema de los presos políticos todos, cumple su sentencia de más de cien años en penal de alta seguridad. La proliferación de asesinatos espantosos, lo mismo en la ceremonia cívica de Morelia que en cualquier calle lejos o muy cerca de los cuarteles, exige poner en crisis las estructuras de seguridad pública hasta lograr enfrentamientos entre grupos policíacos como los AFI´s y los PFP´s y la arrebatinga de subsidios entre la Marina y las Fuerzas de Tierra. La crisis da dinero si se sabe aprovechar y ya soltó el gobierno yanqui los primeros cuarenta millones de dólares para repartir en la administración de la seguridad. Lo que menos importa en la crisis permanente es la eficacia, a cambio de participar de las ganancias. Vivir al día y acrecentar las ganancias es la consigna empresarial. Socializar las pérdidas, privatizar las ganancias, es la vieja consigna estratégica. Fracasó el neoliberalismo y la crisis pone en peligro a la humanidad entera como ha sentenciado el presidente del Banco Mundial junto al del Fondo Monetario Internacional: alimentos, finanzas y clima afectan a pobres y a ricos, pero no reconoce la proliferación del hambre y la inútil contención de las migraciones que han revivido el esclavismo en pleno siglo XXI. Seis millones de mexicanos regresarán desde Estados Unidos. Volver al estado benefactor es imposible, por lo que hay que simular filantropía y campañas humanitarias: ¡gol por la salud!, ¡cantemos por un sueño!, viviendas GEO de tres por cuatro metros para todos (si las pagan con réditos infames), piso firme de dos por tres metros aunque el resto sea de tierra y a cambio de economía política justa, millones de costales rellenados por desesperados damnificados y concesiones energéticas privatizadoras por doquier. ¡Unidad nacional! gritan los gobernantes al olvidar las diferencias y saludar las medidas anticrisis de la presidencia. Todos aceptan como coordinador del debate final sobre PEMEX a Francisco Labastida, el beneficiario de la sustracción de mil millones de pesos de PEMEX para su campaña presidencial fallida con la complicidad del invicto Romero Deschamps, el multimillonario secretario general de los petroleros. López Obrador descubre el socialismo utópico y exige menos salarios y privilegios para los gobernantes y recomienda comprar en los mercados de menudeo y con los productores pequeños y medianos de lugares como Chiconcuac y San Mateo Atenco. Involuntario homenaje este en los días alrededor del 9 de octubre cuando en 1967 fue asesinado el Che inerme y herido sin atención médica. El Che, austero e impulsor del trabajo para beneficio de todos, tuvo clara la liquidación de la ley del valor como principio anticapitalista y de construcción del socialismo con el poder de los trabajadores. Estas orientaciones son las grandes ausencias en los comentarios sobre la crisis. El Estado-nación agoniza, otro poder es necesario. "Esta es la hora de los hornos y no se ha de ver más que la luz" presagió José Martí.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario