La punta del iceber comienza percibirse. Desde hace unos meses se sabe que Stanford Financial Group desfalcó una suma superior a mil millones de dólares a alrededor de dos mil mexicanos. Ahora también se sabe que Stanford Financial Group es (o más bien, era) un conglomerado empresarial basado en Estados Unidos y en el paraíso fiscal de Antigua. Utilizando ese paraíso fiscal y la falta de regulaciones financieras que prohijó el gobierno de George Bush en Estados Unidos, Stanford expedía certificados de depósito de altísima rentabilidad. Esa aparente rentabilidad atraía a inversionistas y a ahorradores para depositar su dinero en Stanford, pues las tasas de interés que ofrecía llegaban a 8 y 10dependiendo del capital invertido. A los pocos días de que se destapó la enorme quiebra de Stanford, se supo en México y en todo el mundo que el gran beneficiario de este esquema fraudulento fue Robert Allen Stanford, dueño y principal ejecutivo del negocio. Pero lo que no se sabía, y apenas empieza a conocerse, es cómo pudo penetrar Stanford el mercado de inversionistas mexicanos, quiénes lo introdujeron y quiénes se encuentran entre sus víctimas. Pues bien, poco a poco se confirma que fue nada menos que Jorge G. Castañeda –el primer secretario de Relaciones Exteriores de Fox- quien presentó a Robert Stanford con inversionistas y gente del mundo financiero de México. Castañeda formó un consejo asesor que se encargó de diseñar una estrategia política para dar a conocer a Stanford y su empresa en nuestro país. Castañeda además se encargó de contactarla con algunas personas, empresas e instituciones a las que previamente logró convencer de que invirtieran en sus dudosos esquemas. Una de las instituciones que cayó en las redes del financiero texano, manejadas hábilmente por Castañeda, fue una pequeña facultad internacional dedicada a investigación educativa y sociología compuesta por investigadores de toda América Latina. La Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso, por sus siglas en español) es una respetable institución de prosapia en Chile, Brasil y Costa Rica; sus miembros provienen de todo el continente y su cuerpo académico y sus empleados viven principalmente por el subsidio que aporta el gobierno mexicano a través de la Secretaría de Educación Pública y el Conacyt. La directora de la Flacso es la Dra. Giovanna Valenti, una especialista ítalo-mexicana en temas de educación y quien está emparentada, a través de su esposo, con Jorge Castañeda. Desde la Secretaría de Relaciones Exteriores, Castañeda consiguió que Valenti llegara a la Dirección y, una vez allí, ha gozado de la protección del subsecretario de Educación Básica, Fernando González, yerno de Elba Esther Gordillo. La maestra ha sido una de las más notorias promotoras del ex canciller. Esa red de apoyos le ha permitido a la directora Valenti a engrosar la nómina de la Flacso con parientes y ex parientes de Castañeda y de ella misma. Hace unas semanas empezó a trascender que todo este esquema no había sido gratis. La moneda de intercambio fueron los fondos de ahorro y jubilación de los profesores y empleados de Flacso. En los medios académicos del país corre ya la información de que el ex canciller instigó a la Dra. Valenti para que retirara esos fondos de una institución mexicana y los trasladara, en su totalidad, a las cuentas de Stanford. Muy obsequiosa con quien la hizo directora, Valenti no reparó en que al hacer lo que Castañeda le pedía, cometía varios delitos de orden penal. Con la confianza de estar bien protegida, llegó a comentar en los corrillos de la Flacso que “apenas era una retribución justa” para Castañeda. Como el traslado de los ahorros requería de la autorización de cada profesor y cada empleado, Valenti los amenazó para que aceptaran el cambio, so pena de que se les congelaran sus modestos ahorros o se les rescindiera su contrato sin indemnización alguna. Hace unas semanas, al estallar el escándalo de Stanford y al caer en cuenta los miembros de Flacso de que sus ahorros de toda la vida se habían “esfumado”, le exigieron a la Dra. Valenti garantías de que su patrimonio sería repuesto. Unos cuantos miembros de la Flacso están venciendo el miedo a las amenazas de la directora y empiezan a afirmar que este asunto sólo ha sido posible gracias a la connivencia con Stanford de la Dra. Valenti, el ex secretario Castañeda, Fernando González y el Dr. Francisco Valdés, investigador de la UNAM y quien debiese representar a la autoridad internacional de la Flacso y que sospechosamente ha permanecido indiferente al problema. La cantidad total invertida por los académicos y empleados de Flacso en Stanford no era de las inversiones más cuantiosas de la empresa del financiero texano (unos 15 millones de dólares), pero lo dramático es que significaban el modesto patrimonio forjado por personas de ingresos muy medianos y al cabo de años de dedicación a actividades no lucrativas. Ahora esos maestros y esos trabajadores parecen condenados a enfrentar su vejez sin ahorros; o sea, están condenados a pasar sus últimos años en la miseria. ¿Cómo han resuelto el problema la Dra. Valenti y Jorge Castañeda? Primero han aterrorizado a los investigadores. Si presentan alguna demanda o queja ante la justicia o ante la Secretaría de Educación Pública, serán cesados de inmediato. Segundo, han prometido resarcir el daño económico sólo a quienes firmen un documento en el que se comprometen a guardar en secreto todo el asunto para evitar que se conozca el manejo de la turbia relación Castañeda-Valenti-Stanford. Y tercero, acudiendo al subsecretario Fernando González y a Elba Esther Gordillo para que se les “rescate” con recursos de la Secretaría de Educación Pública. Para ello han pedido se les aumente el subsidio y puedan afrontar el fraude cometido. De este modo, se está tratando de que una cadena de favores, influencias y recompensas fraudulentas, sean solucionados y archivados con dinero del erario público. Así qué fácil...
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