Jesús Peraza Menéndez
La ultraderecha y el proceso electoral
El riesgo es que de un ciudadano activo pase a otro pasivo mediático que las televisoras con la derecha representan, como una mayoría pasiva que anuló su voto o que ni siquiera fue a votar agobiadas (os) por las deudas, el desempleo, la inseguridad, las adicciones, la miseria. Anuladores solitarios, aislados, que no tienen cohesión, relaciones políticas creativas, ni dirección política. A la derecha le conviene las mayorías silenciosas, a la izquierda las organizaciones de masas con conciencia y formación política. Ciertamente, llegamos al hartazgo con la corrupción de los políticos y los partidos, como nos conversa nuestro camarada Mauricio Macossay: “Hay que empujar para que se caiga el sistema político y su modelo económico”, ciertamente hay que hacerlo, pero no se trata sólo de que se caiga. ¿Qué sigue? ¿Qué hacer?, diría Vladimir Ilich Ulianov (Lenin). Los compañeros del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y las Juntas de Buen Gobierno no necesitan votar, viven un proceso político diferente al de las concentraciones urbanas, que no piensan en la toma del poder ni a corto ni mediano plazos, están construyendo otra cultura, no así para el resto del país, inmerso en una diversidad de luchas con desarrollo desigual y combinado, que participan electoralmente.
Hay que tener otro modelo real, con otra cultura que reemplace a éste, si no estos neoliberales tienen los medios para reconstruirse, aun bajo las más terribles condiciones inhumanas y con totalitarismo, la ley se los permite. Ahí está FECAL para no ir muy lejos. Con el monopolio absoluto de los recursos económicos, militares y de los aparatos ideológicos-socializadores-culturales, lo peor, sin una oposición organizada con métodos democráticos y capacidad de construir algo nuevo. Estamos hartos, también, de la corrupción del duopolio televisivo que maneja a los políticos y que no pierde con un gobierno ilegitimo como el de FECAL, que lo han sostenido y que disponen de la fuerza “legal haiga sido como haiga sido”, con terrorismo y linchamientos mediáticos acompañados de fuerza bruta contra la oposición.
No hay que olvidar que Carlos Salinas y José María Córdoba, los autores intelectuales del asesinato de Luis Donaldo Colosio y los beneficiarios de esta muerte los poderes fácticos, los que con Salinas se apropiaron de las empresas estatales (canales de televisión, líneas aéreas, ferrocarriles, patrimonios culturales y naturales) y privatizaron servicios públicos vitales. Ellos crearon al asesino Mario Aburto, ahora olvidado por los medios electrónicos, en las cloacas de la cárcel de alta seguridad. Tejieron una verdad inexplicable o una mentira socializada, traumática, que cambió la vida de la sociedad mexicana, con la que extendieron la vida del neoliberalismo, con el tecnoburócrata-imperial Ernesto Zedillo, que organizó la transición-alternancia con el PAN de Diego Fernández-Carlos Castillo Peraza-Vicente Fox-Felipe Calderón.
Lo que sucedió, cuando Dulce María Sauri dirigía el PRI, en medio del escándalo de los recursos económicos millonarios que sustrajeron mediante el sindicato de petroleros de PEMEX. Francisco Labastida era el candidato del PRI con evidentes relaciones con los Arellano Félix del cártel de Sinaloa. Entonces Dulce María Sauri y Ana Rosa Payán no podían ver los poderes fácticos, sustanciales del modelo neoliberal que han contribuido a construir. Los descubren ahora, no los desnudan ni exponen sus perversiones, sino convocan a simplemente anular el voto, cuando la repercusiones, gracias a la ley electoral que han aprobado sus partidos, permite que una minoría irrisoria gobierne a la mayoría, y deja abierto todo tipo de subterfugios para hacer fraude, como el arreglado con FECAL, que no se ha podido remontar hasta ahora.
Bueno, bien vale la pena escucharlas. Los tiempos cambian, no estamos como para hacer más fragmentos con microverdades-irreductibles de genios solitarios, volando como sombras perversas por el ciberespacio, haya que hacer la más amplia discusión política, la que aclaré, que anular el voto es proponer otro sistema político, otro modelo económico, otra cultura, que no se construye con la magia de la anulación del voto.
No se puede ver con desprecio la resistencia de Andrés Manuel López Obrador, el primer movimiento en la historia de México que trasciende la coyuntura electoral en una lucha eminentemente electoral —hasta ahora— que se mantiene como un referente político de crítica al régimen autoritario usurpador y con movilizaciones de miles que, por ejemplo, frenaron las reformas constitucionales para entregar PEMEX en bandeja de plata a los monopolios norteamericano-españoles relacionados con la familia Busch. Nadie, en Oaxaca o en Guerrero, dejará de votar en municipios que han logrado gobiernos con consentimiento social y comunitario, como los que se sumaron a la APPO, o los que han conseguido los municipios de la montaña de Guerrero y, como estos municipios, hay experiencias político-electorales-sociales que no pueden ser sacrificadas porque a tal o cual político lo eliminó su partido de las listas de los puestos de elección popular.
Cierto que es un asunto complejo, hasta para tachar a los candidatos en la boleta, pues los candidatos que logró Andrés Manuel López Obrador están registrados por el Partido del Trabajo (PT), Convergencia y el Partido de la Revolución Democrática (PRD), pero en algunos casos, son conocidos luchadores y participantes de causas justas, populares, democráticas, sentidas socialmente. En estos casos, no hay ninguna duda en donde tachar la boleta. La anulación beneficia más a la ultraderecha, que requiere una sociedad frustrada, con tapabocas, que se deje dócilmente conducir a la desgracia por la elite de poder. Hay que ocupar todos los campos de lucha, incluida la electoral.
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