María Teresa Jardí
Anteayer había decidido comentar con ustedes, hoy, algo más, de lo ya dicho, sobre las confundidas prioridades, llamémosle así, que tiene la Iglesia Católica. Ejemplificadas una vez más por exaltado e innecesario editorial --que como los campanazos ya sólo producen risa entre los cientos de miles de asistentes miembros del Movimiento Ciudadano a las asambleas informativas de AMLO-- en defensa de la libertad de Calderón de expresar públicamente su vocación confesional aún violando la Constitución, publicado en el órgano informativo de la Arquidiócesis del Distrito Federal. Ni siquiera han entendido los ocupantes de esa importante Diócesis sin duda, que entre los miembros del Movimiento Ciudadano cientos de miles son fieles que los jerarcas alejan de la Iglesia a la que pertenecen, en el mejor de los casos para convertirse en agnósticos, en el peor para engrosar las filas de otras iglesias o, peor aún, de sectas. Diócesis que merecería a un obispo impecable al frente de la misma, incluso por cuestiones de inteligencia papales y no se diga por aquello de la infalibilidad a la baja que tiene hoy el papado de esa iglesia.
Cuestiones de inteligencia por encontrarse en el lugar donde se asientan los poderes federales, hoy usurpados, de la república.
Cuestiones de inteligencia por razones de volumen dado que se asienta en la ciudad que, siendo también capital de un país, alberga a más habitantes quizá del mundo y sin duda la más grande del mundo si se toma en cuenta que su periferia, en particular del Estado de México, funciona como integrante de la misma.
Pues bien, para no olvidar el tema --que por razones personales, lo reconozco, soy miembro de esa Iglesia, me interesa-- le había puesto, y guardado debajo de la fecha, el título que tenía pensado ponerle a mi colaboración de hoy, que como supondrán era el de “Confundidas prioridades las de la Iglesia”.
Pero como está visto que “el hombre propone y Dios dispone”, por la noche me receté la comparecencia de Rodríguez Zapatero frente a una audiencia, más o menos a modo, elegida por Televisión Española, para que contestara a una pregunta, el presidente del gobierno español, de cada uno de los que como público estaban en el plató.
La pregunta más interesante --la única interesante, creo que sin mentir, se podría decir-- la hizo un hombre joven todavía llamado Rafael, que fue presentado, por el conductor que daba y quitaba la palabra, como traductor de oficio.
La pregunta fue: ¿si estaba enterado de que España le vendía armas a países como Colombia e Israel? Zapatero respondió que España tiene una industria armamentista. De lo que los presentes y también los televidentes pudimos deducir que si se tiene una industria armamentista hay que vender las armas que se producen ¿no?
Como insistiera el traductor sobre el hecho de que las armas asesinan incluso niños. Sin empacho respondió Zapatero que sabía de cierto, sin probar, por supuesto, que las de España enviadas a Israel no se utilizan para asesinar palestinos. Para acabar añadiendo que España tiene derecho a defenderse. ¿De quién? ¿De qué? Porque si es de la ETA no veo la necesidad de la venta de armas a otros países y tampoco si las armas se tienen para el caso de una invasión extranjera que en todo caso es lo único que justificaría una industria armamentista y más aún en un país con un gobierno de izquierda y más aún cuando ese gobierno tiene un discurso de aparente respeto a la ética y de niveles admirables de defensa a los derechos humanos.
Mientras escuchaba a Rodríguez Zapatero más veía cómo se tornaba en Felipe González, incluso con un parecido alucinante en la cara y en cada movimiento.
Y no podía dejar de preguntarme qué pasó con aquel Rodríguez Zapatero que le ganó la elección a Aznar, luego del 11 de marzo.
Y lo más triste es que no me cupo la menor duda de que al igual que pasó con González, Rodríguez Zapatero terminará su gobierno con un parecido absoluto a José María Aznar, defraudando, también él, a los españoles y al mundo y me fundo para decir lo anterior en la respuesta a un hombre, con traje y corbata, que fue presentado como jubilado, al que respondió a la pregunta sobre los errores, por él, cometidos, que el mayor en la Legislatura pasada era haber dicho antes de un atentado de ETA que iban a mejorar las cosas por lo que tocaba al terrosismo y que por lo que tocaba a la presente había que esperar “porque aún no tenía ningún error que reconocer”. Infalible, pues.
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