Javier Ibarrola
Fuerzas Armadas
Cualquiera que sea la calificación que se dé al Estado mexicano fuera o dentro, las fuerzas armadas están llamadas a recuperar el control del Estado y de su territorio en todos sus frentes.
A unas cuantas semanas de que la sociedad llegue a las urnas para emitir un voto que habrá de marcar el futuro inmediato de Felipe Calderón, su gobierno y su partido, la versión de que México se volvió un estado fallido, vino a completarse con la declaración del propio Calderón en octubre pasado, sobre lo imperioso que resulta “recuperar el control del Estado y de su territorio en todos sus frentes”.
Fue un llamado angustioso lanzado ante lo más granado del alto mando militar, cuando en octubre se reunieron en el H. Colegio Militar.
Eso fue ante los militares. Después, ante los legisladores, dijo que “los esfuerzos realizados hasta el momento no han logrado consolidar un adecuado sistema de seguridad pública articulado en una estrategia nacional, la cual ha sido una misión largamente postergada y sustituida en ocasiones por el discurso”.
Una vez más, han sido las fuerzas armadas las que actúan sin tapujos ni discursos y quienes descubren las entrañas podridas del país que han dejado el narcotráfico.
Baste el hecho de haber detenido a ese individuo a quien llaman “El Pozolero”, y quien había deshecho a 300 cuerpos humanos en ácido. Claro, todo por encargo de los grandes capos de la droga.
Esta captura en Chihuahua, y los golpes que dieron a la delincuencia organizada en Baja California, uno de los estados más violentos de la república, es una buena muestra de que hay que salir al paso de quienes señalan a México como un “Estado fallido”, es decir, un “Estado débil en el cual el gobierno central tiene poco control práctico sobre su territorio. El término es muy ambiguo e impreciso. Por ejemplo, si se toma de forma literal, un Estado fallido sería aquel en el que no hay un gobierno efectivo, al contrario de un gobierno dictatorial que acapara y utiliza todo el poder”.
Sin embargo, esta condición no sólo procede de un país que ha sido superado por la delincuencia, sino porque su economía, principalmente, se va deteriorando al grado de dejar sin empleo a millones de ciudadanos, con la agravante que en el caso mexicano en 2010, cuando celebremos el bicentenario de la independencia y centenario de la revolución, el pronóstico es de cero creación de empleos.
Desde luego que ambas vertientes se juntan y producen una fuerza desestabilizadora descomunal y muy peligrosa. El alto mando militar lo sabe y por lo pronto ha decidido la creación de una nueva zona militar, la 46ª con sede en Ixtepec, Oaxaca, comandada por el general de Brigada Edmundo Villegas, donde seguramente se esperan nuevos conflictos magisteriales.
Oaxaca contará ahora con tres Zonas Militares: la 28ª, en Ixcotel, comandada por Carlos Guillermo Murillo Soberanis; la 44ª, en Miahuatlán, a cuyo frente está el también general de Brigada Jesús Martínez Martínez. A esto se le agrega la Base Aérea 2 en Ixtepec, comandada por el general de Ala Carlos Ignacio Velasco Vall.
Lo curioso del asunto es que el Partido de la Revolución Democrática está buscando a generales retirados para ocupar candidaturas y contender por diputaciones del sol azteca.
Por ello, no faltará quien diga que el término “Estado fallido” también se utiliza en el sentido de un Estado que se ha hecho ineficaz (es decir, tiene control nominal militar y policial sobre su territorio, solamente en el sentido de no tener grupos armados desafiando directamente la autoridad del Estado; en resumen: la visión: “que no haya noticias, es una buena noticia”) y no puede hacer cumplir sus leyes uniformemente debido a las altas tasas de criminalidad, corrupción extrema, un extenso mercado informal, burocracia impenetrable, ineficacia judicial, interferencia militar en la política, las situaciones culturales en las cuales los líderes tradicionales gastan más energía que el Estado sobre ciertas áreas aunque no compitan con el Estado, y otros factores. Camerún, Liberia, Nigeria y Papúa, Nueva Guinea, se mencionan a menudo en esta categoría.
Cualquiera que sea la calificación que se dé al Estado mexicano fuera o dentro, las fuerzas armadas están llamadas a recuperar el control del Estado y de su territorio en todos sus frentes.
Esto quedó claro cuando en diciembre pasado el general de División Piloto Aviador, Leonardo González García, al tomar posesión de la jefatura de la Fuerza Aérea Mexicana, dijo que las fuerzas armadas, al garantizar la seguridad interior, “busca el logro del orden interior por medio de, mantenimiento del imperio de la Constitución y demás leyes, en problemas que requieren ser solucionados por las fuerzas armadas como último recurso y no solamente por las fuerzas de seguridad pública.
Mantener el imperio de la Constitución formaba parte de las misiones encomendadas al Ejército, hasta que Luis Echeverría se las retiró.
Sin duda los civiles siempre han temido que de permanecer está misión para el Ejército, no podría en su momento, como lo hacen a cada rato, utilizar la Constitución como trapo de cocina. De hoy en adelante será otra cosa, si no queremos realmente saber lo que significa un estado fallido y sin control.
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